miércoles, mayo 27, 2009

Espiando juntos desde lo oscuro

Querido JC:

Ayer, por fin, fue casi un dia de verano en Serandinas. Hasta eché las contraventanas al mediodía. Se quedó en sombras el salón. Disfruté mucho de esa umbría confortable de quien sabe al sol golpeando las aldabas. Y me acordé de pronto de que esa era una costumbre suya cuando volvía en los veranos a la casa de su padre. Aquí, justo al lado. En el viejo consultorio de don Avelino. El hijo regresaba en las vacaciones después de todo un curso de internado. Pero se pasaba las tardes enteras a solas y a oscuras. Leyendo gruesos libros médicos. Absorto en nervios, músculos y huesos. Observando por dentro lo que afuera, en la distancia corta y sobre todo bajo la violenta luz estival le resultaba simplemente pavoroso. Buena gente esa familia. El padre se dedicó en cuerpo y alma toda su vida a la medicina de pueblo. Él se hizo abogado. Le horrorizaba la sangre de verdad. Desinteresado y desprendido. Nunca le fue bien en el despacho. Terminó matándolo el tabaco. Los cigarrillos con los que espantaba la soledad. Tenía siempre una tez blanca. Una mirada escurridiza. Prisa por volver a sus cosas. Y un pitillo entre los dedos. Ayer se hizo el sol y eché las contraventanas. Fue sólo un momento. Para que no me cegara la luz que refulgía sobre las páginas del libro con que andaba. Compartí con él, con su recuerdo, ese rato de cobijo. Espiamos juntos desde lo oscuro la sorpresa de un mundo que de tan iluminado parecía de repente inabarcable. Quizás no fuera otro su miedo.
X. Serandinas

lunes, mayo 25, 2009

Balnearia

Uno empieza a tenerle querencia a esa terapia de aguas que dicen viene de Roma. A ese dejarse golpear por chorros violentos que vivifican. A ese dejarse amansar en marmitas tibias. A esa dejarse exprimir por vapores hirvientes. El agua ha sido siempre una recurrida metáfora. Lluvia, oleaje y ríos; tristeza, avatares, vida. Le busco también a esta novedad balnearia su reflejo: ¿placenta?

jueves, mayo 21, 2009

Vidas (profesionales) ejemplares

La de Jaume Vallcorba. Editor (Quaderns Crema y Acantilado). Pasión por los libros. Y por las cosas bien hechas. Así lo explica en la entrevista de Martín Gómez para la revista colombiana El malpensante. Aquí. Y un adelanto: "Me parece que la labor editorial se puede entender de dos modos: por una parte, el de quien se dedica a publicar libros que el público ya sabe que quiere; y, por otra parte, el de quien le ofrece al lector aquellos libros que quizás aún no sabe que quiere –que es en el que a mí me gusta trabajar–."

miércoles, mayo 20, 2009

Poética narrativa

En la muy original novela Sólo un muerto más, de Ramiro Pinilla, el protagonista, Sancho Bordaberri (Samuel Esparta), novelista vocacional metido a investigador por afición al género negro, mantiene esta conversación con Luciano Aguirre, falangista y poeta:

"-Se trata de escribir lo que se ve y lo que se oye. Nada más...
-¡Pero eso está al alcance de una máquina de fotos y un registrador de voces!
-En cierto modo, el creador debe desaparecer. Narrar es centrarse en lo de fuera, y en este fuera hay otros, hay hombres y mujeres que deben pesar en la historia más que el propio narrador. Los poetas no saben hacerlo. No porque no puedan sino porque no está en su ser.
-Así que se trata de humildad.
-Y de algo de imaginación.
-¿Imaginación en el realismo?"

jueves, mayo 14, 2009

Las noches que aún queden por venir

Cuando llegue esa edad en que se aprende
que en LAS NOCHES QUE AÚN QUEDEN POR VENIR
no habremos de buscarnos ya en la luz
sino acaso tan sólo en la memoria,
nos convendría al menos el consuelo
de no albergar entonces más deseo
que el de sabernos juntos todavía
contra el silencio insomne de lo oscuro.

