martes, septiembre 18, 2018

Cine o sardina


Contaba Cabrera Infante que cuando  su hermano y él eran niños, su madre les preguntaba si preferían ir al cine o a comer. Eran malos tiempos. Su madre decía: "¿cine o sardina?". Nunca escogieron la sardina. La vida se podía concebir sin sardinas, pero nunca sin cine.

Hoy hemos estado de nuevo en Candás. Al alba. Cada año, por estas fechas, un poeta recita desde el espigón unos versos al amanecer. Cuarenta ediciones van y todas impulsadas por ese hombretón bueno y entusiasta que tan dentro lleva a su pueblo, José Marcelino García.

El amanecer era especialmente hermoso. Como un cinemascope proyectado a la altura del horizonte. La rubiana, que así la llama Paco Velasco, vino a hacernos honores en tan señalada fecha. A ella estábamos convocados los poetas que aquí estuvimos en alguna de estas mañanas de poesía al alba. Nuestros nombres son ahora las escamas de unas cuantas sardinas de cerámica que adornan el espigón del muelle.

A uno le complace estar fuera del pez, y no dentro, como Jonás. Y que se hayan acordado de que anduve por aquí leyendo unas cuartillas en voz alta en una mañana igual de hermosa. Esperando la amanecida, los cantos marineros de los candasinos, la danza prima y el chocolate con churros.

No sé si las sardinas nos sobrevivirán. Si al cabo de los años quedarán de ellas poco más que las raspas. Pero el alba nos sobrevivirá seguro a todos y a todo, a los poetas, a la vanidad de este instante y a los versos que un día leímos aquí. Como bien decía Guillermo Cabrera Infante, la vida se puede concebir sin sardinas, pero qué sería de la vida sin esos amaneceres de cine.