martes, noviembre 07, 2006

Mañanita

La Iglesiona, a la que recientemente se le ha otorgado el título de basílica, fue edificada entre 1918 y 1922 según un proyecto del arquitecto catalán Joan Rubió i Bellver, discípulo de Gaudí. Se trata de un templo de una sola planta con grandes arcos parabólicos que culmina en girola en torno al presbiterio. Exteriormente, la fachada tiene a sus pies un atrio oscuro donde los mendicantes ejercen de sampedros; sobre él se abre un óculo y una ventana triple en la zona superior. Coronando la iglesia se asienta una enorme estatua del Sagrado Corazón de Jesús, al que se le conoce por el Santón, esculpida con mármol blanco de Carrara por Serafín Basterra y que resulta visible desde muchos lugares de la ciudad.

Desde hace unos ocho o diez años comenzaron a aparecerle a la Iglesiona unas preocupantes grietas en su fachada. Recientemente se iniciaron las obras para su cimentación, colocándose dentro del templo un apeo que sujeta las bóvedas y arcos, y anclándose el Sagrado Corazón mediante eslingas a los contrafuertes posteriores de la basílica.

Esta mañana cuando llegaba al trabajo, lucía todavía una redonda luna llena frente al Santón. Se recortaban ambos en su claridad de espejo y mármol contra el cielo todavía oscuro. Tal parecía que el Cristo se hubiera subido por encima de los tejados de la ciudad para cantarle a Catalina, que su brazo derecho alzado hacia el cielo modulase la entonación de una mañanita y que los arneses lo anclasen no porque se fuera a caer sino por que intentara volar.

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