jueves, febrero 10, 2011

Caxigalíne(a)s

Debe procurarse que el inevitable ruido que genera el roce con los otros ni desordene cuanto se dice, ni perturbe los silencios imprescindibles.

Por qué con desesperante constancia suecede siempre que las aclaraciones que intentan paliar los malentendidos terminan por convertirse en una suerte de agonía que las más de las veces tiene un desenlace fatal.

Qué contrariedad estos humildes orígenes míos. Nada es más distinguido que el silencio, pero uno es un villano al que le pueden las palabras.

¿No hay en toda interpretación un pecado de arrogancia?

¿No hay en toda mala interpretación un ejercicio de ignorancia —o, en el peor de los casos, de mala fe?

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