miércoles, diciembre 31, 2008
NaviHaiku
se aviva el fuego nuevo:
la vida llama.
(A todos los lectores de estos Diarios: salud y un buen año 2009.)
martes, diciembre 30, 2008
Cine y reencarnación
***
domingo, diciembre 21, 2008
Versión homérica
miércoles, diciembre 17, 2008
Grillería
domingo, diciembre 14, 2008
Fête foraine
miércoles, diciembre 10, 2008
Cosas
Más. No hace mucho, J. me comentó que había sorprendido a dos abuelas hablando de sus nietos. Relataba una de ellas el consejo que les había dado a los suyos: “Ahora que empiezan los exámenes, tenéis que hacer un esfuerzo y empinar los codos”. Coda: esto es, botellón ilustrado.
lunes, diciembre 08, 2008
Cita con Alejandro Céspedes
Alejando Céspedes nació en Gijón en 1958, es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Oviedo. Desde 1985 reside en Madrid, donde ha desarrollado su actividad profesional como gestor cultural, director de espacios escénicos y como director de escena, habiendo realizado numerosos montajes de ópera y zarzuela. Ha sido crítico literario del diario El Mundo y colaborador en numerosas publicaciones literarias. Miembro de la Sociedad General de Autores de España desde 1987, ha escrito letras de canciones para músicos españoles, entre los que destaca Luz Casal. Antes de Los círculos concéntricos (AEAE, Madrid. 2008), publicó Sobre andamios de humos, 1979-2007 (Vitruvio, Madrid. 2008); Hay un ciego bailando en el andén (Hiperión, Madrid. 1998); Las palomas mensajeras sólo saben volver (Hiperión, Madrid. 1994), con el que obtuvo el Premio de Poesía Hiperión; Tú, mi secreta isla (Plaza de la Marina, Málaga. 1990); Muchacho que surgiste (Scriptum, Santander. 1998); James Dean, amor que me prohíbes (Pamiela, Pamplona. 1986); La noche y sus consejos (Genil, Granada. 1986).
CAMINÉ. Caminé. Recogí los guijarros uno a uno de todos los caminos para no dejar huellas. Cada vez que doblaba mi cintura y la ponía derecha con una nueva piedra entre las manos, crujía una vértebra en mi espalda.
La piedra que dejaba caer sobre las otras hacía el ruido sordo del metrónomo.
Otro segundo más, un fruto recogido que se pudre y que deja un círculo de óxido señalizando, como la sangre seca, mi regazo.
miércoles, diciembre 03, 2008
domingo, noviembre 30, 2008
Cita interior
domingo, noviembre 23, 2008
Expurgo
viernes, noviembre 21, 2008
Narrativa agnóstica
lunes, noviembre 17, 2008
Azogue
viernes, noviembre 14, 2008
martes, noviembre 11, 2008
Que no te coman la moral
* * *
De bichos
lunes, noviembre 10, 2008
Un tácito encargo por cumplir
Lo dejé apoyado sobre su mesa. Entre los borradores en los que andaba en sus últimos días. Cada vez que entraba en la biblioteca, un olor punzante me recordaba que tenía algo pendiente. Postergaba lo que me había llevado a aquel rincón de la casa y me aplicaba entonces entre los libros de versos a la búsqueda de un par de renglones apropiados. Pero él no ayudaba mucho. Cada vez era más difícil concentrarse en la proximidad de tan descompuesta presencia de ánimo.
