jueves, marzo 08, 2007

La clac

Se han escrito a menudo las crónicas parlamentarias siguiendo las pautas de la reseña teatral. Obra representada, interpretación de los actores, puesta en escena y juicio crítico de lo visto. De la acogida del público poco cuentan sin embargo, las tribunas son reducidas y están ocupadas por amigos o familiares. Y el auditorio, sobre todo en los grandes estrenos, es espectador televisivo. Sus reacciones son materia de encuesta, no de crítico de espectáculos. Choca, no obstante, en medio de los dichos paralelismos entre parlamento y escena, la actitud del coro. Decía Roland Barhtes que en la tragedia griega tenía aquél por función preguntar e incitar a la meditación. Los coros de las Cortes Generales son algo distinto ahora, tienen más que ver con la clac del viejo teatro, aquel conjunto de paniaguados que aplaudían a cambio de remuneración o entrada gratuita. Y aún a pesar de ese parecido, también hay diferencia entre aquella clac y ésta. Entonces la soldada era a costa del dueño de la sala de representaciones; ahora es a escote entre todos.

7 comentarios:

Portarosa dijo...

Pues sí. Triste panorama.

Un saludo, y buen fin de semana.

Daniel Pelegrín dijo...

Muy afortunada la comparación.
Bom fim-de-semana.

Anónimo dijo...

Es verdad, el auditorio de los parlamentos es básicamente televisivo o ‘mediático’, como se dice ahora. (De hecho, el espacio que se reserva para el público no es el de un auditorio ‘normal’, sino mucho más reducido). Pero uno, que ha echado bastantes horas cubriendo información parlamentaria, el primer desencanto que sufrió, la vacuna del primer descreimiento fue comprobar, ingenuo de mí, que esos foros públicos concebidos (al menos en teoría) para que a través de la palabra, del debate y de la razón se avanzara en el entendimiento del bien general, no eran por lo general sino los campos de maniobras, mustio collado, de batallas cuyo final solía venir predeterminado por la aritmética, no por la democracia. Y ahí fue, en esos escenarios, donde empecé a entender la ‘frustración’ a que está sometida siempre la oposición, cualquier oposición. Y que no se adivinen falsos prejuicios: mis reservas no son un subterfugio contra la democracia o nuestro sistema político (no conozco otro mejor), sino una observación tal vez algo pedestre sobre la condición humana. Sin hipotecas partidistas.
Un saludo.

Anónimo dijo...

"...entendimiento del bien común" quise escribir (sin tanta cacofonía de 'general'). Perdón por el error.

Alexandrós dijo...

En este escenario en el que actúan dos compañías, una se ha saltado el guión y en vez de interpretar la obra se dedica a gritarle al público lo mal que lo hace la otra compañía. Los espectadores, cansados de tanto alboroto, abandonan el teatro para esperar a la salida a los actores que usurpan el papel de los críticos. Allí los abuchearán y les afearán su conducta para que nunca más vuelvan a incurrir en esa patraña.

Anónimo dijo...

Te devuelvo tu grata visita. Me gustan tu serenidad y buen sentido. Me ha gustado especialmente la propuesta de Rapoport que citas en "de perfil". Creo, que efectivamente sería muy necesaria, especialmente fuera del ámbito de la controversia científica. Procuraré aplicarla.
Un saludo.
(El comenterio del poemario sobre el terremoto de Lisboa, estupendo.)

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Esta entrada surgió al hilo de un rifirrafe parlamentario en el que dos portovoces se interpelaban desde sus asientos, sin subir a la tribuna. Por un momento, me abstraje de cuanto decían uno y otro y me dediqué a observar a quienes les rodeaban. Seguían con una concentración sumisa cuanto decía su representante. Asentían entusiasmados, aplaudían con fervor. Sin embargo al otro, al contrario, aun sin terminar sus frases (no ya sus argumentos), se le despreciaba con gestos hoscos, se le abucheaba, se le impedía hablar. Parecían todos, salvo por el sitio en el que se hallaban y por cómo iban vestidos, forofos de fútbol o contertulios de programas de media tarde. Me pareció lamentable y, sobre todo, escasamente ejemplarizante.
Todo ello no obsta para que, como bien dice Juan Domingo, uno siga pensando que no hay mejor sistema de representación (aunque sí creo que puede haber más dignos representantes).
Un muy fuerte abrazo a todos.