viernes, septiembre 25, 2009

De lo inquietante

Pasa en no pocas ocasiones con los poemas, más raramente en las narraciones extensas —aunque suele ser recurso de muchos cuentos—, pasa con ciertas melodías y con no pocas fotografías, principalmente de paisajes —en particular con los desolados, con los desérticos o con los que sabemos a ciencia cierta que yacen silentes como tumbas—, y, pasa, sobre todo, con la pintura. Hablo de la inquietud. De lo inquietante. De lo que se nos pone en los ojos como una mácula obsesiva. La Lisbeth Salander de Millennium —uno cayó en la tentación de la primera de las tres partes y descubrió ese personaje fascinante en medio de muchas páginas de relleno— será siempre Tamara Villoslada. El retrato que de ella hizo quien era por entonces su pareja, Gino Rubert, un pintor permanentemente inquietante.

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