lunes, julio 19, 2010

A ver cómo lo explico

Nunca se comienza un aforismo diciendo “a ver cómo lo explico”, y sin embargo esa expresión de incertidumbre está siempre en el origen.

A ver cómo lo explico: uno debería aprender a observar desde arriba lo que, siendo demasiado suyo y por tanto singularizándolo para mal, anda a la altura de los bajos del pantalón, rozándose gozosamente con los suelos. Habría que remangarse y mirar al frente, sintiendo en los pies, al cruzar los charcos, las cosquillas de los renacuajos: pequeños, negros e informes. Ah, y sonriendo. Como las hienas.

A ver cómo lo explico: nunca acierto a ubicar las fronteras que delimitan la dignidad, por el norte, con el orgullo, y por el sur, con la humildad. Quizás se deba a que tenga un concepto demasiado elevado de mi propia dignidad y unas mejillas escasamente bíblicas.

A ver cómo lo explico: alguien me contó hace poco la historia de un hombre al que una pesadumbre mató de un cáncer. Medicina preventiva: no fumar, no beber, no comer insano. Siempre es posible el esfuerzo de la contención. Pero quién podría albergar un alma inmune. De qué valdría la vida si finalmente también se contuviera la compasión.

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