A punto de llegar a las librerías Aire de lugar y gente.
Un poemario que en sus páginas finales lleva el siguiente:
Apunte al margen y agradecimiento
El despojo alentó este libro. No de otra manera se siente la muerte. Mi padre falleció en enero de 2018. Los poemas a él dedicados fueron una manera prolongada de duelo. Enterrar sus cenizas allí donde había nacido me ayudó a reflexionar sobre el desarraigo de una vida que quise reconstruir levantando de nuevo los muros derruidos de la casa que fue su infancia. Un lugar al que se llega remontando un río. Como siempre se llega a la memoria. Agradezco muy sinceramente que la generosa lectura que César Iglesias hizo del primer borrador de este libro me persuadiese de procurarle imprenta.
Un poemario que empieza a escribirse desde este poema inicial:
Aire de lugar y gente
Dibujar en la niebla,
como un niño,
con sus mismos trazos elementales,
la forma de una casa.
Y dibujar a su lado luego
la sombra de quien la habitó un día
y la reconstruye ahora
llenando los vacíos de ese esbozo
con muros sólidos que fueron,
con ventanas abiertas hacia el río
y bajo el humo de una leña que arde
y da noticia
de que la vida quizás ha vuelto.
Y dibujar además un aire
—si acaso el aire se dibuja—
que sea el del lugar y el de su gente.