martes, julio 31, 2007

Café Central (Ponte de Lima)

En el café Central, no Largo do Camoes,
un cartel sobre su fachada de granito
advierte que los pagos se hagan en el acto,
que el servicio en la terraza lleva suplemento
y que se agradece la visita a los clientes.
Son algo más de las dos,
hemos paseado despacio rúas y jardines,
el puente mismo que mira sin fatiga
desde hace siglos el curso del río.
Finalmente nos hemos sentado
bajo los toldos de la plaza.
El chafariz suena a gloria,
la cerveza está bien fría
y el sol ilumina el mundo
más allá de la sombra que nos cobija.
En los viajes como en los ríos,
los remansos dejan que por un momento
la vida fluya tan despacio
que parece casi eterna.

lunes, julio 30, 2007

Amanece en Chafé

En ningún lugar de la casa se reciben con mayor alborozo las primeras luces de la mañana que en los aleros del tejado. Es como si el claror embriagara el despertar de los gorriones y les cegara de tal modo el juicio que de repente se creyeran gallos. Se lo toman tan en serio que consiguen con un canto atolondrado despertarnos a diario muy temprano. Amanece Chafé en la alegría si viene el sol franco y los pájaros lo celebran. No pesa abandonar el sueño así, prendiéndolo de los nidos donde bulle de nuevo la vida, tan cerca de nuestras ventanas.

De camino

Quizás nuestro verdadero camino es estar siempre en camino, mirando hacia atrás con tristeza y hacia delante con impaciencia, siempre anhelando descanso y siempre sin reposo.

El candelabro enterrado, Stefan Zweig

Vengo un momentito

Vengo y quiero irme. Estoy llegando y sólo marchar deseo. Y el descanso que le auguraba a este cuaderno, lo quiebro de repente aún sabiendo que lo que en él se cuelgue en los días venideros tendrá, me temo, escasa audiencia, pues anda la gente repartida por el mundo, al asueto, leyendo muchos libros y conociendo insólitos lugares. Eso dicen cuando huyen (¡cobardes!). Que sean hombres -y mujeres aguerridas-. Que afronten en la rutina los estíos. Que se mantengan atados a los mástiles como Ulises. Que no los tienten cantos de sirenas ni viajes placenteros. Esténse quietos, coño. Y mantengan los blogs como es debido. Válgame dios qué desparrame. El de ustedes, inconstantes, no vayan a creer que a la entrada me refiero.

viernes, julio 13, 2007

Viaje

Algo irreductible queda de lo nómada que nos habitó en el principio de los tiempos. Un atavismo que tiene como los relojes alarmas que nos agitan las ganas del viaje. Salimos al camino tras la caza. Otra caza. La de lugares que o bien ya forman parte de nuestra memoria o bien deseamos descubrir por vez primera. Lugares, en todo caso, donde mudar la piel y ventilarnos los adentros. No es sino eso Ítaca, más que un territorio, ganas nuevas que echarle a la vida.


Hasta la vuelta. Un abrazo a todos.
Era un lector voraz pero desmemoriado. Así que cuando necesitaba una cita con la que introducir algún escrito propio -siempre han resultado elegantes tales detalles de precisa erudición-, se la inventaba. Esa inocente impostura decía mucho de su modo de leer -¿de vivir quizás?-: aprovechamiento por precipitación de la sustancia y desinterés hacia todo lo demás.

