Hace
unos días vimos en La 2 uno de esos documentales que llaman “Imprescindibles”.
Y aunque casi nada es imprescindible, a qué engañarnos, no es menos cierto que
al calificativo se le perdonaba en este caso la hipérbole, porque resultó un
documental bien hermoso el que le dedicaban a la vida y obra de la pintora Ángeles Santos Torroella (se puede ver pulsando sobre el enlace incorporado a su nombre). Uno supo de ella no hace mucho, con motivo de un viaje que nos llevó a Valladolid, y en el que, a propósito del descubrimiento de sus lienzos, se dejó este
apunte:


Josep Casamartina i Parassols contaba de esta artista hace unos años en El Cultural que fue durante un tiempo, en su más tierna y atormentada juventud, la Angelita a la que cariñosamente llamaban así Ramón Gómez de la Serna —quien parece llegó a pretenderla, pese a la diferencia de edad que existía entre ambos—, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Jorge Guillén. Dos de sus cuadros de entonces, `Un Mundo´ y `Tertulia´, presiden la sala del Museo Reina Sofía dedicada a los realismos de los años veinte y treinta. A los 17 años se consagró como pintora precoz en un Valladolid donde vivía entonces con su familia. La ciudad estaba imbuida de Generación del 27, con Jorge Guillén, los hermanos Cossío o un joven Francisco Pino, que se enamoró de ella; todo parecía serle favorable. Al cabo de poco, Angelita Santos triunfó en el Madrid del Café de Pombo, la Residencia de Estudiantes y el Lyceum Club. Pero su afán por pintar y sus ansias de libertad se truncaron de golpe y su rebeldía tenaz le pasó factura en un entorno poco preparado para tales pretensiones en una mujer tan joven. Fue recluida en un sanatorio madrileño y apartada de su mundo pictórico y del contacto con los intelectuales que la alentaban. Ángeles Santos, en pleno éxito y auge creativo, dejó entonces de pintar y no volvería a hacerlo hasta años después. Fue cuando conoció, en Barcelona, a un joven artista, culto y apuesto, amigo como ella de García Lorca, llamado Emili Grau Sala. Él pintaba la luz, el bienestar burgués y la vida placentera; ella había pintado la oscuridad onírica. Pero se enamoraron.

![]() |
Ángeles Santos en el jardín de la casa de su hijo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario