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sábado, abril 17, 2021

Aire de lugar y gente

 A punto de llegar a las librerías Aire de lugar y gente
Un poemario que en sus páginas finales lleva el siguiente:

Apunte al margen y agradecimiento

El despojo alentó este libro. No de otra manera se siente la muerte. Mi padre falleció en enero de 2018. Los poemas a él dedicados fueron una manera prolongada de duelo. Enterrar sus cenizas allí donde había nacido me ayudó a reflexionar sobre el desarraigo de una vida que quise reconstruir levantando de nuevo los muros derruidos de la casa que fue su infancia. Un lugar al que se llega remontando un río. Como siempre se llega a la memoria. Agradezco muy sinceramente que la generosa lectura que César Iglesias hizo del primer borrador de este libro me persuadiese de procurarle imprenta.

Un poemario que empieza a escribirse desde este poema inicial:

Aire de lugar y gente

Dibujar en la niebla,
como un niño,
con sus mismos trazos elementales,
la forma de una casa.
Y dibujar a su lado luego
la sombra de quien la habitó un día
y la reconstruye ahora
llenando los vacíos de ese esbozo
con muros sólidos que fueron,
con ventanas abiertas hacia el río
y bajo el humo de una leña que arde
y da noticia
de que la vida quizás ha vuelto.
Y dibujar además un aire
—si acaso el aire se dibuja—
que sea el del lugar y el de su gente.

martes, junio 09, 2020

De la antología pandémica

En la séptima entrega que El Cuaderno publica de la antología de poesía que reúne diferentes formas de mirar al mal, al miedo, al desasosiego y a la incertidumbre generadas por la epidemia de 2020, colaboro con un poema:


lunes, octubre 22, 2018

La buena tarde (que lo fue)

Ayer tuve la fortuna de compartir unos minutos de radio con Pedro Menéndez Alejandro Fonseca en el programa La Buena Tarde de la RPA. Gracias a ambos por hacerme tan grato ese pedacito de tiempo con la poesía. Y gracias sobre todo a Pedro Menéndez por su generosidad. Aquí os dejo el audiobolo.


miércoles, abril 11, 2018

Tormenta


















Dios arrastra a veces sus tormentas por el cielo
con la misma desesperación de un condenado,
de un convicto entregado a las cadenas
por un largo tiempo de insomnio y sombra.

La venganza envilece entonces
de tal manera todo cuanto hace
que hasta hay tardes en que su mano diestra,
la cincelada en mármol,
ahoga cruel como una almohada
el aliento último de los mejores días.

JCD

martes, marzo 20, 2018

Cantata de los días tasados



El sábado recogimos en Navia el premio Campoamor. Velada muy agradable. Palabras generosas de José Antonio Pérez Sánchez, que presidió el jurado y que es persona sabia a la que da gusto escuchar. Uno, por su parte, agradeció al ayuntamiento de Navia que haga posible la convocatoria (también la cultura es estado del bienestar), a quienes eligieron mi poemario y al editor del libro que lo publica, Cristian Velasco (conversador muy ameno, como luego pude saber en la cena con la que cerramos el día). La edición, no venal, puede leerse pulsando sobre la portada de libro o sobre el título de la obra:
                                           Cantata de los días tasados.

martes, julio 25, 2017

A Cecilio Testón




El último día en que uno lo vio,
nada que no fuese otra vez sonrisa,
que no fuese una mano abierta
y una cordial palabra,
nada que no fuese de nuevo
la natural disposición
de un hombre entregado al ánimo,
ninguna pista siquiera de dolor alguno
—cuando ya el dolor dolía—,
nada distinto insisto,
y nada por tanto tampoco aciago,
le adivine, ni por asomo, al saludarle.

Me senté justo detrás suyo
y vi cómo se le posó en el hombro,
como una mariposa,
el amor sin peso de una mejilla,
la de su compañera.

Asistíamos esa tarde
a una lectura de versos,
asistíamos al fluir de un río de palabras
que al igual que todos los ríos,
como también el río de la vida,
encuentran demasiado pronto,
tantas veces, su estuario.


JCD

jueves, enero 12, 2017

En la partida

L. Garay

EN LA PARTIDA
Y pienso con tristeza que fue hermoso andar tantos caminos,
aunque sepa que ya sólo podré pisarlos
con una pobre ayuda: la memoria. 

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO

A este viaje que hemos de emprender
tan enseguida como un vértigo,
con los días contados 
y un rumbo arado sobre el mapa
como sobre una labrantía.

