martes, marzo 04, 2008

Eppur si muove

Si hubiera un tercer debate ya no lo vería. Fue uno al primero con curiosidad. Al segundo con resignada aplicación de ciudadano responsable. Pero ni uno más. Dicen que en EE.UU. los candidatos se enfrentan en tales citas con cierta asiduidad. Es de suponer que se utilice otro formato, porque de ser el elegido como el nuestro, me temo que la audiencia norteamericana de tales eventos no sea mayor que la de los documentales de la 2. Aquí la cosa consiste ni más ni menos en que cada candidato hable de lo que le parezca –independientemente de lo que el otro le pregunte o de qué le haya acusado-, en que se esgriman gráficos y cifras a discreción –¡qué fácil es dibujar un par de barritas de colores y darles el tamaño adecuado!- y en poner al rival de vuelta y media más o menos educadamente. Y en el fragor de la sinsustancia incluso en empecinarse en desmentir soplapolleces varias o abrir como en las romerías la tómbola de las gangas. Me pregunto, abstraído por un instante de los guiños compulsivos y las solemnidades vacuas, si ninguno de estos tipos tendrá la feliz idea de decirle a la gente que son de carne y hueso, mortales y falibles, que de vez en cuando se equivocan, que además son conscientes del momento en que ello ha sucedido y de que no consideran ningún baldón reconocer los errores puesto que ello les permitiría no volver a cometerlos. Porque lo que se echa en falta en todo esta discusión tediosa no son las promesas, sino las rectificaciones. Qué confianza puede albergarse en quienes permanecen encastillados en sus posiciones, por muy erradas que éstas se hayan demostrado. Miren, a riesgo de que me tomen por antiguo, uno se manifiesta galileano en estas cosas, y contra la visión partitocéntrica de la sociedad, según la cual todo gira en torno a los intereses de la formación política a la que se pertenece –cada vez más piramidales y acríticas-, quisiera creer que todo podría discurrir más armónicamente si las posiciones sobre los asuntos fundamentales se argumentaran desde el sentido común y no desde el prejuicio. Por ello debería exigirse un compromiso estable, sólido y sensato sobre asuntos tales como la educación, la sanidad, la política antiterrorista, el reparto de agua, las infraestructuras o el modelo de estado. Hay un empeño suicida en enfrentar huestes sin reparar que este país no se merece que al electorado se le convierta en la extensión clónica del entusiasmo religioso de la militancia de partido. Mientras el resto nos movemos alrededor del sol, ellos giran, como asnos en noria, en torno al cocido que les asegura la servil reverencia a la consigna de turno.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Que triquis-miquis, por Dios

amart dijo...

Aburrimiento, resignación, impotencia, tristeza. ¿Tenemos lo que nos merecemos? ¿Merecemos lo que tenemos? ¿Qué hacemos con nuestro voto? ¿Qué harán ellos con él?
Tengo tantas ganas de ejercer mi derecho, que a lo mejor me quedo en casa leyendo y escuchando música. ¿Que entonces no podré quejarme? ¿Es que me sirve de algo quejarme ahora?
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me preocupa y creo que lo he dicho anteriormente, lo joven que es nuestra democracia y lo vieja revieja que la hacemos.
Mi voto y el de mi familia es obligatorio y siempre será un voto ilusionado por una razón muy sencilla que me enseñó mi padre, que desapareció de la vida hace ya 22 años.
Él me enseño que aquí hubo muchas personas que lucharon, fueron torturadas y perdieron la vida para conseguir el voto. Él me decía que era la mejor manera de respetarles siempre. "Votad siempre y hacedlo con alegría y entusiamo, ganarlo ha costado mucho y perderlo cuesta poco" yo soy una hija obediente y además él tenía razón´, qué narices.

Saludos

Luna

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Yo, querido Amart, estaba más en tu línea que en la de Luna. Estaba. El domingo, sin embargo, volveré a las urnas con una moderada ilusión. No diré que he visto la luz -no vayáis a considerarme un iluminado-, pero sí al menos atisbo que hay algo nuevo en el panorama político por lo que merece la pena apostar. No hablo de personas. Hablo, sobre todo de ideas, de un proyecto cimentado en el sentido común, que no aspira a gobernar, pero que no sería malo que influyera en quienes finalmente gobernasen. Me refiero a UPyD. Siguiendo el consejo de Luna votaré con alegría.
Un abrazo a ambos.

amart dijo...

Después del salvaje y cobarde asesinato de hoy, venzo la inercia de hace un par de días. Cómo no voy a votar. ¿Me creerías si te dijera que comparto tu opinión acerca de UPyD? Sin embargo (y aquí la duda), no estoy seguro de la utilidad de la opción, al menos en este momento, ante un bipartidismo tan dominante.

Anónimo dijo...

La derecha siempre tan preclara en su voto mientras que la izquiera se pierde en debates de pureza y escucha cantos de sirena en, por ej, en UPyD.