jueves, junio 21, 2007

Remontando el Navia










Los días y el olvido
nos suturan muy por dentro,
restañan menudillos y memoria,
esparcen sol y sales
en medio de las muchas cicatrices.
Cauterio inútil que de nada sirve
al remontar el río,
las orillas que dimos por perdidas,
los nombres más hermosos
que nadie le haya puesto
jamás a unos lugares:
Porto, Miñagón, Villacondide;
Serandinas, Las Viñas y Torrente.
Labial cartografía de mi infancia
.

© Xuan Serandinas

Cuenta Xuan que cuando volvía a los lugares de su gente, donde habían nacido y crecido sus padres, donde estaba, pues, su propio origen, donde él mismo pasaba las vacaciones de verano, donde recuerda haber sido feliz, a donde siempre le llevaban ciertos olores que le son más gratos que cualquier perfume, por donde ahora vive en una envidiable paz, cuenta, digo, que en aquellos retornos, cuando el coche que lo llevaba enfilaba la carretera que partiendo de Navia sube el curso del río hacia Serandinas, su pueblo, algo difícilmente descriptible se le desleía por dentro, tenía el peso de un dolor casi grato, la consistencia de un fluído espeso y el poder de obligarlo de repente a escribir sobre las cosas. Eso dice y yo lo creo.

9 comentarios:

FPC dijo...

Es notable cómo la frase de Rilke (creo que es suya) se hace realidad en todos: el territorio de la infancia es la patria del escritor. Leo a muchos que, tarde o temprano, se remontan a nombres de su infancia, de lugares o gentes, y los tienen por los más hermosos. Es seguro que entran en competencia con los de otros escritores que también consideran a los suyos "los más hermosos". No es cuestión de belleza sino de pertenencia. Y así, quizás, la labor del escritor sería conseguir que los demás consideraran hermosos esos nombres y esos territorios que uno tiene por propios. Como estos de Serandinas. Gracias. Un abrazo.

Alexandrós dijo...

Bien hermoso que es

Anónimo dijo...

Qué bonito lo que señala FPC, tan puntual como de costumbre. Creo que es la primera vez que me detengo a pensar en ello, o quizá no... tal vez estaba cerca y por descuidada seguí de largo.

Precisamente hará un par de días, reescribía yo en una carta ese verso de Octavio Paz que considero hermoso : "mi casa fueron las palabras".

Acaso las palabras además de contenernos, irremediablemente evocan algo, la infancia a veces ya tan lejana será del terreno el más fértil para la evocación, porque es allá que nos formamos, que colocamos la primera piedrecilla a la que le sucederán tantas otras; encontramos las primeras caricias, los primeros atisbos de asombro y también las primeras heridas.

Y es probablemente que al musitarlas de nuevo encontramos respuesta y salida a tantos extravíos, ¿no es el olvido, el mayor de ellos?

Este poema te lo agradezco hoy, es bello, es un poema de encuentros, un mapa grande, grande; extensión del propio.

Cariños. Rox

pasmada dijo...

Cuando la vida se pone cuesta arriba recordar los paraisos de la infancia suele reconciliarte con la vida...o, al menos, te da un respiro

Un placer leeros

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Cuenta Xuan Serandinas que cuando volvía a los lugares de su gente, donde habían nacido y crecido sus padres, donde estaba, pues, su propio origen, donde él mismo pasaba sus vacaciones de veranos, donde recuerda haber sido feliz, a donde vuelve con ciertos olores, por donde ahora vive en una envidiable paz, cuenta, digo, que en aquellos retornos, cuando el coche que conducía su padre enfilaba la carretera que partiendo de Navia subía el curso de su cuencia hacia Serandinas, su pueblo, algo difícilmente descriptible se le desataba por dentro, tenía la apariencia de un dolor dulce, la consistencia de un fluído espeso y el poder de volverlo de repente algo poeta. Eso dice y yo lo creo.
Un abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Me ha emocionado Xuan.
Me ha recordado tantos lugares que fuí abandonando desde niña, sabiendo que cuando el coche se alejaba, era para no volver.Volví de mayor a algunos de ellos y me fué dificil encontrar el parecido.

Saludos

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

El parecido no anda en las cosas, sino en lo que las cosas fueron y aun conservan de modo imperceptible. Eso sucede, me sucede, a menudo con los paisajes. Nunca son los mismos, a veces se han transformado brutalmente, pero queda en ellos -y no hace falta raspar mucho- lo que de nosotros tuvieron un día´.
Un abrazo, Luna.

Anónimo dijo...

Tienes razón, gracias.

7Ventura dijo...

TE invito a ver un corto sobre Ventanas y Baudelaire muy cortito de 3 minutos a ver que te parece


http://7potosi.blogspot.com/