jueves, octubre 25, 2007

El miedo

De las imágenes de la agresión a la muchacha ecuatoriana, me resultó especialmente terrible la impasibilidad del viajero que todo lo ve sin intervenir. La mirada se me iba una y otra vez hacia ese muchacho que aparece sentado en al vagón en la parte derecha inferior de la imagen. Lo otro, la violencia de un infame, la humillación de una emigrante, son lacras sociales conocidas y a combatir. Contra el miedo, sin embargo, la batalla es más difícil. El miedo nos paraliza. Por eso, cuando veo repetidas las imágenes de la agresión, le pongo mi cara al cobarde y me pregunto una y otra vez qué hubiera hecho yo en su caso.

10 comentarios:

FPC dijo...

También yo me lo pregunto. Salvo que se sea inconsciente o estúpido, el miedo representa un aspecto esencial en nuestras vidas. Y para hacerse a la idea, hay que ponerse en el pellejo del que llamamos cobarde: atemorizado por el bravucón, sin papeles, quizá mal nutrido. Decir "yo habría..." es casi ignorar que somos tan complejos que una reacción previsible es casi descartable. No por casualidad, sino seguramente porque es un tema de nuestro tiempo, es el asunto de arranque en la nueva novela de Marías.
Un cordial abrazo y gracias por tus jugosos comentarios.

Anónimo dijo...

Gracias FPC por tu visita. Al hilo de lo sucedido y de lo que sobre el agresor está sucediendo en el ámbito judicial, un buen amigo me remite un correo con la siguiente pregunta: ¿por qué tendemos a respetar más las costumbres de los que llegan que a ellos mismos?.
Un abrazo, amigo.

FPC dijo...

Me atrevo a decirte lo que intuyo: las costumbres son pasables a nada que uno se lo proponga. Pero las personas huelen, hablan, se mueven, expresan puntos de vista, se resisten, violentan nuestras propias convicciones. Es más fácil aceptar a las primeras que, por otra parte, no tienen derechos ni voz ni voto. Las personas... ah, amigo, esas son otro cantar. (Únase a ello el hecho de que verse o sentirse como avanzado, progresista, "correcto" o el adjetivo que quieras poner aquí, sólo requiere una disposición de ánimo y no hacer nada especial: disposición que suele corresponderse con ese respeto a las costumbres. Las personas, creo yo, precisan de un respeto "activo", "participativo" si vale la expresión). Un abrazo.

Anónimo dijo...

Al fin y al cabo, fue por el miedo y el "no es asunto mío" -como Brecht dice magistralmente en su poema- que surgieron los totalitarismos de nuestro siglo pasado.

Anónimo dijo...

Por desgracia últimamente no hago más que recordar esa cita (que aribuyen a B. Brecht pero que es de Martin Niemöller):

"Primero vinieron a buscar a los negros, y yo no era negro así que no hablé.
Después vinieron por los socialistas y comunistas, pero no era lo uno ni lo otro así que no hablé.
Después vinieron a por los judíos, pero yo no era judío así que no hablé.
Y cuando vinieron a por mí ya no quedaba nadie que pudiera hablar."

Rincón de saldo dijo...

Gran cita...
Por otro lado, el miedo a veces nos es heredado; es decir, casi una convención como cualquier otra. Una pared invisible, intocable que se puede traspasar con solo dar un paso. Una cuestión de actitud.
Saludos

Anónimo dijo...

¿Seguro que no es de él? Yo no estoy seguro, desde luego, pero me suena haber leído ese poema en una antología de Alianza de poemas de Brecht.

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Lo que yo he podido saber del asunto:
Martin Niemöller (14 de enero de 1892 – 6 de marzo de 1984), pastor luterano alemánSu mejor y más conocido poema “Cuando los nazis vinieron...”, trata acerca de las consecuencias de no resistir las tiranías en los primeros intentos de su establecimiento. El orden exacto de los grupos y las palabras están sujetas a disputa, ya que existen muchas versiones, la mayoría transmitidas oralmente. Martín Niemöller, su autor, menciona que no se trataba originalmente de un poema, sino de un sermón en la semana santa de 1946 en Kaiserslautern, Alemania “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”. Erróneamente este poema se le atribuye, en muchos idiomas, al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht.

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

Un abrazo a todos

Nuca dijo...

Fue la estupefacción que describes ante la indiferencia del viajero exactamente la misma que experimenté al ver las imágenes. Estaba en Italia y llevaba días por aeropuertos y otros transportes públicos de grandes ciudades. Pensé en el perfecto anonimato de un ciudadano, yo mismo, en esos lugares atestados de gente diversa.
Mi mujer sufrió en una ocasión una agresión en un parque ante la impasividad de una pareja de jóvenes sentandos en un banco enfrente. Mi abuela simplemente no podía concebir que eso pudiera haber pasado. ¿Pero en donde vivís? preguntó

Anónimo dijo...

Vaya, entonces el caso tiene más derivaciones, porque ni siquiera es de Niemöller, sino del párroco de Kaiserslutern. La verdad es que tengo una gran curiosidad por saber quién fue ese señor. En todo caso, llama la atención la fecha, 1946, es un sermón a agua pasada, que sirve más que nada como lamentación. ¿Hubo otros sermones en esa dirección de este mismo párraco cuando era peligroso darlos? Podría ser incluso el tema de una novela.