miércoles, noviembre 25, 2015

Túnez

Cuando ya son tres en 2015 los zarpazos yihadistas que han sembrado de cadáveres el suelo tunecino, convirtiendo un país hermoso y acogedor en un destino de riesgo que está sumiendo en la pobreza a su población, recuerdo con nostalgia el viaje durante el que hace ya más de veinticinco años recorrimos Túnez en un pequeño furgón que nos llevó desde Cartago al desierto. Nos acompañaba Shamir. Con él bebimos boukha y compramos alfombras. Él nos descubrió peces en la arena y escorpiones bajo las ruinas de Roma. 


LUNA DE MIEL

Al día siguiente de nuestra boda
volamos hacia Túnez.
No guardamos foto alguna del viaje
porque el sol del desierto 
abrasó la película.
Recuerdo el palmeral de Tozeur,
los mosaicos del Bardo
y el té a la menta de Sidi Bousaid.
Y que a pesar de todas las ruinas
el mundo era apenas un lugar
de poco más de veinte años.
Los que teníamos entonces.

JCD

lunes, noviembre 23, 2015

In the crosswind (Risttuules)

Ayer en el FICX (Festival Internacional de Cine de Gijón), y dentro de la sección Convergencias, se proyectó una memorable película estonia, In the crosswind (Risttuules), dirigida por el joven realizador Martti Helde. El 14 de junio de 1941 arrancó una encubierta limpieza étnica de Lituania, Estonia y Letonia. El gobierno soviético de Stalin detuvo y deportó a cuarenta mil personas. Las mujeres y los niños que soportaron el viaje fueron conducidas a granjas colectivas siberianas. A los hombres se les recluyó en campos de concentración donde finalmente se ejecutó a muchos de ellos. Fueron las víctimas bálticas del holocausto soviético.

Martti Helde recopiló testimonios e historias de su entorno próximo —su abuelo fue uno de aquellos deportados— y diverso material de archivo. Descubrió entonces el diario de una joven estonia, en forma de cartas nunca enviadas, que desde un kolkhoz en Siberia escribía a su marido, en paradero desconocido desde la incursión soviética. Conmocionado por lo que transmitían las palabras de la joven esposa, el director estonio tomó la valiente decisión de transmitir la sensación de parálisis descrita en ellas (la vida, de pronto, se había detenido cruel e inexplicablemente, habían dejado de sucederse las estaciones y todo era un invierno eterno). Martti Helde congeló esos recuerdos a través de trece representaciones en blanco y negro protagonizadas por actores inmóviles en medio de decorados desolados. La cámara recorre sus rostros y el pliegue de sus ropas. La luz les otorga una belleza pictórica. Y todo se acompaña de una hipnotizante voz en off que lee las dramáticas cartas que Erna le escribe a Heldur; de una música que acentúa el desgarro de la pérdida (hogar, familia y libertad) o dulcifica los recuerdos que a veces nos trasladan a la dichosa vida anterior a la deportación. Como se decía al principio: "memorable película".



lunes, noviembre 16, 2015

Dudas


Como tantas veces, mi única certeza es la incertidumbre. Cada vez que un suceso trágico golpea nuestra conciencia, un cruento sucedido que tiene responsables humanos y víctimas inocentes, apelamos a la sensibilidad y buscamos nuestro distanciamiento del crimen y sus ejecutores declarándonos almas compasivas que no albergan siquiera resquicio alguno para la tentación de la crueldad. Pero ni eso me sirve ya. No me ha colocado la vida en ninguna tesitura de venganza extrema. Quién sabe si en ese trance descubriría entonces una naturaleza diabólica en el reverso de mi alma. No sería descartable toda vez que ante las masacres nos vemos obligados siempre a embridar una sed desconocida de reparación urgente. Por eso, entre el asalto de la inclinación al desquite y la apelación a emociones mucho más nobles, se enraíza la duda. La duda que paraliza. Que nos vuelve, además, más vulnerables todavía. Y de la que al ser conscientes, también dudamos. Los gobiernos no se pueden permitir la duda: en situaciones extremas, impulsan la respuesta de quienes, entre los que les votaron, tampoco tienen dudas. Por otro lado, en el idioma de los fanáticos, la palabra “duda” no existe. Desconfío de las vigilias, los himnos de paz, las palabras emocionadas y los funerales religiosos. Temo el zarpazo legal de la venganza. Asisto encogido por el peso de mi incertidumbre a las buenas intenciones (no hacen daño, pero de qué sirven), a las amonestaciones de quienes siempre encuentran más culpa en la víctima que en el verdugo, al despegue de los aviones, al martirio ansiado de los asesinos y a los “daños colaterales” de unos y otros (esa sangre derramada por los inocentes que tan a menudo abona la espiral infinita de las guerras). Confieso que no sé de soluciones, que sólo albergo dudas.

