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Fue una explotación de hierro al borde del mar. Dejó tras de si al cerrarse una playa de óxido, unos embarcaderos fantasmales, una bocamina de ladrillo que mira al horizonte y a la que da miedo asomarse, algunas edificaciones en ruinas y una paisaje definitivamente proclive al carboncillo. En días de cielos raídos, la fotografía del lugar ofrece la ilusión de un templo griego saqueado por el tiempo y cercado por la maleza.
He ampliado la foto para mirar mejor el abandono del lugar.
ResponderEliminarEl encanto de todas las ruinas (salvo las humanas).
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