martes, mayo 05, 2020

Invadamos Venezuela


Las autoridades han empezado a relajar el confinamiento. Se puede salir, por turnos, a la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos…, me temo que lo de siempre: irresponsabilidad social. El sábado, primer día de esta nueva fase (serán varias, escalonadas y liberando, poco a poco, las ataduras impuestas por el covid), nos acercamos a la playa temprano. Abarrote como en día de semana grande. Pocos viandantes con mascarilla, apenas se procuraba la llamada distancia social, los corredores pasaban al trote sudando, jaleándoe y jadeándose mutuamente. Se formaban hasta grupos de paseantes con ganas de cháchara o de atletas con necesidad de liebre. Salimos de allí pitando. Dado el ambiente de despreocupación absoluta en la población aparentemente sana, no sería descartable un rebrote en los próximos días. Un rebrote que, además, pillará antes a los de siempre: débiles del mundo, uníos.

Ayer, a última hora de la tarde, cuando volvíamos de pasear un rato en las horas autorizadas, nos sorprendió una cacerolada a la altura de la Plaza Europa. Al menos el sonido llegaba hasta allí, aunque luego descubrimos que el foco irradiaba desde la Plaza Piñole. Echamos una ojeada. Eran media docena de cacerolistas furibundos. Le daban a las potas, bandera encresponada mediante, como si tuviesen entre las manos la cabeza de Sánchez o Fernando Simón. El país va a salir de esto con una inquietante fractura política, con una polarización de posturas en la sociedad que será imposible resolver si no se trabaja el sosiego durante mucho, mucho tiempo. Pero, ¿quién va a dedicarse a pacificar el ambiente? Si al menos en los medios de comunicación la tendencia más generalizada fuese el juicio moderado y el acercamiento de posturas, pero resulta que es precisamente desde radios y periódicos, sobre todo, desde donde más leña se echa al fuego. En estos tiempos en los que se pide a los lectores que colaboren con la supervivencia de los diarios suscribiéndose a ellos, lo que parece que se está solicitando en realidad es una afiliación con derecho a recibir contenidos multimedia de un aparato ideológico de prensa. Ayer escribía Rafael Quirós, con humor casi negro, que cuando se escuchaba, por ejemplo, media hora de informativos en la COPE, entraban ganas de invadir Venezuela (remedando a aquello que dijera Woody Allen sobre escuchar a Wagner e invadir Polonia). Pues eso. 

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