miércoles, julio 26, 2023

24 de julio

 

Ya está. Ya pasó. ¿O no? Has estado preparándote, participando incluso de las fanfarrias previas y contaminando el corazón con agravios y esperanzas a partes iguales. Y a la noche, después de que todo fue finalmente un instante, como todo fuego de artificio, te quedó un vacío que no acabas de interpretar. Como si las ganas de implicarse, de estar alerta, de prometer resistencia o celebración, se las llevase el sumidero del alma. Es como ese cansancio que nos entra después de una cena con amigos al quedarnos a solas con la mesa llena de vasos sucios, de migas, de platos con restos de comida, de ceniceros aún humeantes, de manteles arrugados y servilletas con carmín de vino. Habrá que recoger todo esto, piensas, mientras abres de par en par las ventanas, para que se airee la casa, te lavas los dientes y subes a tu habitación con resignación culpable. De ese vacío hablo, del vacío de la tarea aparcada, que cuando amanezca nos reclamará atención y esfuerzo. Aunque es verdad, no obstante, que siempre es más fácil poner un lavavajillas que abandonar una trinchera.