viernes, noviembre 11, 2016

La energía de los esclavos

¿Qué año era? ¿1976, 1977? Había una librería en la calle Magnus Blikstad, la Autónoma, ¿recordáis? Hacíamos bachiller en el Jovellanos. Pintábamos consignas políticas con ceras en los pasillos. F. militaba en la Liga. Era rubio, tenía ojos líquidos, caminaba erguido, hablaba suave y su amistad nos parecía entonces un regalo inmerecido. Le acompañé a la Autónoma. Le miraba cohibido mientras él revolvía entre las estanterías con un aplomo impropio de un chaval de quince o dieciséis años. Me puso un libro en la mano. Un libro de tapas negras. La energía de los esclavos, de un tal Leonard Cohen. En la portada blanda de la editorial Visor, el rostro oscuro de un hombre que miraba desafiante hacia el frente. "Llévatelo, te lo regalo", me dijo. Nunca dejó de acompañarme desde entonces, ni aquel poemario, ni aquel poeta que luego supe cantante, y cuyo rostro ganó paz con los años. Cohen dijo una vez que la poesía venía de un lugar que nadie controla y nadie conquista. Eso que podría denominarse la verdad intuida genera a veces premoniciones casi milagrosas. ¿A qué suenan hoy si no estos versos de aquel libro?

         Encerraron a un hombre
         que quería dirigir el mundo.
         Los muy idiotas
         encerraron al que no era.

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