
Tal vez hayan sido así las cosas entre árabes y judíos durante unos cien años.
La Europa que ha atormentado, humillado y oprimido a los árabes mediante el imperialismo, el colonialismo, la explotación y la opresión es la misma Europa que ha perseguidos y oprimido también a los judíos, y al final ha permitido o ha ayudado a los alemanes a extirparlos de todos los continentes y a asesinar prácticamente a todos. Pero cuando los árabes nos miran, ven ante ellos no a un puñado de supervivientes medio histéricos sino a un nuevo y arrogante emisario de la Europa colonialista, desarrollada y explotadora, que regresa con astucia a Oriente –esta vez con un disfraz sionista- para volver a explotar, despojar y oprimir. Mientras que nosotros, cuando los miramos, vemos ante nosotros no a unas víctimas como nosotros, no a unos hermanos en el sufrimiento, sino a unos cosacos que llevan a cabo pogromos, a unos antisemitas sedientos de sangre, a unos nazis disfrazados; como si nuestros perseguidores europeos hubiesen vuelto a aparecer en Eretz Israel con kefias y bigote, pero fuesen nuestros viejos asesinos cuyo único interés era y sigue siendo cortar las gargantas de los judíos por gusto y diversión.”
Una historia de amor y oscuridad