martes, noviembre 04, 2008
Samuel Stauwton
"Escribir es hacerse pasar por otro, inventar
otras vidas que bien podrían ser la nuestra."Enrique Vila-Matas
Hasta aquí lo que de Samuel Stauwton nos cuentan los libros. Pero hay otros datos, eso sí, no suficientemente contrastados, que alimentan su leyenda. En los años setenta, Sothebys subastó un collar de esmeraldas que fue finalmente adjudicado a un empresario japonés por una asquerosamente elevada cantidad de libras. Aquella joya procedía de una casa de empeños en Dublín que actuó como testaferro de su anónimo dueño, un escritor refugiado cerca del mar en las afueras de Scholl. Las esmeraldas, pesadas como guijarros sangrientos, habían pertenecido a la Vizcondesa de Neully. Su venta pagó las reformas y a la servidumbre de The Hill of the Crow, la vieja posesión donde todo parece indicar se escondió del mundo, dedicado a la cartografía y la colombofilia, el viejo Samuel Stauwton. Hay también quien afirma que si bien fingió su muerte en Niza, alguien fingió años después su vida en Irlanda. Que no sería, pues, real su supuesta longevidad y que los poemas publicados en Canciones de Amor en los Campos de Marte, aunque escritos según el inconfundible estilo Stauwton, no son más que un brillante ejercicio literario del joven ucraniano, Cecil Sevchenko, con quien convivió el escritor durante sus últimos años, un aventurero que llegó al puerto de Cork después de que encallara el decrépito carguero en el que viajaba formando parte de la tripulación. Quienes conocen a este marino lo describen alto y robusto como la chimenea de un vapor, con cabellos rubios y una estridente risa tabernaria que encantaba por igual a las mujeres fuertes y a los hombres sensibles. Un aventurero que se declaraba enamorado de Marsella, el lugar desde donde Rimbaud se despidió de la civilización. Un extranjero cuya niñez había transcurrido en el estuario del Dnieper, cerca de la Odessa aún soviética. Un musculoso lobo de mar al que le apasionaba la poesía y que se presentaba a si mismo como "un piloto de barco al que el azar y la mar convirtió en amanuense de versos gloriosos".
Es eterna la noche y el amor y el cuidado
Con que me despiertas, con que me respondes,
Son parte de un instante que se diría único.
Con el viento del norte estrellado en el rostro
Avanzo por la dársena y pienso en tus dulces labios.
Es obscena la guerra, los niños mutilados,
La mentira en la boca de los próceres.
Y yo pienso en tu piel, los sueños encontrados.
Permanecer así en silencio: al fin y al cabo
Hemos hecho realidad algunos sueños.
Sólo falta recoger los frutos que nos quedan
Al amparo de la boca de los lobos.
¿Qué pasa con el hacha del sicario que corta las cabezas?
¿Vamos a permanecer así, con las manos atadas,
Sin estremecernos de dolor hasta la médula?
¿Qué dirán nuestros hijos, sangre de nuestra carne?
¿Qué les espera?
Es eterna la noche,
La luz no nos aguarda al final del camino.
Son tiempos de locura,
Son tiempos de desmán.
¿Qué les espera?
miércoles, octubre 29, 2008
Acuarela
martes, octubre 28, 2008
Dudas
sábado, octubre 25, 2008
Algunas imágenes inolvidables
A C.Si inventariase los recuerdos
más dulces de tu cuerpo
salvaría sin duda aquella risa primera
que aún guardo en la memoria
abriéndome en dos el pecho.
Si quisiera dibujarte
en el escorzo con que el tiempo
modela los deseos,
tus piernas calzarían
la noche hasta los muslos
y en la hendidura misma del alba
se ocultarían tus dedos
como sierpes tenaces
reptándote la dicha.
