jueves, mayo 28, 2015

Tonino Guerra

En un espléndido artículo titulado La miel, Julio Llamazares hablaba hace unos días de Tonino Guerra, ese entrañable tipo que dejó escritos una gavilla de guiones fundamentales para la historia del cine: Y la nave va y Ginger y Fred, con Fellini; La noche, La aventura, Zabriskie Point y Blow-Up, con Antonioni; La noche de San Lorenzo y Kaos con los hermanos Taviani; Carmen, Tres hermanos y Cristo se paró en Eboli, con Francesco Rosi; Nostalgia con Tarkovski. Sin embargo, Llamazares aludía a la poesía elemental que también practicó el guionista italiano. Esa cita me llevó a buscar los poemas de Tonino Guerra. Y en la pesquisa me encontré con una entrevista que ya hace unos años le hizo Juan Vicente Piqueras para la revista La Dama Duende. Las declaraciones que en ella hacía el ya anciano entrevistado me parecieron un compendio de sabiduría.

"¿Cuáles son las mejores cosas del mundo? Las que comíamos en la infancia. Oyes a la gente que dice: "las albóndigas como las hacía mi madre..." o "las natillas aquellas...". Te acostumbras de niño a unos sabores que serán siempre los tuyos. Es como una droga. ¿Acaso comemos otra cosa que infancia?

Yo parto siempre de la realidad de cada día. Creo que la poesía está ahí y se trata de saber descubrirla. El poeta, más que un inventor, es un descubridor, un explorador. Alguien que sabe buscar y encontrar la poesía en las pequeñas cosas que parecen insignificantes. Un poeta es aquél que se quita el sombrero ante un cerezo en flor.

Vivimos una época brutal, gobernada por cínicos que comercian con la muerte, que son esbirros de la muerte, con una humanidad adoctrinada, infeliz, un rebaño absurdo cuya mayor alegría es comprar, comprarlo todo. Me gustaría decirle a la gente que hay muchas cosas en la vida que no tienen precio, cosas mínimas, milagrosas, que ya casi nadie ve. Yo, por ejemplo, en Alemania durante la guerra, sabía que podía morir de un momento a otro y pensaba: ¿qué cosas echaría de menos si me muriera? No poder comer más castañas con los amigos frente al fuego, no volver a ver la lluvia. Estas son las grandes cosas de la vida: comer castañas, escuchar el rumor de la lluvia, el silencio de la nieve que cae. Estas son las cosas por las que te sabe mal morir. Lo demás, no sé: ¿una mujer? sí, pero también se hace vieja, también muere, o simplemente se va. Todo lo humano decae. En cambio, la nieve no envejece, el olor de la lluvia no miente, los olivos no se van. Son cosas que están ahí, dispuestas siempre a iluminar la niebla que somos.


La única manera de vencer a la muerte es permanecer durante mucho tiempo en la memoria de los demás. Yo creo que todo lo que he escrito y he hecho en esta vida no tenía otro objetivo."

