Contra los degarros del tiempo
Salimos del hotel
con el firme propósito
de darle la espalda al último sol
sobre los tajamares
del puente della Trinitá.
Estábamos yéndonos ya
y deseábamos fijar la mirada
en las ascuas con que la tarde
enciende las aguas del Arno.
Que ardieran en su cauce
los buenos y malos momentos
que siempre le salen al paso
a quien anda lejos de casa.
A quien luego cuenta o escribe
de lugares, de paisajes y gentes,
procurando un relato amable
que sólo engarce dichas.
Mintiendo entonces y olvidando
que el viaje es sol, pero también es frío,
y que el viaje debiera concedernos,
sobre todas las cosas,
una encarnadura suficientemente fuerte
contra los desgarros del tiempo.
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