viernes, diciembre 01, 2006

Ella

Desde las ventanas de la oficina se veía un hermoso amanecer de otoño, hilachado en rojos, polarizado por las primeras luces de la mañana. Dejaron todos sus primeros quehaceres del día e hicieron piña ante el hipnótico espectáculo. Dijo ella entonces: seguro que va a llover. Y se rompió la magia. Se deshizo el grupo y cada uno volvió a su mesa de trabajo. Alguien explicó más tarde, en un corrillo de máquina de café, en uno de esos descansos al que ella nunca acude porque la cafeína le produce taquicardias, que siempre había sido así, desde pequeñita. Fijate que cuenta su hermana que jugaban de niñas en casa a las excursiones. Que preparaban bajo la mesa del comedor el mantelito, los cubiertos y la comida, que emprendían a continuación un largo viaje hasta la mitad del salón y desplegaban todo aquello como si hubieran llegado a una pradería hermosa al lado del río, como si se dispusieran a disfrutar de un hermoso día de campo. Y de repente, ella urgía a recogerlo todo porque le habían caído las primeras gotas gruesas de una tormenta épica.

2 comentarios:

Fackel dijo...

¿Por qué le gustará a ella fastidiar? ¿Sólo porque siempre ha sido así? (Perdón: me he colado en tu blog y este post me ha picado la curiosidad...Con más tranquilidad seguiré leyendo los Diarios Rayuelos)

Mientras, un saludo animoso.

Francisco Ortiz dijo...

Uno de esos textos pequeños pero llenos de cosas buenas.