miércoles, noviembre 08, 2006

Residencias para la espera

Así se titulaba el artículo publicado por Ramón Bayés hace un par de semanas en EL PAÍS. Merece una lectura atenta.

Imaginemos que llegamos a la sala de espera de una estación muy confortable pero sin trenes; a un aeropuerto moderno sin aviones; que esperamos un taxi día y noche en el banco de la esquina ajardinada de una ciudad sin taxis. Y que nuestra única misión en la vida consista ya en permanecer allí durante meses, tal vez años, esperando simplemente a que nuestro corazón deje de latir. Y conociendo que, en el futuro, ningún tren, ningún avión, ningún taxi, nunca nos llevará hasta una tarea o unas personas que den sentido a nuestras vidas; que no se materializará ningún sueño; que nunca iremos a otra ciudad; que no conoceremos a nuevos amigos. De repente, en un momento, nos damos cuenta con tristeza de que nuestras historias, nuestra experiencia, nuestra sabiduría de la vida -al revés de lo que ocurría con los consejos de ancianos de las tribus indias de las viejas novelas de Zane Grey- no le interesan a nadie.”

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