Cuenta la leyenda que el origen del nombre de la villa viene de la época de la reconquista, cuando los cristianos aprovecharon que los musulmanes estaban cenando para tomar posiciones y apoderarse del pueblo. Uno de los cautivos lamentó la impostura, y estalló en grito de rabia: ¡Cara cena nos costó! Menos legendario es el hecho de que el caudillo Almanzor anduvo con sus tropas por estos andurriales, escenario de importantes aceifas por el cañón del Caracena. Hoy los senderistas se ponen las botas (y nunca mejor dicho), con el camino que recorre este barranco hasta la localidad de Tarancueña, y que en dos horas de delicioso recorrido entre cantiles y choperas, les hace sentirse en el Sangri-la de las montañas del Himalaya.
domingo, marzo 31, 2013
El Sangri-la caraceno
miércoles, marzo 27, 2013
La palmera soriana
En el cubo central surge el eje del templo, la extraordinaria columna cilíndrica, magnífica y esbelta, en forma de palmera pétrea. Una especie de gran jaima que protege cuanto está bajo su sombra, es decir, todo el interior. De esta inmensa palmera salen ocho nervaduras con forma de arco de herradura a modo de ramas que soportan la bóveda esquilfada. La palmera es un símbolo sufí, un árbol sagrado para los árabes, que lo relacionan con el nacimiento. Palmera se dice en árabe tariqat, vocablo técnico sufí que significa "hablarse en el camino" o profesar el sufismo. La palmera también sirve de unión entre el cielo y la tierra. "Un talle tan esbelto como el de la palmera", se dice en El cantar de los cantares. Árbol por excelencia en Palestina, árbol sagrado para musulmanes, pero también para cristianos que, en San Baudelio, se refugiaron bajo él, trasplantado desde los desiertos, desde los oasis. Palmera y escala para ascender al cielo. Árbol exótico entre encinas, robles, pinos. La ermita es a la vez templo cristiano y mezquita.
César Antonio de Molina, Una palmera en Castilla
Adobe
El rompesuelas penetra con mucho respeto en San Esteban de Gormaz, cruza la puente, tuerce a la izquierda, en lugar de seguir por la derecha la carretera que conduce a Burgo de Osma, y comienza a ascender por empinadas callejas, buena parte de ellas formadas por casas de adobe recocido al sol de los veranos y fraguado en las nieves de invierno, duro y sólido como el más moderno hormigón armado y siente como, si de pronto, le creciesen alas, pues la cuesta arriba, lejos de afligirle, le hace bailotear el corazón, mientas se dirige a la iglesia de San Miguel, uno de los ejemplares más armónicos y gráciles del románico del XII, erigido cuando ya el rey Alfonso VI adelantó la frontera del Duero al Tajo y los estebantinos pudieron dedicarse a lo propio de su natural carácter: el trabajo, la oración y la práctica del bien.
Jorge Ferrer-Vidal, Viaje a la frontera del Duero
viernes, marzo 15, 2013
De amicitia
La geografía acogedora de un país sin ambiciones.
Las calles rudimentarias de una ciudad de provincias.
El portal siempre abierto de un edificio sobrio.
La casa tibia de un hombre sin rencores.
El corazón silencioso del que no tiene prisa.
La palabra que se escucha sin esfuerzo.
La compañía que a menudo tanto se desea.
Las calles rudimentarias de una ciudad de provincias.
El portal siempre abierto de un edificio sobrio.
La casa tibia de un hombre sin rencores.
El corazón silencioso del que no tiene prisa.
La palabra que se escucha sin esfuerzo.
La compañía que a menudo tanto se desea.
lunes, marzo 04, 2013
Nieve
Desde el mirador d`Asiegu |
El camino
discurre por la empinada derrota que antaño llevaba al cementerio. Por allí se
subía en hombros a los muertos. Con mal tiempo la comitiva se hundía en el barro.
Pisaba esa humedad turbia de los suelos que aguardaba también por el entierro.
Una cruz de piedra señala todavía la mitad del trayecto. Se rezaba allí un
último responso por el finado. Los porteadores tomaban entonces un respiro.
Abajo, el río seguía su curso. Desde lo más alto las campanas llamaban a
funeral. El sábado estaba encharcado todo ese sendero. Se precipitaba el agua de
los prados hacia el valle. Desde el mirador podía contemplarse una hermosa vista
panorámica. El día luminoso acercaba las cimas más lejanas, sus nieves. Soplaba
un aire de cuaresma. Una brisa enfriada en lo alto y cargada de cristales
minúsculos. La piel del rostro se tensa en esas caminatas de invierno. Ese
frescor extremo pone en alerta, despierta a cualquier vestigio de belleza. El
sol pulía las cresterías seguramente hasta el hielo. La viruta blanca de esa
talla suele precipitarse transparente ladera abajo. En lo más hondo de su
viaje, a la sombra de nuestras suelas, termina por volverse poco más que barro
oscuro: como todo imperio, el de la vida o el de la nieve.
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