(De entre las acuas)
jueves, octubre 23, 2008
Mirada interior
martes, octubre 21, 2008
Heterónimos
jueves, octubre 16, 2008
Cartas desde Selva
Pero de repente, esa dicha apacible que ambos disfrutan en Selva se ve sombríamente amenazada por la irrupción de una enfermedad terrible. En una carta tan precisa como estremecedora, Avelino Hernández le cuenta el 29 de mayo de 2002 a Carina Pons, de la Agencia Literaria Balcells, lo que sigue: “Querida Carina. Te voy a contar un asunto que me/nos a llevar a tomar algunas decisiones. Tengo cáncer de riñón, maligno, con metástasis varias por ahí dentro. Francamente feo, estadísticamente, meses –me han dicho. Lo supe hace una semana”. Avelino Hernández murió en julio de 2003. Pues bien, hasta entonces, aun bregando con el mal y con la terapia agresiva con que lo combatió, tuvo ánimo suficiente para escribir, oír música (“los viejos cantantes que nos dieron alas y ahora nos dan nostalgia”), leer, proyectar libros, ordenar sus cosas por si acaso y disfrutar de todo lo que la isla le ponía al paso: “hemos cogido la primera cosecha de vino en la plantación nueva de unos amigos; hemos recogido la cosecha de almendras, pendientes de elaboración en casa y de, en su momento, hacer el turrón; está en la bodega, aliñada, la cosecha de olivas del año, queda hacer el aceite. Y ahora mismo, en cuanto suelte el ordenador, está ahí al lado Teresa esperándome para una sesión más de la tradición que llamamos ´Los viernes se va a los puertos`. La iniciamos al llegar a Mallorca; cada viernes nos íbamos a comer y a pasar la tarde, viernes a viernes y uno a uno, en todos los puertos de la isla. El recorrido de hoy es bellísimo: Orient, un pueblecito precioso, el más alto en la montaña de la Tramontana, y la mansión renacentista de Raixa”. En esos años insulares, hubo para Avelino Hernández, en el modo en que afrontó su existencia, antes y después de conocer la enfermedad que terminó llevándoselo, varios referentes literarios a los que alude en algunas de sus cartas. Horacio le puso en la pista de cómo debía ser aquella estancia en Selva: “Dichoso el que, alejado de los negocios / cultiva la tierra con sus manos / no le sobresalta el ánimo la ambición del éxito / y rehuye el foro, las puertas de las ciudades demasiado poderosas”. Li Po fue un referente vital: “Es un tipo que me va. Materialista, amante de la naturaleza, el gozo, el vino y los amigos, y socialmente comprometido”. Y, por último, tuvo siempre presentes las citas de Gil de Biedma: “ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra”, y de Oscar Wilde: “hay que poner la inteligencia en la vida, y si algo sobra, aplicarlo al arte”.
Esta recopilación de cartas muy probablemente sea para quienes lo trataron más que el libro de un escritor conocido, el registro de la voz más natural de un amigo, la de su conversación, la de la confidencia, la del aliento. Para los demás, los que hemos llegado casualmente a sus páginas, el testimonio de un hombre que se empeñó en vivir por encima de cualquier otra cosa, y que lo hizo, digno y entusiasta, aún en los trances más difíciles.
martes, octubre 14, 2008
Crisis
domingo, octubre 12, 2008
Rescoldos
jueves, octubre 09, 2008
domingo, septiembre 28, 2008
Llanteiro (carta)
Al retornar a la aldea, uno de mis primeros paseos me llevó al río. Al embarcadero. Me encontré allí con un par de pescadores, unas barcas. Las aguas estaban oscuras y remansadas. Junto a la orilla colgaba un buzón de un árbol. Ponía Lantero. Llanteiro se le dice en realidad por aquí. El lugar es un recodo de tierra al otro lado del río. Tres casas y una pradería extensa circundada de bosque. Un lugar aislado del mundo por el agua y la montaña. Cuando se construyó el embalse de Arbón les prometieron a los escasos vecinos de Lantero un puente hasta Serandinas. Nunca se tendió. Les quedó pues un largo y tortuoso camino hasta Villayón, por Illaso, y una barca para salvar la breve distancia con la margen contraria del Navia. Por eso el buzón está de este lado. El más corto. Anda aquello ahora ya deshabitado. Pero se conservan bien las edificaciones. Al menos eso parece en la distancia. Y hasta hay bestias, pacientes y solitarias, pastando en los prados. Hacía frío aquella mañana al lado del río. Sobrecogía la profundidad que se le intuía. La opacidad de su curso demorado. Las cartas esperarían antaño que llegara el barquero hasta ese buzón abandonado que cuelga aún de un pino robusto junto al embarcadero. El correo venía del otro lado del río. Como la vida misma. Del otro lado del mundo.