jueves, julio 12, 2007

Sombrillas al amanecer

He visto ya en más de un informativo que en algunas playas del levante español se plantan sombrillas al amanecer para reservar un trocito de arena junto a la orilla. Sorprende el asunto no ya porque vista desde el Cantábrico tal prevención sería inútil -las pleamares se llevarían cualquier cosa que para asegurarse una buena ubicación se dejara cerca del oleaje-, sino porque la sola perspectiva visual, espacial y temporal que se le pasa a uno por la cabeza de lo que debe ser un día de asueto en tales condiciones aventura un espanto mayúsculo. En el imaginario colectivo está tan arraigada la identificación de las vacaciones con la playa y el sol, que se mide socialmente el disfrute estival por la intensidad del moreno alcanzado. Y no es menor la cuestión, esta vocación playera le ha ocasionado heridas incurables al litoral patrio. Supongo que todo tiene por origen la emulación. Los que se toman por modelos del buen vivir suelen pasear el palmito en los estíos al borde del mar. Y cada uno imita la referencia en la escala de sus posibilidades. Hay quien tiene por jardín un pedazo de mediterráneo y quien consigue un sitio en la orilla casi a dentelladas. Todo este afán por un reducido pespunte de tierra ha ido convirtiendo en cloaca al paraíso. Mientras tanto, la autoridad miraba hacia otro lado y los mercaderes se llenaban los bolsillos. Desde el cielo las sombrillas con que muchos acotan su pedazo de verano a primera hora de la mañana, son como las minúsculas unidades militares con que se conquistan los territorios del Risk, soldados que se juegan la piel a cambio de una medalla de bronce.


Todo esto, claro, se puede decir de mejor manera. En prosa y en verso. Félix de Azúa publicaba hace un par de días un artículo espléndido que llevaba por título Avaros y sin embargo suicidas. Berta Piñán escribía hace tiempo unos versos memorables que llevan por título Pa otros. Dicen así:
Pa otros
Pa otros l´aventura, los viaxes, l´anchor
del océano, Roma ardiendo y les pirámides,
les selves inomables, la lluz de los desiertos,
los templos y el rostro de la diosa. Pa ellos
rascacielos y ciudaes, palacios del suañu
contra´l tiempo, la sorrisa de Buda, les torres
de Babel, los acueductos, la industria incesante
del home y los sos afanes.
A mi dexáime la solombra difusa del carbayu,
la lluz de algunos díes de soronda, la música callada
de la nieve, el so cayer incesante na memoria,
dexáime les zreces na boca cuando nena, la voz
de los amigos, la voz del ríu y esta casa, dalgunos llibros,
pocos, la mio mano dibuxando, a modo, la curvatura
perfecta del to llombu.

Para otros (traducción al castellano)
Para otros la aventura, los viajes, el ancho
del océano, Roma ardiendo y las pirámides,
las selvas innombrables, la luz de los desiertos,
los templos y el rostro de la diosa. Para ellos
rascacielos y ciudades, palacios del sueño
contra el tiempo, la sonrisa de Buda, las torres
de Babel, los acueductos, la industria incesante
del hombre y sus afanes.
A mi dejadme la sombra del roble
la luz de algunos días de otoño, la música callada
de la nieve, su caer incesante en la memoria,
dejadme las cerezas en la boca cuando niña, la voz
de los amigos, la voz del río y esta casa, algunos libros,
pocos, mi mano dibujando, despacio, la curvatura
perfecta de tu espalda.

domingo, julio 08, 2007

Infierno y paraíso


Vivir aquí hubiera sido más fácil
si yo fuera tal vez otro hombre.
Si hubiera llegado aquí de repente
y no me uniera raíz alguna a la tierra,
si tuviera tan sólo con ella
esa suerte de amor no esperado
con que a veces nos ciñe muy fuerte
el corazón de algunos paisajes.
Quizás así no me hubieran dolido
esos lazos de cuna y de sangre
que en la piel como hiedra te crecen
y que terminan llevando por savia
todo el lodo de los pueblos pequeños.
Si así hubiera sido,
si sólo el azar me hubiera traído,
en la aldea me verían las gentes
como a un loco extranjero
que sin más motivo aparente
que el capricho de su brújula interna
se perdió por aquí ya hace tiempo
y aquí desea morirse de viejo.

