
Al final de la tarde y en un alcor coronado de cielos azules e hilachas de nubes, vimos a lo lejos una muralla bien conservada, apenas sobrepasada por las construcciones de su interior y a cuyos pies se desplegaba una alfombra verde por la que serpenteaba la carretera que nos la iba acercando. Así descubrimos Urueña, con la apariencia de un cofre de piedra. La paseamos a esa hora en que ya no quedaba mucha gente por sus angostas calles de casas bajas y muros de mampostería, ladrillo o adobe. Esas rúas tienen nombres que se explican en los azulejos de sus esquinas. Del Oro, donde se hallaban los cambistas. Marbana, que parece era apellido gallego asentado en Villalpando. Corro Bolinche, por ser allí donde se reunían los vecinos para jugar a los bolos. Lagares, porque cuando las bodegas no estaban en las casas, se hacía un barrio de lagares en una zona alejada del centro. Corro de Santo Domingo, y es que Tomás López, famoso cartógrafo, menciona un monasterio de dominicos en Urueña, lo cual podría explicar esta advocación. Catahuevos, por ser el sitio donde los recoveros solían catar los huevos que estaban frescos poniéndoselos en el hueco del ojo y mirando la luz del sol. Real, o también llamada Principal por cruzar la villa de Sur a Norte enlazando las dos puertas de su muralla. Corro de San Andrés, al hallarse en este lugar la iglesia de San Andrés hasta que en el siglo XIV sobrevino su derrumbe. Del Azogue, que era el nombre del mercado diario, que solía estar cerca de la parroquia más importante, siendo el centro de la vida social de la villa. De las Cuatro Esquinas, las de la Parra, la Real, la del Corro de San Andrés y la del Oro. Plaza Mayor o de las carnicerías. El paseo nos llevó hasta la muralla de poniente. Desde allí vimos como el sol se licuaba en mercurio espeso sobre los campos. Se hizo de noche y enfrió repentinamente. Cenamos en el pequeño comedor de la casa rural donde habíamos reservado alojamiento. Hubo ensalada de canónigos, queso y nueces, albóndigas de arroz y merluza, codornices escabechadas y cuajada de oveja. El vino de la casa era espeso, pero untoso y de buen paso en boca.

Fuimos luego a la juguetería Oriente. Enredamos entre los cachivaches. Hay mucho juguete de cuerda, reproducciones acertadas de aquellos trastos de hojalata anteriores incluso a nuestra propia infancia. Venden también recortables, espadas de madera, peonzas, muñecas de cartón, cocinitas y cacharros, títeres, canicas, carruseles, cajas de música... La tienda es diminuta pero está abarrotada de pequeñas maravillas que casi nos sorprenden más a los mayores, por su poder de evocación, que a los propios niños. Mi hijo eligió un robot de hojalata y cuerda. Compramos también unas peonzas y un carrusel con música. Al salir intentamos rodar las peonzas. Sólo después de muchos intentos, y cuando al fin recordamos que la cuerda ha de enroscarse en sentido inverso, como la memoria, logramos nuestro propósito.
Otra vez, otra vez gracias. Tengo en mente ir a Urueña pero gracias a tu descripción es como si hubiera estado ya.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Ahhhh, qué bella entrada!
ResponderEliminarSólo eso... y excelente día.
Qué apetecible. Y bien contado, que si no no lo sería.
ResponderEliminarUn abrazo.
De verdad que dan ganas de hacer una escapada a Urueña. Salud.
ResponderEliminarSe percibe el eco de los viejos pueblos, donde manda la piedra. En ese paisaje suena bien su prosa.
ResponderEliminarY me ha recordado una palabra que llevaba años sin oír: 'recovero'. Cuántas veces escuché a un familiar cercano la exclamación: "¿...pero desde cuándo van a enseñar los pollos a los recoveros?" para resumir una situación absurda o sin sentido.
Un saludo.
El viaje a Urueña lo hicimos el año pasado por estas fechas. Anduvimos por pueblos como San Cebrián de Mazote, Tiedra, Monasterio de la Santa Espina o Medina de Rioseco, desde donde hicimos un pequeño recorrido en barco por el Canal de Castilla. Dormimos tres noches en Urueña, cuyos atardeceres son una maravilla de luz y silencio.
