Es viernes por la tarde
de un invierno de luz violeta
y aire frío.
Oigo algunos discos
con viejas melodías de clubs nocturnos,
suenan como entre humo,
a blanco y negro.
Andan sobre la mesa
varios libros mal apilados en escalera;
y por el suelo,
deshojado y otoñal,
el periódico de la mañana.
Mi hijo juega con guerreros
y le percuten en los labios
salvas de disparos
y silbidos de flechas.
Se me han ido instalando
los días de la semana
encima de los párpados,
contra el sueño,
a la altura de las vértebras doloridas.
Han sido como cinco dedos
que me apretaran
hasta extraerme por las costuras
un zumo agrio y propio
que cae en lamparones
manchándome los pies y las alfombras.
1 comentario:
No tienes idea querido Diario, cuánto es que disfruto estas entradas.
=)
Bello día.
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