A este viaje mediterráneo
que pondrá un pie en la tierra agreste
que Azorín dio por frontera difusa
con la Castilla del Quijote,
y otro pie en el invierno tamizado
de esa luz absoluta
que se diluye dócil
en las acuarelas de Gaya.

A este viaje le pedimos solamente,
como a un dios benéfico de alegrías,
la calma necesaria
para el camino y la mirada,
fervor en la atención
y una mesa donde escribir 
a la caída de la tarde,
con letra menuda y precisa,
el diario de los días
y las elipsis de las noches.

Y que de este viaje,
y de todo viaje,
nos duela la nostalgia a su regreso
igual que una limosna
que nos dejara al paso
la memoria en la palma de las manos.

JCD

viernes, julio 01, 2016

Stephane Furber & Johnny Gafapasta

Ayer disfrutamos de una velada deliciosa. Uno tuvo el privilegio de participar en Baresías, iniciativa promovida por Ana Lamela en la que se aúna música y poesía una vez al mes en El bello verano (rincón de esos que hacen más habitables las ciudades y más felices a la gente). Fueron muchos los amigos que nos acompañaron. Que quisieron escuchar a Stephane Furber y a los Johnny Gafapasta. Al primero le prestó uno su voz; los Gafapastas, por su parte, ofrecieron un acústico en el que sonaron la mar de bien.


A toda heteronimia le precede siempre un condicional. Por eso se ha titulado el cuadernillo que ayer se presentó en público Si yo fuera Stephane Furber. La poesía desvela intimidad; los diarios cauterizan la vida; la novela levanta mundos desde el sueño o las obsesiones. La suplantación planteada en los versos de Furber traza un puente entre la autobiografía poética y la invención narrativa. Un juego que me traslada no sólo al corazón de otro hombre, sino que me enseña a pulsar los acordes de una guitarra, a beber sin desmayo, a amar a una mujer inalcanzable, a criar al hijo de otro y a patear un lugar que nunca pisaron mis pies pero del que puedo dar tantas pistas como cualquiera que hubiese nacido allí.

Todo escritor finge, incluso cuando dice la verdad. En Furber, además, el fingimiento da un paso más allá y ensaya un estilo impropio, pues nunca escribió uno así y quizás nunca lo haga de nuevo, pero mientras fui la mano agradecida de ese hombre, procuré, os lo juro, no defraudarlo.
Fotos de Arlé Corte
Gracias a los que estuvisteis allí, gracias a Ana Lamela Daphne
y gracias a los Johnny Gafapasta.



lunes, mayo 30, 2016

Si yo fuera Stephane Furber

A toda heteronimia la precede siempre un condicional. Este librillo es una pequeña edición, no venal, para coleccionistas, con las canciones sin música de Stephane Furber. En sus páginas se ha procurado una rigurosa suplantación. Su prólogo dice así:

¿QUIÉN FUE STEPHANE FURBER?

Tal vez fue el hombre de la fotografía. Un tipo que mira con desconfianza bajo el ala de un sombrero Stetson, que se apoya con desgana en un poste de la luz, que guarda las manos en los bolsillos y en una maleta ya sin uso su propia historia contada a retazos en algo parecido a versos o letras de canciones. Un antiguo músico que conoció el éxito y bebió demasiado durante demasiados años. Que cuando el alcohol le quebró definitivamente la voz, se bajó sin pena de los escenarios y se acodó sin prisa en el mostrador de las tabernas. Que estuvo a punto de morir abrasado en un motel en el que, después de una borrachera más, se quedó dormido con un cigarrillo entre los dedos. Que encontró algo así como una segunda vida cerca de Waxahachie, Texas, al lado de una joven viuda, Daphne, y de su hijo de pocos años, Jimmy. Que tardó mucho en volver a tocar la guitarra y nunca más lo hizo en público. Que tenía cicatrices y guardaba a menudo silencios muy largos. Que se ganó finalmente la vida vendiendo piensos en un almacén. 

Cuando Stephane Furber murió, Jimmy, que lo quiso como a un padre, encontró entre sus cosas unos cuantos papeles manuscritos. Los publicó y alguien recordó entonces los viejos discos de Furber. Sonaron de nuevo por algún tiempo en la radio, pero no mucho.

