viernes, junio 19, 2009

Lisboa


Lisboa era neutral.
Rick acompañó a Lisa hasta el aeropuerto.
En las hélices del avión se enroscaba el tiempo
como un ovillo a los pies de un gato.
Qué hacer luego con los nudos.

Partiremos de mañana.
Viajaremos al paso escaso
con que arrastra la luz el sol.
Parábola de migas.
La hogaza del hogar a las espaldas
y la voraz turbulencia de las palomas
en la otra orilla,
sobre el estuario mismo de los atardeceres.

(Hasta la vuelta.)

lunes, junio 15, 2009

Tres fotografías

En ocasiones, la inquietud imprecisa que nos impide conciliar el sueño, nos sume en un estado ligeramente febril, vagamente intuitivo. Pueden entonces, de pronto, asociarse de un modo imprevisto, aleatorio, imágenes y recuerdos. Puede rebobinarse lo que trajo el transcurso del día o lo que sucedió muchos años antes y emerge de las sombras con una nitidez desconcertante. Es posible pergeñar el argumento de un cuento, dormirse con la felicidad de un endecasílabo que creemos perfecto, viajar, amar o sufrir de soledad o espanto. En uno de esos duermevelas, tres fotografías adquirieron hace unos días una persistencia algo obsesiva. La foto de la Madre migrante que tomó en 1936 Dorothea Lange, que se convirtió al cabo de los años en la representación misma de la Gran Depresión americana y que se puede ver en la actualidad en Madrid con motivo de la exposición que recoge parte de la obra de la autora americana, la correspondiente a los años comprendidos entre 1931 y 1942. En segundo lugar, la instantánea que Nick Ut tomó en 1972 en Vietnam tras un bombardeo con napalm y en la que Kim Phuc, una niña entonces de nueve años, corre desnuda con su piel ardiendo. Y por último, la fotografía de Franns Rilles Melgar, el emigrante boliviano sin papeles, que sufrió la amputación del brazo izquierdo en una panificadora donde trabajaba sin contrato por un salario escaso. Su patrono arrojó la extremidad amputada a un contenedor y, por miedo a las sanciones, dejó desangrándose a su empleado a doscientos metros de las urgencias del hospital. En la primera hay perfección formal, hay posado, tomas varias y algún retoque final. Según parece, una cita del filósofo Francis Bacon permaneció clavada en la puerta del cuarto oscuro de Dorothea Lange durante muchos años: “La contemplación de las cosas como son, sin error o confusión, sin sustitución o impostura, es en sí misma algo más noble que una cosecha entera de invención”. La cosecha de las uvas de la ira de estos blanco y negros de la Lange siguió a su modo la recomendación. Persiguiendo, uno cree, más una finalidad que una estética ética. Lo logró: la madre migrante fue finalmente icónica. La foto del Kim Phuc es, por contra, seguramente mucho más imperfecta, pero tiene a su favor la verdad incuestionable de la toma única, del instante irrepetible. Consiguió remover conciencias con la verdad desnuda y borrosa. Diríamos que hay entre ambas fotos la distancia que separa el asco refinado de la arcada irreprimible. La tercera tiene escasos días. La distribuyó la agencia Efe dándole soporte gráfico a las prestaciones que a los sin escrúpulos le rinde, en tiempos de crisis, la emigración clandestina. La imagen es en color y el encuadre deja el muñón en primer plano —levemente desenfocado, como si un asomo de pudor le pudiera en el último momento al objetivo—. El cúmulo de vendas, agujas y blanco impoluto, aséptico y hospitalario de las sábanas lava la cara de un país que demostrándose ineficaz en el filtro de las fronteras y en la garantía de las condiciones laborales, procura al menos la curación de las víctimas de esa desidia. Supongo que en esa asociación de tomas tiene mucho que ver el fondo de iniquidad que en todas ella subyace, la personificación del abandono en una madre en la ruina, en una niña abrasada y en un emigrante amputado. Habrá mil fotos más, un millón, que se pudieran añadir a éstas. Pero esa noche, en ese trance en que uno lucha por conciliar un sueño que se le hace esquivo, las que yo vi de pronto, superpuestas, fueron las de Florence O. Thompson, una madre con tres de sus hijos en medio del hambre; la de Kim Phuc, una cría que llora a gritos sobre las brasas; y la de Franns Rilles Melgar, a quien a cambio de un brazo le darán por fin sus papeles.

viernes, junio 12, 2009

Galeradas


Así comprimidas, como llegan hoy en el correo electrónico, que sólo hace falta pulsar sobre su icono para que se desplieguen todas sus páginas, les parecerán milagro todavía a muchos autores. Porque aún no hace tanto que las galeradas debían de remitírseles envueltas en papel de estraza, sueltas como hojas volanderas y apelmazadas unas contra otras por combatir el frío de no estar encuadernadas. Pero no han ser, pese a ello, muy distintas las sensaciones que provocan aquellas y estas galeradas en quienes, primerizos, se enfrentan a su repaso. Desenvolver paquete o icono suele ser finalmente como situarse sobre la rejilla de un mirador que cuelga en el aire de un acantilado. Por dentro se nos dispara el sensor de abismos. Mide el vacío y le otorga su escala de angustia. Lo que se hizo y pareció bien, provoca ahora dudas. Lo que tanto tiempo llevó, parece casi nada. Lo que era cierto, es ya equívoco. Y aunque podría verse la empresa como la inesperada oportunidad de hacer mejor lo que se dio por hecho y concluido en el pasado (no otra cosa se desea en los arrepentimientos), no deja de ser curioso que el miedo nos tome al volver sobre nuestros pasos y que aun andando por territorio conocido en este regreso, se nos antoje su suelo tan poco firme como el que nunca hemos pisado. Así que somos casi en la tarea como ánimas en pena que recelasen de la luz de la mañana temiendo que las vuelva nada.