lunes, mayo 11, 2009

Talla de luz


En la casa del escultor. Su taller está en una vivienda rural poco cuidada, levantada sobre la pradería, con lagar donde hubo establo tiempo atrás, con cobertizo en el que trabaja el artista, teniendo a la vista la montaña y bien rodeado de limoneros y naranjos. De su perfume dulce. Andan las obras por paredes y suelos. Bellas en su dispersión caótica. En su inestabilidad de cosa inacabada. Maderas talladas o tallándose, sierras, botes de tinte, un altavoz grande y lleno de polvo conectado a una emisora musical. Habló despacio de la obra en marcha, de las exposiciones previstas, de cómo trabajaba sus esculturas, de cómo se deja moldear cada tipo de madera. Pero a uno se le iba cada poco el santo al cielo. Más que al cielo, al valle. Hermoso desde aquel altozano. Con una dispersión hipnótica de manzanos en flor, en medio del silencio y de esa tristeza húmeda que algunos días le ponen a los verdes. Una insuperable talla de luz en la estación reciente.

miércoles, mayo 06, 2009

Una vida

Celebrar la vida. Sobre todo cuando se nos escapa de modo irremediable. Escribir por alivio. Por aventar el miedo. Acariciar como cuentas de un rosario laico el detalle de las más preciadas dichas. Apuntalando el ánimo. En eso, quizás, consiste la hermosa necrológica que escribió ayer Rosa Montero.