Un abrazo de tu amigo Xuan.
jueves, septiembre 25, 2008
Hilos sueltos
Esa es quizás la más atrayente cara de la obra de Fernando Menéndez. Por original y por obligadamente limitada. Pero para quienes no tenemos la fortuna de poseer ninguna de esas piezas únicas, existe al menos la posibilidad de acercarse a su obra poética y aforística a través de las publicaciones al uso. En escasas pero cuidadas tiradas se ha ido cuajando la evolución literaria de este profesor de filosofía a quien tanto afecto parecen profesar sus bachilleres en esa edad difícil en que se hace raro oírles halago alguno hacia los enseñantes. El último libro publicado por Fernando Menéndez es Hilos sueltos, Editorial Difácil, Valladolid, 2008. Una compilación de aforismos propios salpicada por algunos otros de autores clásicos. Uno de esos libros que se pueden leer en una tarde, sí, pero que conviene dejar al alcance de la mano ya para siempre. A sus páginas se llega sabiendo que el autor ha ido volviendo su escritura cada vez más enjuta, más fibrosa, decantándose en sus últimos libros por lo más breve, el aforismo y el haiku. Con ese mimbre estrófico, contenido y paradójicamente ligero, trenza sus obras 39 Haikús (En las montañas / pinceles de la nieve / pintando nubes. // Vuelan vencejos / siluetas de guadañas / talan los bosques. // Releo un libro / la mente está vacía / y todo cambia) y Aguamarina (Regresa mayo / los dientes de león / nievan las calles. // Sobre mis manos / unas ramas de almendro / dejan sus flores.). Con la pauta aforística compone Dunas y, ahora, Hilos sueltos. Viene ésta precedida por un brillante prólogo de José Ramón González, en el que se repasa la historia del género, su etimología grecolatina y sus características primordiales, que no han sido siempre la mismas, y que han variado desde la formulación cerrada y sentenciosa que tuvo en otro tiempo a la ligereza de verso y la vocación connotativa que se le ha dado en la práctica más reciente. Por ahí anda el aforismo de Fernando Menéndez, tan ceñido a la brevedad formal y tan poético que a veces se vuelve haiku casi inconscientemente (Una briznas de hierba / entre las hojas / de un libro usado.), tan pegado al silencio del que viene y al que aspira que apenas si se eleva sobre él (Leer un aforismo para gozar de su silencio. / Escribir callándose. / La palabra es una fuga del silencio.), tan sobrio (El adorno es el suicidio del arte.) y tan calmo en su dedicación a la utilidad de lo inútil (La utilidad de lo inútil: la quietud.).
Se habló al comienzo de los libros artesanales de Fernando Menéndez, de esa soledad no venial que uno intuye dedicada al placer de la tinta, la acuarela, el tacto de los nobles papeles o las bellas palabras. A esa soledad y ese silencio al que aspira la voz de cuanto en estos Hilos sueltos se dice tan quedamente, se dedica el último y uno de los más bellos aforismos del libro:
martes, septiembre 23, 2008
miércoles, septiembre 17, 2008
If I was Stephane Furber
habría llegado medio abrasado del infierno,
humeando bajo la tormenta
como los restos de un rastrojo,
pero sin más dolor que el cáncer
de haber perdido la vida
como una última cerilla en medio de la nieve.
Si yo fuera Stephane Furber
y ella sonriera como Daphne
y me amara como ella lo hace,
despacio y sin pasión,
con la ternura que inspiran
los perros abandonados,
doy por cierto que no volvería a probar un trago,
que la acompañaría a la iglesia los domingos
y la esperaría a la puerta sin ladrar.