jueves, junio 11, 2009

Culturas

El pasado sábado apareció el primer número del suplemento Culturas en las páginas del diario El Comercio. Desde el logo que se ha incorporado a la derecha, sobre los enlaces recomendados, se puede acceder directamente a él. En el estrenado suplemento se da cuenta de algunas bitácoras literarias entre las que se ha tenido la generosidad de incluir estos Diarios. Estupenda idea, desde luego, que se emprenda esta aventura por el periódico que siempre se ha tenido como cosa de casa y tan entrañable como un pedazo más de la ciudad. Se agradece, además, que se acuerden —o los acuerden (Doce mediante)— de uno para la ocasión. Suerte.

miércoles, junio 10, 2009

Discreción

La discreción es tan necesaria, en su justa medida, como el ejército en los países democráticos. Previene y protege.
La discreción absoluta es tan opresiva como el ejército de las tiranías. Reprime e intimida.
La indiscreción vuelve indefenso al mundo y lo deja a merced de los pillos.

viernes, junio 05, 2009

Magistral alquimia

Una fotografía es un instante congelado. Esa imagen adquiere trascendencia cuando sobrecoge a quien la mira por la fuerza de lo que fija. Si además se sabe de las circunstancias en que fue tomada, uno puede empeñarse en la interpretación de lo fotografiado. Llevando luz a los rincones en sombra. Glosando gestos. Volviendo secuencia lo que sólo es instante.
A partir de un gesto de coraje, la dignidad de un presidente que fija su espalda al respaldo del escaño cuando el resto de los congresistas gatea, Cercas escribe uno de los más vibrantes, emotivos y certeros libros que uno haya leído. Lo que el autor deseaba en principio era construir esta historia desde la ficción, sin embargo terminó por cimentarla en la pesquisa documental, sin que por ello el libro pierda la fuerza de las mejores obras literarias. Tiene un argumento potente. Unos personajes perfilados con verosimilitud incuestionable. Su desarrollo engancha de tal modo al lector que sus casi quinientas páginas se devoran con la misma avidez con que se aborda una bien urdida trama novelesca. Recurre a los duelos, a los paralelismos, a los héroes, a los villanos, a las traiciones, a las catarsis. Y todo ello, sin más añadido imaginario que la conjetura de unas pocas conversaciones, la motivación de algún personaje, de ciertos comportamientos; y siempre, en esos casos, advirtiendo del recuso intuitivo emprendido. Es pues un libro que cuenta fielmente un cautivador pedazo de la historia de nuestro país de la mejor manera posible y con los mejores mimbres: desde la verdad y a través de la literatura. Magistral alquimia.

miércoles, junio 03, 2009

Dos caxigalíne(a)s

La vanidad convierte en vicios públicos las virtudes privadas.

El desprecio como defensa cava trincheras y nos hunde los pies en el barro. La alegría como esgrima nos vuelve tan ágiles y brillantes como mariposas.

martes, junio 02, 2009

Modus vivendi

Adolfo Suárez. El péndulo de la historia. Primero villano. Luego canonizado. Ahora imbécil. Leo el libro de Cercas (Anatomía de un instante) con entusiasmo. No en vano se trata del pedazo más intenso de la historia de nuestro país que hasta la fecha me ha tocado vivir. Al tiempo me encuentro con una entrevista a Gregorio Morán. Ha escrito también sobre el asunto. Sobre el personaje. Ya dos libros. De este segundo (Adolfo Suárez, historia de una ambición) extrae para el periódico algunas de las ideas que lo sostienen. Una de ellas le parece a uno importante para explicar algunas cosas que le ocurren a la política patria. A la europea, también. Escándalos británicos. Desfachatez italiana. Corruptela hispana. Dice Gregorio Morán: “Suárez es un hombre sin cultura, sólo sabe de política, lo que forma parte de una larga tradición española”. Es verdad que la clase política de hoy ha pasado por la Universidad y hasta en ocasiones, aunque escasas, hay en ella personas de cierto fuste intelectual. Pero la política se les ha vuelto, por lo general, un modus vivendi de más alta alcurnia, mejor retribuido. Han elegido la trinchera como supervivencia. Y tras los sacos terreros no se perdonan los ocios reflexivos, se pierde hasta la perspectiva. Suárez era un hombre sin cultura en medio de convulsiones insoportables, al que quizás lo llevó al poder un prurito de medro, pero que una vez allí tuvo el coraje de una ambición generosa, histórica. Hoy se orilla por igual la pasión intelectual de perseguir la verdad sin la traba del rédito electoral y la trascendencia que otorga toda delegación de representatividad. Quizás tenga que ver en ello el miedo a perder la canonjía que se disfruta. Concluyamos con algo prosaico: el sueldo. Se argumenta muchas veces que un político debe cobrar lo suficiente como para que no le tiente el amaño productivo. Pero, ¿debe cobrar tanto como para que le asuste la reincorporación a su profesión —en caso de que la tenga—?