Ese fue, o al menos ese podría haber sido, Stephane Furber.
JCD

miércoles, mayo 04, 2016

Espacio Ninguno


Espacio Ninguno

«Entre la vida y la muerte no ai espacio ninguno;
en un instante se acaba lo que se vive en el mundo.
Año de MDCCLXIX".

Texto recogido por Miguel de Unamuno en su visita a los Arribes del Duero, a la puerta de la entrada del convento franciscano de La Verde.

Ese espacio ninguno
que advirtieron era la vida,
dejándolo así cincelado
a la entrada de su convento,
no bastó —qué razón tenían—
para que vieran hasta dónde la hiedra
se adueñaba de los muros,
cómo la lluvia doblegaba los tejados,
cómo los pájaros anidaban
hasta en el  mismo refectorio
y las alimañas bebían del agua bendita
en las pilas arrumbadas.
No bastó cada una de las existencias
de todos los monjes que allí oraron
a lo largo de seis siglos.
No bastó siquiera la historia entera
de ese cristiano asentamiento
en el finis terrae del río fronterizo
y bajo el augurio en sombra
de las aves rapaces.
Nunca basta una vida entera.
Termina siendo un espacio ninguno.

JCD

miércoles, noviembre 25, 2015

Túnez

Cuando ya son tres en 2015 los zarpazos yihadistas que han sembrado de cadáveres el suelo tunecino, convirtiendo un país hermoso y acogedor en un destino de riesgo que está sumiendo en la pobreza a su población, recuerdo con nostalgia el viaje durante el que hace ya más de veinticinco años recorrimos Túnez en un pequeño furgón que nos llevó desde Cartago al desierto. Nos acompañaba Shamir. Con él bebimos boukha y compramos alfombras. Él nos descubrió peces en la arena y escorpiones bajo las ruinas de Roma. 


LUNA DE MIEL

Al día siguiente de nuestra boda
volamos hacia Túnez.
No guardamos foto alguna del viaje
porque el sol del desierto 
abrasó la película.
Recuerdo el palmeral de Tozeur,
los mosaicos del Bardo
y el té a la menta de Sidi Bousaid.
Y que a pesar de todas las ruinas
el mundo era apenas un lugar
de poco más de veinte años.
Los que teníamos entonces.

JCD

martes, noviembre 03, 2015

Musa Cafeína

Musa Cafeína se define como un colectivo artístico-cultural que organiza actividades relacionadas con el fomento de la lectura, la difusión del arte y la mezcla de diversas disciplinas artísticas. Musa Cafeína son Ana Lamela Rey y Laura Cuervo Álvarez. Escritora y música, Ana; actriz, Laura. Con la primera tendré el placer de compartir un encuentro literario el próximo viernes en la librería Santa Teresa de Oviedo.



Allí volverá a salir a la superficie este poemario guadiana que me viene acompañando muy discretamente durante los últimos meses. Una Convalecencia en Remior en la que de repente alguien repara otorgándole una vivificante nueva lectura. La que uno intentará ofrecer a quienes nos acompañen el viernes.


Algo así como lo que se dice con relación al siguiente poema:


En 1925, con 51 años, André Gide publicó Les faux-monnayeurs, que se tradujo en España como Los falsos monederos, puesto que un monedero no era sólo es un saquillo donde guardar monedas, sino también la profesión de quien las fabricaba. Si esa moneda no era lícita, el monedero se convertía en un falso monedero, o en lo que con el transcurrir del tiempo se llamó finalmente un falsificador. Las más recientes traducciones de la novela de Gide ya llevan por título Los falsificadores de moneda. Sin embargo, mi poema juega con esa imagen algo misteriosa que el viejo título transmite: ese monedero, no persona sino objeto, un monedero falso, en el que se van acumulando con una avaricia torpe las monedas de las vidas cobardes.

LES FAUX-MONNAYEURS

                                                   No se puede descubrir tierra nueva
                                                   sin consentir antes que nada en perder de vista
                                                   la costa durante una buena temporada.

                                                                                                           ANDRÉ GIDE

Navegué siempre al cabotaje,
sin alejarme nunca de los muelles,
sin alejarme siquiera del noray
que me tenía como a un perro
sujeto de una argolla.

Mi vida resultó un falso monedero
y sólo perdiéndola de vista
dejaría detrás de mí por fin
el rastro de sus migas de oro:
los muchos años malgastados
por un ciego temor a los océanos.

miércoles, septiembre 02, 2015


VENTANAS

Ella suele quejarse
de que las ventanas no cierren bien,
pero después de haber repasado con mis manos los marcos,
después de apoyar mi frente en los cristales,
después de abrirlas de par en par para airear la casa,
la he traído conmigo
hasta estas viejas ventanas de las que se queja
y juntos, finalmente, las hemos disculpado
por sus pequeñas faltas de rigor:
¿quién puede mantenerse firme
bajo la dicha permanente
del sol al mediodía?

