En el café Central, no Largo do Camoes,
un cartel sobre su fachada de granito
advierte que los pagos se hagan en el acto,
que el servicio en la terraza lleva suplemento
y que se agradece la visita a los clientes.
Son algo más de las dos,
hemos paseado despacio rúas y jardines,
el puente mismo que mira sin fatiga
desde hace siglos el curso del río.
Finalmente nos hemos sentado
bajo los toldos de la plaza.
El chafariz suena a gloria,
la cerveza está bien fría
y el sol ilumina el mundo
más allá de la sombra que nos cobija.
En los viajes como en los ríos,
los remansos dejan que por un momento
la vida fluya tan despacio
que parece casi eterna.
7 comentarios:
Ahhh Rayuela, Rayuela... que me has hecho llorar.
Y que bonito se siente llorar así... agradeciendo a Dios que a uno le sea dado ver y sentir la belleza (a riesgo de parecer cursi o ramplón, ¡qué importa!)
Cuando esto me pasa, no me cambio por nadie en el mundo.
Gracias Rayuelita, me emociona leerte... me hace bien.
Pasa bonito día que el mío hoy ya está justificado.
Abrazos.
Rox
(qué... tilde) "Y qué bonito"
Lo siento, al parecer la fe de erratas y yo tenemos un algo muy arraigado ya... aunado al hecho de que soy obsesiva.
=(
Pues sí, hay momentos que valen todo un viaje. Muy bueno. Salud
Hermoso conjunto de palabras...
...puente que contempla angustiado...
...así lo definiría
Viaje y eternidad... Sugestivo...
Iba a decir ahora: "En una palabra, mil gracias", y he recordado a los amigos Les Luthiers. Daniel dice exactamente eso, y Jorge le hace señas con los dedos de que no ha dicho una, sino dos palabras. Entonces Daniel corrige: "Dos mil gracias". Pues eso, dos mil gracias.
Sí, dr, sí, en esos remansos está el verdadero sentido del viaje. Parada, fonda... y camino.
Me he sentido en la terraza compartiendo paisajes y bebidas. Saludos.
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