Si yo fuera Stephane Furber
y hubiera muerto casi de viejo,
Jimmy, al que quise como a un hijo,
se habría ocupado de procurarme un buen entierro,
de compartir silencios con su madre
y de poner en orden mis pocas cosas:
una guitarra que apenas nunca me vieron tocar,
la ropa usada que vestí
y unas cuantas hojas manuscritas
con algo parecido a unos poemas.
viernes, septiembre 12, 2008
Hospital
jueves, septiembre 11, 2008
Bozo
Coda
Ayer lució de nuevo un día espléndido. Esa coda del verano sienta tan bien que gustosamente se entonaría en el invierno como si de un estribillo se tratara. Desgraciadamente, contra el curso de las estaciones, no hay canciones que valgan.
miércoles, septiembre 10, 2008
Mandamientos
Escribirás por tu propio placer ("Si Shakespeare no puede complacer a todo el mundo ¿por qué intentarlo siquiera nosotros? Esto significa que no vale la pena que te esfuerces por interesarte por algo que te resulta aburrido.")(Tras haber publicado ayer este post, descubro hoy dos mucho más recomendables sobre el asunto. Los de Manuel Jabois y Mabalot. Esto no es una carrera y poco importa quién llegó primero al dichoso decálogo, pero quisiera dejar constancia de que Manuel Jabois publicó el suyo antes, Mabalot lo glosó después y uno, que no había leído todavía ninguno de los dos, se aplicó en este comentario ayer, después de que un buen amigo le hubiera remitido referencia de las recomendaciones de Vizinczey -quizás porque él sí había leído ya los referidos posts-.)
jueves, septiembre 04, 2008
Posdata
de haberte deseado en otro tiempo
no es más quizás que el poso que revuelve
la rutina en este estudio angosto
donde a menudo intento viejas cartas
que hubiera de enviarte sin demora
desde hace ya más de algunos meses.
(Alguien vino a recordarme hoy que hubo un tiempo para Velar la arena. Volví por un momento al libro. Allí encontré aún estos versos.)
miércoles, septiembre 03, 2008
El hielo de los días
El lunes estuve en Paradiso. Me encontré allí con Víctor Guerra. Charlamos sobre las vacaciones. Me hice luego con un par de libros: La vibración del hielo, de Jordi Doce e Historia secreta de Costaguana, de Juan Gabriel Vásquez. Chema me dijo que ya había leído el primero de ellos semanas atrás. Que era un gran libro. Así que le fui hincando el diente enseguida, mientras paseaba un rato por el Muelle, a esa hora del café de media mañana que tanto se disfruta cuando el sol es franco pero ligero y uno demora, con culpabilidad dulce, el regreso a la mesa de trabajo. Desde el rompeolas al cerro, picoteé aquí y allá el libro de Doce. Su miga. Esa miga de los libros recién comprados, caliente y con olor a tahona, que da gusto echarse a la boca. Ayer lo leí con calma. Con lápiz y regla. Con placer creciente. Con subrayados, pues, abundantes. Porque aunque se trata de las anotaciones correspondientes al año 1998 del diario de su autor, y por tanto —pudiera así pensarse al menos— el relato de sus cosas más personales en esos días, casi nada de lo escrito nos resulta ajeno, pues todo lo que se cuenta tiene la consistencia de los posos, del precipitado que deja la búsqueda permanente de una manera de estar en el mundo. Se dice en la página 27: “Se lleva un diario o un cuaderno de notas por muchas razones. En mi caso, poco me importa anotar lo vivido. Yo anoto más bien para ampliarlo”. No creo que el verbo ampliar sea el más preciso. Quizás, sí, el más modesto. Y el autor es prudente siempre en el trato con la vanidad —como poco partidario de la ironía, que define como “una forma sutil de orgullo”, o del ingenio (“afectación narcisista”)—. Después de leído este diario uno elegiría otro verbo para rematar la anterior cita. El verbo profundizar. Porque la ampliación es añadido, circunloquio; mientras que la profundización es un viaje hacia lo que está dentro. Aquí, en concreto, a la entraña misma de la reflexión. Se suceden los días, las estaciones, las ciudades (Gijón, Oxford, Londres), los paisajes, la labor cotidiana, el viaje (Córdoba, Granada, Übeda), las películas (Shorcuts, Mrs. Dalloway), las lecturas y traducciones… De todo queda una coda, explícita