jueves, enero 11, 2007

Un sueño

Sinceramente, me da un poco de apuro confesar que esta noche he soñado con Gamoneda. Pero bueno, ya se sabe, los sueños suelen sorprender nuestra consciencia Después de transcurrido más un mes desde la concesión al poeta leonés del Cervantes, he soñado con Antonio Gamoneda. Recuerdo vagamente el sueño. Caminaba junto a él hasta una vieja y, aparentemente, abandonada estación de ferrocarril. Juraría que era la estación de Puerto de Béjar. Se me hacía difícil entenderle, su voz más que débil era oscura. De cualquier forma permanecí atento a su monólogo ensimismado durante un buen rato. Luego, y tras una abrupta elipsis -al menos en mi memoria-, nos encontrábamos charlando minutos antes de que se dispusiera a intervenir en un acto poético que, creo, iba a celebrarse en el Ateneo Obrero de Gijón. Bebíamos agua en vasos de sidra. La gente iba llegando y tomando asiento. Yo empezaba a intraquilizarme, nadie parecía dispuesto a presentar al conferenciante. Menos mal que se echó a llorar el niño de mis vecinos y me despertó. Lo más curioso es que me había recorrido, en un santiamén, casi toda la Ruta de la Plata.

8 comentarios:

Miguel Sanfeliu dijo...

No sé, a mí esto de soñar con Gamoneda me parece, cuanto menos, inquietante.
Un saludo.

Joaquín dijo...

Cierto, lo más intrigante de los sueños es que un instante estás en en tu casa, y al rato en las Ramblas de Barcelona, por ejemplo. Pero en los sueños nada es lo que parece, ni siquiera Gamoneda.
Saludos.

Anónimo dijo...

Inquietantes son tus relatos, Miguel -como el último, Noche de Reyes-. Soñar con Gamoneda resulta, más bien, inesperado y divertido. Espero no haber molestado a ningún gamonedista -sobre todo a Doce-. El sueño fue real, válga el oxímoron.
Un cordial saludo.

Joaquín, me alegro de que le añadas a la Rayuela unas gotas de tu majao.
Bienvenido y un abrazo.

Alexandrós dijo...

Tiene mérito el sueño. A pesar de que "Arden las perdidas" está sobre mi mesilla, Gamoneda no ha logrado salir de mi corazón hacia el inconsciente.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Es realmente perturbador el amasijo que hacen los sueños con nuestros recuerdos. Por la estación de Puerto de Béjar pasé este verano. Sobrecogia su abandono. Por otra parte, asistí hace años a un recital poético de Gamoneda en el Ateneo Obrero de Gijón. Y, por último, tengo la costumbre de beber agua muy fría en vasos de sidra. Sabe mucho mejor. Ahora bien, es el engranaje de todo ello lo que tiene mérito, y no es mío, como a buen seguro diría Bretón.
Un abrazo, Alejandro.

Anónimo dijo...

Buen día querido Diario... es una mala costumbre que tengo, el leer los comentarios y creo que quiero al margen acotar lo siguiente en función a ello, déjeme platicarle. ¿Quiere? -Alguna vez platicando con un poeta que admiro mucho, abordábamos el tema del onirismo. Terminamos luego de un par de intercambios acalorados, llegando a la conclusión de que la vida misma es un sueño y la realidad se trastoca de tal forma que llega al punto de percibirse como poesía. Creo así, firmemente, que algunos sueños se reescriben unos a otros; como una metáfora. Y pues... de pronto nos encontramos en una habitación parecida a aquella donde el aliento de un vecino puede infundirnos un temblor, porque llega más como ventisca que como exhalación. Luego entonces Ud sueña con Gamoneda y yo repito ojos de perro azul mientras doblo las cortinas, es creo... lo mágico de un sueño... ¿quién sabe? quién dice que el vaso de sidra con agua bien fría, de la nada llegue a ser un cubito de vidrio, desde donde el mundo entero se trasluce, vigila el nacimiento de la luz y lo fracciona, y nos toca a todos por igual, dulce, cual es la bebida... con pequeñas burbujitas deteniendo el tiempo que parece que pasa sin terminar de hacerlo.

Anónimo dijo...

Roxana, platíqueme siempre.

Anónimo dijo...

Siempre, es una palabra muy bella.

Buena noche. Ud debe andar por el quinto sueño o el segundo corredor. Cómo saberlo, resulta que yo estoy despierta.

=)