martes, noviembre 10, 2015

Vergüenza ajena

Breve y con tino, así dice hoy PEDRO DE SILVA en varios medios de comunicación:


Buen papel, moneda falsa

Cada uno tiene su sensibilidad: con ser muy grave que en Catalunya quieran romper de forma unilateral el contrato constitucional que habían votado, lo que más me molesta no es la secesión en sí; tampoco el oportunismo alevoso de aprovechar los momentos flacos del adversario para meter el estilete; ni siquiera la enorme insensatez de poner en grave riesgo una recuperación económica que aún esta en pañales. Lo que más me molesta es la pretenciosa gesticulación heroica de los líderes secesionistas, esos rostros contraídos por la emoción de vivir un momento histórico, las lágrimas, los abrazos entre compañeros del alma de una gesta que recordarán los tiempos. Me ofende porque todo ello toma la música de la mística de la liberación, cuando allí no hay opresión alguna de la que liberarse. O sea, me ofende por kitsch, como cualquier arte falso de toda falsedad, y me da vergüenza ajena.

Pedro De Silva 

martes, noviembre 03, 2015

Musa Cafeína

Musa Cafeína se define como un colectivo artístico-cultural que organiza actividades relacionadas con el fomento de la lectura, la difusión del arte y la mezcla de diversas disciplinas artísticas. Musa Cafeína son Ana Lamela Rey y Laura Cuervo Álvarez. Escritora y música, Ana; actriz, Laura. Con la primera tendré el placer de compartir un encuentro literario el próximo viernes en la librería Santa Teresa de Oviedo.



Allí volverá a salir a la superficie este poemario guadiana que me viene acompañando muy discretamente durante los últimos meses. Una Convalecencia en Remior en la que de repente alguien repara otorgándole una vivificante nueva lectura. La que uno intentará ofrecer a quienes nos acompañen el viernes.


Algo así como lo que se dice con relación al siguiente poema:


En 1925, con 51 años, André Gide publicó Les faux-monnayeurs, que se tradujo en España como Los falsos monederos, puesto que un monedero no era sólo es un saquillo donde guardar monedas, sino también la profesión de quien las fabricaba. Si esa moneda no era lícita, el monedero se convertía en un falso monedero, o en lo que con el transcurrir del tiempo se llamó finalmente un falsificador. Las más recientes traducciones de la novela de Gide ya llevan por título Los falsificadores de moneda. Sin embargo, mi poema juega con esa imagen algo misteriosa que el viejo título transmite: ese monedero, no persona sino objeto, un monedero falso, en el que se van acumulando con una avaricia torpe las monedas de las vidas cobardes.

LES FAUX-MONNAYEURS

                                                   No se puede descubrir tierra nueva
                                                   sin consentir antes que nada en perder de vista
                                                   la costa durante una buena temporada.

                                                                                                           ANDRÉ GIDE

Navegué siempre al cabotaje,
sin alejarme nunca de los muelles,
sin alejarme siquiera del noray
que me tenía como a un perro
sujeto de una argolla.

Mi vida resultó un falso monedero
y sólo perdiéndola de vista
dejaría detrás de mí por fin
el rastro de sus migas de oro:
los muchos años malgastados
por un ciego temor a los océanos.