ResponderEliminarNos alojamos en una pequeña casa rural muy acogedora a la entrada del pueblo, Pozolico. En resumen, un muy recomendable destino.
Respecto a los recoveros, Juan Domingo, confieso que era la primera vez que oía -que la leía- la palabra, que, por otro lado, creo que suena bien y a castellano viejo. El dicho del que hablas la emplea de modo ingenioso. Ojalá sirva para conservarla -me temo que, como dice Alex Grijelmo de muchas otras, se trata de una palabra moribunda-.
Todas las calles del pueblo tienen junto a su nombre parte de su historia. La de Catahuevos es, como se dijo, la de ser lugar donde se cataban los huevos, comprobando su frescura.
Un abrazo a todos y gracias por vuestras visitas y comentarios.
Pues habrá que ir a Urueña. Dicen que también estaba Requena como posible book-town, pero no tengo noticias de que se haya llevado a cabo.
ResponderEliminarBello texto...
Un abrazo.
Hace un par de días, y después de haber colgado esta entrada, leí en la sala de espera del dentista, un reportaje en una revista (no recuerdo cuál era -posiblemente un semanal de periódico-) sobre estos libro-pueblecitos. Había uno en Irlanda que parecía de cuento. Lo que no sé es cómo podrán gestionarse estas iniciativas para que resulten rentables.
ResponderEliminarA ver si en el futuro se incorpora Requena, Miguel.
Ah, hasta Urueña puedes probar de nuevo la aventura motera.
Un muy cordial saludo.
Buenas tardes.
ResponderEliminarViví en Valladolid parte mi adolescencia y visité practicamente todos sus pueblos.
Me entusiasmaba el sistema de compuertas del canal de Castilla, alguna vez vi por la zona de Palencia, los bueyes a los lados del canal transportando carga, me gustaba pasear bajo los soportales de Medina de Rioseco. Conocí Urueña lleno de lodo y en las bodegas ta daban a probar el vino.
Por la zona hay palabras muy hermosas, a mi me gustaba especialmente la palabra "mancar"
¿Conoces el sistema de calefacción llamado gloria? Es el único lugar donde se usa y es espectacular.
Gracias y un saludo
Luna, estoy encantado de recibirte.
ResponderEliminarMe gustaría que hablaras del significado de la palabra "mancar". En Asturias la utilizamos para expresar que algo hace daño.
¿Y la gloria? ¿Cómo funciona?
Espero tus respuestas.
Un cordial saludo.
¿También se dice así por donde vives? no es muy habitual.
ResponderEliminarSi, mancar es hacerse daño.
La gloria estaba en la pieza principal de la casa, donde se hacía la vida, fuera de la cocina.
El suelo estaba hueco, tenía una puertecita y allí se metía paja, restos de las comidas, serrín, troncos de árboles y partir de ahí se distribuía el calor por todo el suelo de la casa, había que andar descalzos o con calcetines, el calor de abajo arriba, era delicioso y una forma de reciclar maravillosa.
Quizás ya no se haga así.
Saludos
Por lo que cuentas es un sistema parecido al hipocausto latino, un sistema calefactor muy ingenioso que se suele llamar la atención cuando se visitan los restos arqueológicos de las villas romanas.
ResponderEliminarUn saludo, Luna.
Ahora que el artículo queda un poco atrás, me gustaría decirte, que llevo algún tiempo leyendo.
ResponderEliminarMe gustan la mayoría de tus artículos,llenan de paz.
Hablas de muchos lugares que conozco y cuando los releo, me parece estar de nuevo caminando por ellos, por sus calles, bebiendo agua de sus fuentes....los reencuentro de nuevo en mi memoria.
Gracias
Saludos
Luna, nuevamente gracias. Y por cierto, quizás precisaría aclaración lo de las artes gráficas, ¿no?
ResponderEliminarHe intentado decirlo en privado y no puedo.
ResponderEliminar....es mi profesión
Saludos