JCD

martes, junio 16, 2015


San Antonio

A veces los lugares
son la única certeza.
En esta playa a solas
la mar llega hoy sin prisa
y en el pulso de su oleaje
late una alegría
                casi silenciosa.


A veces los lugares
son islas sin gobierno,
sin uso horario ni moneda,
donde la vida se ensimisma
hasta olvidarse de la muerte.

JCD

miércoles, marzo 25, 2015

Convalecencia en Remior

REMIOR,  Verano de 2014

Pese a las licencias del poema que da título a este cuaderno, mi convalecencia en Remior no se debió a más heridas que las mermas propias de esta edad por la que uno ya transita —que empieza a ser, me temo, un perdido campo de batalla contra el tiempo—. Es, en cambio, rigurosamente cierto que yo caminaba en esos días renqueante y que por eso, aunque la playa no estaba lejos, me suponía un enorme esfuerzo alcanzarla a pie. Fue un verano desapacible, en el que los extensos arenales próximos presentaban muchas tardes un aspecto desolado, como de fin de estación.
Mi obligada inmovilidad y esa avara luz de los cielos de Remior propiciaron una escritura pausada e introspectiva: el breve inventario de una existencia que, como todas, se va recogiendo poco a poco sobre si misma en un circulo imaginario que, en mi caso, ha sobrepasado ya los ciento ochenta grados.
En la pequeña casa rural donde se fueron pergeñando estos versos, a donde llegaban los olores del mar y de los establos, el rumor del oleaje y de los maizales, algo de sol de vez en cuando y una brisa siempre fresca, leer y escribir fueron convirtiéndose en un confortable hábito de silencio.
En ese recogimiento, estos poemas procuraron asomárseme dentro y escribirse sin impostura alguna, diciendo de lo que vieron con la misma simplicidad que la del escenario donde se gestaron: un jardín en el que un hombre, con más de cincuenta años a sus espaldas, pergeñaba sin prisa versos a lápiz en un cuaderno apoyado sobre una mesa de granito y al aire limpio de un pequeño pueblo con playa.


CONVALECENCIA EN REMIOR,
de José Carlos Díaz,
decimotercera entrega de la colección de poesía
Cuadernos "Heracles y Nosotros",
se terminó de imprimir en Gijón
el 21 de marzo de MMXV.

Convalecencia en Remior

Poco más de seiscientos metros
desde el jardín hasta la playa.
Un trayecto de asfalto mellado,
olor a establo y casas de temporada.
Al fondo un verano esquivo,
un arenal inabarcable y,
más que el mar, un océano.

De mañana la brisa
peinaba las dunas
y golpeaba las ventanas
hasta despertarnos.
A la noche, una luz azul,
suturada en faroles,
difuminaba lenta
los contornos de la costa.

Fue después de la guerra
y yo estaba convaleciente.
Una bala perdida
me había atravesado el pie
y cojeaba como un tullido.
Tenía tiempo para pensar,
caminaba con bastón
y me había olvidado de la prisa.



Filias

No hay dolor que llague tanto el alma
como el dolor de nuestros hijos:
las fiebres de su infancia,
la embriaguez de su edad sin norte,
el desánimo que los vence,
la vigilia cuando fracasan,
el amor si los abandona
y el tiempo que se empeña
en hurtárnoslos para siempre.

No hay alegría que nos devuelva tanta vida
como la alegría de nuestros hijos,
aunque siempre nos parezca
amenazada y poca.

miércoles, febrero 25, 2015

Haiku


           Gavilla oscura
           de ramaje aterido:
           cereal de nieve.
                          
                               JCD

viernes, febrero 20, 2015

Haiku

























                Lleva la nieve
                al buzón del invierno
                cartas calladas.

                                       JCD

miércoles, enero 28, 2015

Mirando desde el suelo













Cuando los ojos miran desde el suelo
hasta la hierba más humilde
puede parecer al viento un oleaje;
y hasta mi casa, que no es más
que un átomo de polvo
en los mapas del mundo,
podría albergar a esa altura
el enorme tamaño
de una noche sin sueño.

                                       JCD