lunes, mayo 25, 2015

El tetris poselectoral gijonés

El pueblo o la ciudad son las prolongaciones de nuestra casa. Esa extensa antojana sin muretes donde convivimos.  El patio de vecindad. La escuela de nuestros hijos. El paseo, el ocio, el parque. El ruido y el aire. Los animales domésticos. Las calles limpias o sucias. El horizonte libre o cercenado. El consuelo de nuestros ancianos. Las posibilidades culturales. Los museos. Las fiestas y los duelos. Las terrazas. Los campanarios y las sirenas. 
Gobernar una ciudad siempre es difícil. Poner de acuerdo a tantos y tan diferentes es resignarse a lo imposible, sin renunciar, sin embargo, a servir honradamente las causas de la mayoría: conseguir que estas pequeñas patrias nuestras sean habitables persiguiendo las miserias y la distorsión, procurando el aseo de calles, jardines y moradas, la atención de los que no se valen por si mismos por edad o infortunio, la libertad responsable de los jóvenes, la ambición transformadora sin hipotecas eternas ni menoscabos medioambientales, la celebraciones que no sean sólo pan y circo, el amor por lo propio y su cuidado común como objetivo.
Debe de ser una labor titánica afrontar estos retos desde una alcaldía salvando los obstáculos que en ante esa responsabilidad levantan tanto los prejuicios políticos como los malas prácticas consolidadas.  Debe de ser aún más inabordable el trabajo si se llega a él con soberbia o sin ideas.
La inercia de las victorias repetidas llevó en Gijón al Partido Socialista al ensimismamiento arrogante y, no en pocas ocasiones, a la gestión arbitraria. Después de capitanear una moderna metamorfosis urbana, que no sólo adecentó la fachada marítima de la ciudad y reordenó su trazado íntimo, sino que dotó a sus barrios de una magnífica red de servicios sociales, deportivos y culturales, los gobiernos locales del PSOE fueron hipertrofiando una estructura política y de gestión con demasiados visos clientelares. 
La irrupción de Foro supuso un recambio sorprendente por la identidad de quienes lo protagonizaron: una derecha ilusionada con un proyecto político que rompía finalmente con el cainismo popular gijonés y confiaba su suerte a la redención asturianista y personal de una vieja gloria política.  El cartel electoral forista aupaba a la primera línea a una reputada cirujana que se encontró, inesperadamente, sentada al frente de una corporación municipal de tanta relevancia sin disponer no sólo de bagaje político o experiencia en la gestión, sino tampoco de proyecto alguno de ciudad. Ello llevó a Moriyón a gobernar casi por inercia, y con criterios de económica doméstica, un ayuntamiento de más de trescientos mil habitantes.
En los resultados de las elecciones municipales recién disputadas, se ha premiado, por quienes la apoyaron hace cuatro años,  la gestión aseada de la alcaldesa forista. Además, el electorado de centro-derecha no tenía otro referente fiable a la vista de lo que el PP volvía a proponer: un candidato bienintencionado, pero absolutamente desconocido, sin pedigrí político y sin relevancia profesional o social alguna.
Por el otro lado de la balanza, el voto se ha fragmentado de tal modo que se auguran unas negociaciones reveladoras en los próximos días.
Los socialistas no sólo siguen perdiendo apoyos en una ciudad que ha comprobado cómo aquellos servicios que alentaron se mantienen y funcionan sin que el PSOE esté al frente del gobierno local,  sino que le han perdido el pulso a muchos de  los órganos vitales de la sociedad gijonesa: cultura, asociacionismo o juventud. En la oposición mantuvieron cierta arrogancia. Para gobernar precisan ahora practicar la concesión convencida u obligada, y sí lo consiguen, sobre su futuro electoral penderá esa maldición que suele perseguir a los gobiernos plurales de la izquierda que el PSOE encabeza —condenados generalmente a padecer tensiones irresolubles, gasto incontrolado y castigo en las siguientes urnas—.
Por otro lado, la emergencia de la marca local de Podemos los sitúa ante una tesitura de la que no parece que vayan a salir demasiado bien parados: dejar gobernar a la derecha o implicarse, desde la minoría, en el gobierno de la izquierda (siempre y cuando arrinconen ese mantra propio que airean a los cuatro vientos y que afirma  que PP y PSOE son lo mismo).  Para quienes, hasta ahora, basaron su auge en la prédica, comienza el momento de dar trigo.
Más cómoda parece, a priori, la posición de Izquierda Unida, que aguanta, mermada pero sin fenecer, el embate de esa izquierda que hasta ahora estaba fuera de las instituciones, dándose tiempo para restañar sus propias heridas internas. Su historia avala que puedan apoyar sin remilgos un gobierno de izquierdas para la ciudad.
Queda la testimonialidad del Ciudadano. Su partido no deja de ser, por el momento, una mezcla variopinta de liberales refinados y tránsfugas sin vergüenza (la foto de Nicanor García y Nacho Prendes en la noche electoral resulta bochornosa). A ver por dónde sale su representante local.
Al próximo gobierno gijonés ha de exigírsele, además de decencia, de aseo en la gestión, de transparencia en todas sus acciones, un proyecto de ciudad que combine ambición y mesura, que permanezca pendiente de los que más necesitan el apoyo de las instituciones (tanto a nivel individual, desempleados o desfavorecidos por edad o situación social, como a nivel colectivo, barrios o afueras), que mantenga una fiscalidad sensata y justa y un equilibrio financiero que no comprometa el futuro presupuestario del ayuntamiento, que aborde el urbanismo con racionalidad, sin “grandonismos” y con una visión de crecimiento que permita la protección del cinturón verde urbano.
Las expectativas son inciertas, los pactos difíciles y hasta arriesgados si se afrontan midiendo sus posibles consecuencias políticas a corto plazo —las elecciones generales se celebrarán a final de año—.
La superación del desapego hacia lo político pasaba, según la mayoría de los analistas políticos, por el derrumbe del bipartidismo. Pues bien, conseguido. Ahora empieza una nueva época. Salvo que la falta de acuerdos y la consecuente incapacidad para el gobierno genere al cabo de unos meses nuevas convocatorias electorales. Quizás entonces se mire hacia Italia, donde acaba de reformarse el sistema electoral en un sentido muy distinto al que los partidos hasta ahora minoritarios pretendían en España.  
Cuando se intenta el tetris político, todo son codazos.

