miércoles, abril 07, 2010

Calvario

“No hay palabras. No se puede describir. Es un sentimiento inexplicable. Hay que vivirlo.” Imbéciles. Claro que hay palabras y se puede describir y hasta explicarse. Y, por supuesto, hay quien no tiene deseo alguno de experimentar tamaña alienación. Extraño país. En esto de las procesiones, los capuchones, las imágenes y las mantillas, no hay sino otra disculpa para exhibirse, para situarse en el mapa, para no perder el tren de las celebraciones. Cada uno, sin molestar, que se dedique a lo que quiera. Faltaría más. Pero que la sinrazón y la superstición se subvencionen, se televisen desde lo público y se promocionen como manifestación cultural es un despropósito intolerable en un país aconfesional. Somos un pueblo volcado a las calles. Cualquier disculpa es buena para echarse a ellas. Disfrazados de Belcebú o encarnando al Crucificado. Luciendo palmito en el chiringuito, la feria de abril, la romería o la playa. Nos gusta el ruido. El barullo. Estar hombro con hombro bajo los pasos y a hostias el resto del tiempo. Tanto nos gusta la farra que somos capaces de bautizar, comulgar y hasta procesionar por lo civil. Menudo calvario.

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