Ayer no trabajé. Bajé al mediodía a por pan y fruta. Antes de las dos preparé la mesa. Comí con mi hijo. A los postres tomamos fresas con zumo de naranja. Recogimos y nos sentamos a leer en el salón. Él se tendió sobre el sofá, apoyando en la barriga un grueso volumen de aventuras, Eragon. Antes de abrirlo, se colocó sus gafitas de montura roja. Le dan un divertido aire de pitagorín. Puse un disco de Art Tatum y Ben Webster. Tomé asiento y abrí yo también mi libro, No digas noche, de Amos Oz -una muy recomendable novela-. Afuera tan pronto granizaba como lucía por sorpresa un sol breve que iluminaba apenas unos segundos toda la casa. Sonaba la música como el día: pluvial el piano, tibio el saxo. Estábamos solos, en silencio, atentos a nuestras lecturas y oyendo de fondo My one and only love cuando el sol de nuevo, y por sólo un instante, brilló más que la lámpara de pie que compartíamos.
8 comentarios:
Qué maravilla de tarde.
¡Ay! querido Diario. Tú escribes pan y acompañando la palabra puedes escribir una o cien frases más y siempre pensaré que todo en torno a ella es maravilloso.
Este entrada lo es. Me gusta cuando escribes de la tarde y de los aromas de casa, de tu hijo... no sé, me gusta mucho.
¿Le das un abrazo por mí?
Bonito día (allá ahora será de noche)
Umm, qué bien, Tatum y Ben Webster en la mejor compañía.
Supongo que será agradable en el futuro volver sobre estos textos, un poco como se hace con las fotos antiguas. Procuro así la memoria de algunos instantes.
Gracias por vuestras visitas.
(P.D.: le será dado, Rox.)
Has dibujado la felicidad, ni más ni menos.
Un abrazo.
Quizás tengas razón, Miguel, y la felicidad sean esos breves instantes de dicha.
Otro abrazo para tí.
Afuera hace frío otra vez. El invierno casi inexistente da sus último coletazos. Día de quedarse en casa
Cogeré también un libro, prepararé un café, me tumbaré en el sofá, me echaré una manta sobre los pies y, en mi caso sin música, me voy a ese lugar donde estabais vosotros.
Encantados de que nos acompañes.
Le diré a mi hijo que tenemos en casa a toda una escritora.
Un abrazo, Rosa.
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