o intuida, que nos pone en la pista de que lo que se vive termina por transformarnos, por hacernos distintos. Meditar sobre ello, y el diario asi concebido tiene mucho de introspección, debería hacernos además mejores. Damos en la escritura nuestra mejor versión. Le ganamos en ese espacio y en ese tiempo la partida al envés de nuestras almas. El ruido que es la vida, esa vibración del hielo, ese latido de lo que somos, de lo que nos sale al paso o de lo que se observa y finalmente convertimos también en algo propio, es la fascinación que mueve a quien escribe: “el ruido me fascina, como el umbral de una puerta cuyo destino ignoramos”. Antes de cruzar ese ámbito, no es mal hatillo echarse a la espalda una cosecha tal de palabras sensatas y bien engarzadas. Termina el libro con el final de año, época de balances. Conviene en esos días tener a mano un cuaderno así. Conforta y consuela, dice Doce. Y lo subrayo de nuevo con mi lápiz. Con el trazo firme que me procura esta regla breve sobre la que vibra, ahora ya perceptiblemente, el hielo de los días. Y me siento igualmente confortado.
lunes, septiembre 01, 2008
Migas
martes, agosto 26, 2008
Lautrec
jueves, agosto 21, 2008
El ciervo
miércoles, agosto 20, 2008
Horror vacui
En esa foto tengo en las manos un volumen de bolsillo que reúne los cuentos de Kjell Askildsen. Se titula Todo como antes. En los primero relatos, quizás los mejores, los protagonistas son viejos, personajes que sobreviven acostumbrándose ya casi a la muerte. En los cuentos finales se narran sucesos aparentemente intrascendentes en la vida de distintas parejas, acontecimientos rutinarios que sin embargo son como gotas que colman el vaso del tedio, del rencor apenas oculto, de la infelicidad que lastra a todos los personajes. No hay a lo largo del libro un momento alegre, ni sitio para el amor, no existe la compasión. Todo es deliberadamente frío y aséptico. Hasta el deseo se desvela como una sensación vergonzante. Todo se dice con el menor número de palabras. Y ello, que viene bien a la manera en cómo se pretende reflejar el mundo, termina, no obstante, generando cierta desazón tras algunos finales. Askildsen esboza, como en los cuadros de Hopper, un ambiente y algunos indicios para una historia. En las pinturas del americano eso basta para generar una bien urdida sensación de desamparo. En los cuentos del noruego, su laconismo se nos antoja excesivo, como de un Hopper exhausto al que hasta el dibujo le fatigara. Será tal vez que padezco una suerte de horror vacui. Por eso se escriben estas cosas. Por eso nos revolcamos tan a menudo en los recuerdos. Por eso guardo en álbumes mis fotos. También esa en la que leo a Askildsen.
martes, agosto 19, 2008
Un par de viejos
lunes, agosto 18, 2008
Distancia
“… captar nuestra existencia de soslayo
o verla desde lejos, en lo alto,
con la perplejidad del que contempla…”
domingo, agosto 17, 2008
Una brújula
sábado, agosto 16, 2008
Carcasonne
Comimos en La côte de mailles. Un pequeño restaurante que parecía tranquilo y que encontramos en una calle apartada. Servicio atento. El patrón vigilaba el negocio paseándose parlanchín y algo ceñudo entre las mesas. Era un tipo fornido que vestía una camiseta violeta sin mangas. Andaba desolé, alguien se había llevado la llave del retrete. El único. Para hombres y para mujeres. Detrás justo de nuestra mesa. Cuando quise lavarme las manos antes de comer, me lo encontré dentro. Nos lo explicó entonces. Sin llave y sin cerrojo, el servicio se volvía un cuarto indiscreto. Estaba seguro de que había sido un niño. Un gamberrete se había llevado la llave. Madame, le dijo a C. cuando entré en el baño, vigile la puerta para que nadie moleste a su marido mientras está dentro. Pedí casoulette. Había que probar la especialidad local. Un pote de alubias y carnes. Con pato. Casi sin caldo. Espeso. Contundente. No me entusiasmó. Por el local, grande como su dueño, pero mucho más manso, se paseaba un gran perro negro. Cancún. Quizás el patrón estuvo en México. Quizás allí le cogió gusto a las camisetas sin mangas. Quizás por eso le puso ese nombre al can.