Xuan Serandinas sabe que su mundo, por pequeño y familiar, contiene la paz de los claustros y los rumores de las contraventanas. Ha aprendido a apurar aquello que le procura dicha. Por contra, a lo que desde la sombra extiende el frío, trata de conjurarlo escribiendo. De eso van estos versos, que he intentado traducir sin que perdieran la música de su lengua original. En el correo que los contiene, mi amigo me recuerda el viejo adagio que yo también oí en casa algunas veces: pueblo pequeño, infierno grande (pero paraíso tamén, dou fe). Y lo que encierran los paréntesis es sólo de él, de Xuan, que no del desencantado dicho. La foto, de David Gorgojo.

viernes, julio 06, 2007

Insomnio

Insomnio y vértigo van de la mano. Hay un momento en el que tomamos plena consciencia de que la noche va venir larga. A partir de ahí comienzan a precipitársenos imágenes y palabras. Está todo a la altura de la frente, por encima de los ojos. Tiene la forma de un calidoscopio agitado en el que se hace imposible fijar alguna composición. De críos resulta más fácil hacerse con el mando. Basta fantasear un poco y el sueño acude dócil. Cabe pues pensar que los años nos van poblando la noche más de lo conveniente. O, visto desde otra perspectiva, que a medida que envejecemos nos procuran menos consuelo las fantasías.

martes, julio 03, 2007

Adriá


Lo de Adriá, supongo que no hace falta aclararlo, sólo es posible en la opulencia. Atendido el subsistir, se exploran alicientes que le repongan a la manduca el valor que le ha ido mermando su abundancia –al menos en las sociedades ricas-.
La privación de lo elemental genera urgencias. Falta total de elaboración. El acceso a lo básico convierte en artesano al cocinero. La copiosidad lo vuelve algo más. ¿Artista? Al menos se pretende autor, crea, no satisface ya lo perentorio, sino que halaga un gusto que proviene del refinamiento, por tanto, de la cultura.
Entre los rasgos que identifican esta manera de afrontar lo culinario, estaría el que no tenga vocación de permanencia lo que se crea desde los fogones. No le rebajaría mérito. La propia fugacidad del material de trabajo supone un desafío para la pericia del manipulador. Bien pudiéramos relacionar esta característica de la composición estética de los cocineros con la eventualidad de las instalaciones de muchos artistas de vanguardia. Otra de sus peculiaridades es que no se produce una obra única. Los platos que se cocinan son para una pluralidad de comensales. Se repite por tanto la creación. Aunque ello no debería impedir que el resultado fuera considerado un logro de valor artístico. La obra gráfica de muchos pintores se reproduce numerada. Cabe también adivinar en las propuestas de algunos de los más cualificados cocineros una sensibilidad estética contemporánea: sus elaboraciones no buscan saciar el hambre, adecuarse, por tanto, al ritmo de la naturaleza, sino superarla, generando por encima de las necesidades propias de la condición natural del hombre, una obra que satisface otro tipo de exigencias generadas por la educación del gusto y el aprecio por lo bello.
Y aun a pesar de todo lo argumentado, a uno le sigue pudiendo aquello que le decían de crío: “No se juega con las cosas de comer”. Al fin y al cabo, nos hemos criado en el regazo de unos padres que fueron antes niños de posguerra. Meterse entre pecho y espalda según qué cosas y a qué precio nos provoca aún una sana mala conciencia.

domingo, julio 01, 2007

Momentos

De pronto, leyendo, viendo u oyendo algo de lo que quizás no se esperaba inicialmente conmoción alguna, que tal vez en circunstancias distintas pasase casi inadvertido, de pronto, digo, se siente de dentro hacia fuera una especie de revelación que nos vuelve comprensible el mundo, que nos reconcilia con la vida, una suerte de verdad irrefutable que se expande desde la víscera a la epidermis volviéndonos las carnes tan transparentes como sentimos lo son por un instante todas las cosas que nos rodean. En esos momentos seríamos capaces incluso de soñar apacibles el resto de nuestros días. En fin, pasa de vez en cuando y dura poco. Vuelven pronto las dudas, que son el envés de las certezas. Pero aún así merecen la pena esos instantes. Y dejan poso. Por eso hay que volver a ciertos libros, a ciertas músicas, a ciertos paisajes. Por eso hay que cuidar de ciertos afectos. En todo ello andan las fugaces revelaciones de la dicha.