jueves, mayo 21, 2015

Camín del sol

Con los restos de un naufragio, Rubio Camín levantó una escultura óxida camino de La Providencia. Por sus resquicios, el sol tiene a veces, al final de la tarde, el aspecto de una luz que se dejase encendida en el pasillo. Esa lámpara que a veces reclaman los niños para conjurar el miedo de la noche antes de dormirse. Camín de sol, el título de esta fotografía, juega con una doble significación, la del itinerario solar evocado en lengua asturiana, y la del escultor que entregó su obra al acantilado y sus luces cambiantes.

viernes, mayo 15, 2015

Convalecencia en Remior según Julio Obeso


Toda convalecencia representa, al menos, memoria de lo sucedido y esperanza en la recuperación. Allí por donde se quebró el hueso, alrededor del órgano enfermo, se pueden trazar algunas de esas líneas que miden la distancia angular del progreso. Ocurre que las verdaderas referencias de la vida, raramente pueden expresarse en grados minutos y segundos. La paradoja es el ecuador y de ahí en adelante, toda la mar es nueva. 

Remior, en la cartografía de José Carlos Díaz, es un atolón donde chillan aves totémicas mientras incuban, en grandes nidos de inseguridad, los pájaros que mañana nos van a colonizar. No hay desasosiego, violencia, solo una lenta comprensión de esa realidad terca que es el tiempo; viento que nos moldea en su fijación de surcos y sordera.

"Todo se alcanza al tiempo como un don
que apena si agradeces,
en el que incluso ni siquiera reparas,
pues para entonces tu tiempo lo ocupan
las grietas de los muros,
las quejas de los suelos,
la humedad en rincones y techumbres
y el eco del vacío
que como ánima en pena
golpea las aldabas de tu cuerpo."

Gozar de un espacio que nos ha sido concedido como el fruto de un robo, bala en el pie o deterioro, abunda en esa cualidad atrófica del ensimismamiento. Porque este poemario es el resultado de una constancia terapéutica. ¿No veis el balanceo del calendario al cerrarse la puerta, al tullido recobrar esa móvil tendencia a un lugar mejor, que nos hace tan humanos?

“Constancia de acercarse en las mañanas
un día y otro hasta la playa donde todo comienza,
donde el mundo amanece como si estuviera de viaje
                        y extrañase tanta belleza de pronto”

José Carlos, en estas páginas de lenta ternura, resuelve, imagen tras imagen, los bocetos de la infancia, los apuntes que situaron, en urgentes servilletas de papel, los puntos cardinales de lo que se fue o pudo haber sido. ¿Quién no, en el dolor de los hijos, en los últimos días de verano, en la nostalgia de una patria diminuta? ¿Quién no espera el milagro?

“Cuando los ojos miran desde el suelo
hasta la hierba más humilde
puede parecer al viento un oleaje
y hasta mi casa,
que en el mapa del mundo
no es más que un átomo de polvo,
podría albergar desde ese alzado escaso
el enorme tamaño de una noche sin sueño."

De haberle conocido antes, le hubiera pedido al fusilero, una bala en el pie con pasaporte a Remior. 

Julio OBESO

(Gracias, Julio.)

jueves, mayo 14, 2015


Tomé estas fotos a primera hora de la mañana, con la bruma aún fresca, una luz sucia y el mar muy quieto. Subí  el camino desde el que se abarca la playa. Su margen izquierda está pespunteada por traviesas de tren. Son como lápidas levantadas a viajes de extraños. No llevan la inscripción de sus destinos, pero sí la tortuosa cartografía del tiempo en la madera y el color acumulado de la lluvia y las pleamares.


martes, mayo 12, 2015

Emergencia

Hoy, la acepción más habitual de la palabra emergencia es aquella que se refiere a un suceso o accidente sobrevenido, a una situación que requiere una respuesta inmediata. Por eso ante las emergencias parece existir el deber moral de actuar adecuadamente. Sin embargo, la raíz etimológica es latina y está conformada por el sufijo “ex” (hacia afuera) y su lexema “mergere”(sumergir), por lo que venía a expresar la recuperación de la superficie por aquello que estaba hundido. Quizás esta duplicidad semántica se manifieste también en la campaña electoral. Se ha instalado en el inconsciente de gran parte del electorado la obligación moral de ayudar a lo que emerge como si sobre todo lo que brota, al margen de cuál sea su naturaleza última, debiese procurarse la emergencia del cuidado. Ante esta especie de ingenuo samaritanismo, no debe olvidarse que también las malas hierbas tienen su frágil periodo de germinación.