jueves, agosto 14, 2008
Siempre las mismas señas
Las páginas de un cuaderno de viaje
son como postales escritas
desde cada uno de los lugares
a donde nos llevan nuestros pasos.
Arrastran la letra imprecisa
de quien se apoya en viejas piedras,
en mesas de café, belvederes de mármol,
bancos de parque o asientos de tren.
La consistencia ósea
de un apunte cualquiera al natural
que tomara el lápiz de un paisajista.
La emoción desnuda de todo lo íntimo.
Y siempre iguales señas por destino,
las del lugar de donde una mañana partimos
con la secreta esperanza
de contar nuestro viaje, la vida,
en descoloridas postales de kiosko.
jueves, julio 10, 2008
Postal de Madrid (Thyssen)
lunes, julio 07, 2008
Postal de Madrid (Montera)
jueves, julio 03, 2008
Imágenes de un viaje
Este sol de atardecer, que le da un calor suave a las piedras del teatro y alarga los días en sombra tibia, hubiera agostado la ambición de Macbeth. En Escocia, el frío confunde a menudo a los hombres y a sus mujeres.
En los veranos ardientes, de las bocas del metro llega un aliento que funde allá abajo hasta los mismos raíles por donde transita el deseo.
Cuando se viaja "a" y se renuncia al "hacia", conviene poner norte en algún faro, procurar que el cabotaje tenga por costa una luz en risco a la noche y un muelle blanco en el día.
domingo, junio 29, 2008
De vuelta
Ágora X
Es éste un extraño empeño
que tiene tantos años
como los dedos de las manos.
La que se agarra al lápiz
como a a una mano tendida
en el alero mismo por el que nos precipitamos,
la mano amiga que nos salva.
Y la que fija el papel
y con él al mundo,
la tierra que entonces se hace firme
y sobre la cual es posible escribir palabras
que son de tinta y no de aliento,
porque se escuLpen
con la L de lo lento
de lo delicadamente lento y en sazón.
26-VI-08
JCD(Hace diez años que se comenzó a publicar Ágora, una modesta revista donde nacieron los Diarios de Rayuela. En el tren que me traía de vuelta a casa pergeñé esta pequeña crónica del arraigo. Finalmente tomó apariencia de collage. Así saldrá en la revista que conmemora el aniversario. Felicidades a todos los agoreros.)
jueves, junio 19, 2008
The visitor
Llevaba años sin saber de él
pero lo reconocí nada más verlo.
Siempre fumó del mismo modo,
levantando la barbilla
y echándole el humo con desdén al mundo.
Recorrió un montón de millas para encontrarme,
alguien le había hablado de dónde vivía
y a qué me dedicaba.
Quizás sólo vino por ver si era cierto,
por saber si su viejo amigo,
aquel cantante de voz oscura y mala bebida
madrugaba todos los días
para vender piensos y cortacéspedes
en un galpón de un pueblo perdido en el oeste.
Dejé un cartel a la entrada
avisando de que volvería pronto.
Nos tomamos juntos una cerveza en la cantina.
Apenas si supimos de qué hablar.
Stephane Furber, Daphne.
Editorial Mondantordi, Argentina, 2007.
Traducción de Mariana Lotti.