lunes, mayo 04, 2009

Uno de mayo


Nos acercamos a León. Salimos con el día más bien triste. Todo mejora ya a las puertas de la ciudad. Aparcamos cerca de Guzmán el Bueno. Mañana fría y cielo despejado. Ordoño. Ancha. Catedral. Subimos a las vidrieras. Se permite el acceso a las plataformas dispuestas en lo alto para su restauración. Nos explican el proceso de fabricación del vidrio en la Edad Media. Su coloración. Su engaste en plomo. La distinta manera de dibujarse los motivos. Desde la más primitiva con cristales pequeños, figuras hieráticas, ausencia de paisaje y colores mezclados en el proceso de fusión de la arena, hasta la renacentista, ya con perspectivas, imágenes que desbordan la nervatura del plomo y un color aplicado a la vidriera después de colocada en los muros. De allí al Húmedo. Empieza a templar la mañana. En la plaza de Grano no hay aún gente. Es hermoso el despertar de la ciudad por este rincón casi medieval. Se celebra el primero de mayo. Hay una concentración frente al palacio de los Botines. Malos tiempos. No será poca la impotencia que se palpará en muchos de los concentrados. No hay un enemigo único, definitivo, contra quien alzar la voz, a quien culpar de lo que ocurre. El sistema ha fallado. Pero el sistema hace tiempo que ha sido aceptado por casi todos. Nos tomamos unas cervezas. Se empieza a animar el gentío por las callejuelas. Paseamos por el barrio del Ejido hasta la Plaza de Jacinto Benavente. Un barrio de los años cincuenta. Urbanismo humanizado. Casas modestas. Patios con jardín. A las espaldas de la catedral. Comemos en El Nalgas. Bebemos un prieto picudo fresquito. Entra como agua en día de calor. Y no sólo a nosotros. En la mesa más próxima comen dos ancianas. Nos sorprende su apetito. Su incansable cháchara. Pero sobre todo, esa rítmica y constante manera de bajarse el tinto de la casa. A la salida nos las encontramos camino del centro. Van del brazo. Prosiguen su insaciable conversación. Contentas. Rodeamos las murallas. Entramos por la puerta que llaman del castillo. San Isidoro. San Marcos. Auditorio. Musac. Qué bella fachada. Tuñón y Mansilla fueron los arquitectos. Según parece tomaron como referencia una vidriera catedralicia. Trabajaron sus colores informáticamente hasta conseguir esa combinación de intensidades en la carcasa del edificio. Emblemática ya de la ciudad. En tan poco tiempo. Se tiende a tomar allí no pocas fotos. Sobre todo, supongo, en días soleados. Refulgiendo el cristal. Añadiéndose al cromatismo del edificio, el azul del cielo. Incluso, si por suerte las hubiera, esas manchas blancas que las nubes ponen a la composición como una pincelada medida. Las vidrieras de la catedral recogen, envuelven la penumbra del templo con una caricia de luz, con un aliento humano y alegre de Dios. Las vidrieras del Musac son más bien reclamo. Llaman. Incitan a adentrarse en un espacio desconocido y por tanto misterioso sobre el que generan una espectactiva de color, de emoción. Ya dentro tiene el lugar ese aire aséptico de la modernidad. Esas exposiciones desparramadas, pretenciosas, que precisan de mucho espacio y de no poca complicidad en el visitante. Nos decantamos por la visita guiada. Apenas una docena de personas. Nos condujo por las salas una muchacha algo etérea, con ese aire universitario francés que dan la tez blanca, la melenita Claudine, los zapatos bajos, la ropa negra y su nombre de refugiada, Nadia. De lo visto, lo más interesante sin lugar a dudas fue la muestra titulada Trying to Remember What We Once Wanted to Forget (Intentando recordar aquello que una vez quisimos olvidar), de Elmgreen & Dragset, un pareja artística de nórdicos que han montado doce instalaciones de considerable formato, constituidas mayormente por unas casitas agigantadas de monopoly. En cada una de ellas se recrea un ambiente algo enigmático, construido con muy escasos elementos y a través de puestas en escena que tienen, a veces, un vago aire surrealista. Fue la guía orientándonos hacia la finalidad última de la muestra en su conjunto a través de aproximaciones interpretativas de cada una de las instalaciones. Advirtiéndonos, al tiempo, de la militancia homosexual de los artistas, pues a su jucio —bien informado—, tal condición es clave en la obra; pero no cerrando la puerta a que cada espectador extrajera de lo visto sus propias conclusiones. A uno le parece que hay dos actitudes muy acostumbradas e igualmente rechazables ante este tipo de manifestaciones artísticas. La que parte de la negación, las entiende siempre como fraude y las combate con indignación o burla. La que, por el contrario, las sobrevalora hasta el cretinismo, envolviendo su fe —como toda fe— en una suerte de lenguaje para iniciados, que, generalmente, no es más que un llamativo envoltorio de la nada. Quizás deba uno abrir sus miras sin prejuicios. Sin prejuicios y sin complejos. Apreciar lo que merezca atención y reseña. Lo que deje rastro de talento y trabajo. Lo que, como en todo arte, sobrecoga por interpretación racional o intuitiva. No poco de esto que se pide encontró uno en la muestra de Elmgreen & Dragset, que junto algunos excesos vanales y una ocupación megalómana del espacio expositivo, genera, sobre todo, ciertas interrogantes y no escasa sorpresa. Vimos también los collages de Kirstine Roepstorff y los vídeos de la palentina Marina Núñez. Los primeros dejan en la retina un poso de acumulación desmedida y de intenciones torpemente explícitas. En el ambiente generado por los segundos hay una, bien conseguida, envolvente sensación de futurismo inquietante. A la salida nos acercamos hasta el paseo de la Condesa de Sagasta. Bajo la umbría de los castaños que empiezan a florecer. A la vera del Bernesga. Había muchos paseantes a esa hora. Y hasta una fiesta sindicalista en la que se anunciaba por los altavoces un concurso de baile. Cada pareja debía atreverse con tres piezas: un pasodoble, una rumba y un tango. Cuando arrancábamos el coche, ya de vuelta, sonaban las notas de un pasodoble.