La vanidad convierte en vicios públicos las virtudes privadas.
El desprecio como defensa cava trincheras y nos hunde los pies en el barro. La alegría como esgrima nos vuelve tan ágiles y brillantes como mariposas.
El desprecio como defensa cava trincheras y nos hunde los pies en el barro. La alegría como esgrima nos vuelve tan ágiles y brillantes como mariposas.
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