lunes, agosto 29, 2016

Vengo de un lugar

Vengo de un lugar donde murió Leslie Howard abatido por el fuego alemán, no lejos de donde nació Pablo Iglesias Posse, aquel tipógrafo que soñó con una sociedad de hombres libres, honrados e inteligentes. Vengo de una playa urbana que levanta entre sus olas y las calles del pueblo una larga y ceñuda ceja dunar. De un paseo de balaústres blanqueados y geranios de carmín que lleva desde el río hasta el arenal, donde al atardecer tocan músicos ambulantes con una aureola laica de sol último en torno a sus cabezas, de una rambla donde estoy seguro de que Rohmer podría haber rodado complacido una película parlanchina, luminosa y aparentemente amable. Vengo de los acantilados en niebla, donde las garitas vigilan la incertidumbre y los molinos de viento manotean el silencio como ciegos abandonados. De santuarios levantados sobre riscos y océanos, con campanarios que dan noticia de naufragios, altares cubiertos de exvotos de naves y niños enfermos, cirios que apaga siempre un aire pesado de sal y curas que confunden al demonio con las ballenas. Vengo de faros que son como Hoppers en la tristeza y como souvenirs de colores en los escasos días alegres del verano. 





jueves, agosto 18, 2016

Subsuelo, de Marcelo Luján


Uno iba a escribir algo sobre Subsuelo, algo que animase a su lectura, algo que diese noticia de la excelsa calidad de su literatura, de su trama oscura, algo que hablara sobre cómo atrapa al lector ese magma de odios, venganzas y miserias morales, ese ambiente Cronenberg con que nos envuelve Marcelo Luján... Iba a escribir algo así pero antes le presté la novela a mi amigo Galván y él escribió algo mucho mejor. Por eso, extracto a ahora de su crítica lo que sigue:


"Subsuelo, de Marcelo Luján, argentino de largo recorrido en España. Decir lo que dicen de Subsuelo me llevaría la tarde sólo para copiar la cantidad de premios bajo los que la han enterrado. Estupenda novela. Me ha hecho pensar mucho en los límites de la novela negra. Me ha sorprendido que le hayan dado el premio Hammett de la Semana Negra de Gijón, que siempre ha premiado novela negra de género: detectives, asesinos, víctimas, historia retorcida y adictiva, un par de polvos sin compromiso, resolución in artículo mortis y hasta la próxima. Si tantos premios de novela negra le han dado a esta novela tortuosa, tendré que aceptar que lo es, pero no puedo entenderlo. La novela es muy literaria, el tío tiene un pulso increíble para rodear la parca anécdota de otros mundos colaterales que buscan la extinción con la misma intensidad con la que los mellizos protagonistas se han tomado el rechazo mutuo cuando se conocieron, cada cual en su bolsa amniótica; la claridad con que han de quedar grabadas en la angustia del lector las relaciones de no-amistad de las cuatro mujeres (curioso que los estallidos de odio se den precisamente entre las que no son amigas de nadie); el ambiente gomoso que me da la escena de la cena en el corredor que me aparece envuelta en ámbar aún sin solidificar; gomoso, también, todo el ambiente floral y arbóreo de la finca, acogiendo a un mal que reside en el sótano, que parece haber comprado a la familia para que sigan teniendo y yendo cada verano, sin plantearse otras opciones, a aquella finca en el fin de lo alcanzable, donde se sabe lo que hay más allá pero nunca se va: de ir, se va hacia abajo, al embarcadero podrido del pantano; un mal que hace huir incluso a las hormigas: qué horrible es la imagen de esa hormiga reina del tamaño de un gato, qué terror el avance de la última hormiga, un temor más que te deja con la boca abierta en su final, cuando por fin, con sus últimas fuerzas de hormiga en las últimas patas que aún no se han dado de baja en su aventura, sale de los límites de la finca, sólo sea para morir libre (un ambiente así de insano sólo está al alcance de Stephen King en estado de gracia); y olvidaba a las dos madres, de las cuales puedes perfectamente estar esperando un aquelarre, cualquier barbaridad, pues ellas son quienes poseen la fuerza para sentir el mal y enfrentarlo estando allí, a la espera de una desgracia más, con todos esos secretos contados en frases a las que les faltan palabras, convirtiéndose así en secretos más grandes y dañinos. Luego es lo de siempre: a uno le parece que sólo las novelas reseñadas en Babelia tienen éxito, y resulta que ahí andan estas corredoras de fondo de las que oyes por casualidad: de Subsuelo por el loable empeño de darle premios. La construcción de la novela es perfecta línea a línea: cada una de ellas se te pega como tela de araña que más crece cuanto más intentas desprenderte de ella: yo he necesitado una sufrida oyente a la que intentar transmitir en qué mundo estaba y que de él necesitaba salir. El autor ha optado por escribir en un castellano perfecto, imagino que esperando que la novela funcionara bien por aquí: apenas mete un par de argentinismos y se las arregla para dar su sentido en castellano en alguna de las repeticiones de cambio de punto de vista (libros argentinos he dejado por no entender nada: y no estoy dispuesto a probar un posible disfrute de un libro que la mitad es la novela y la otra mitad el diccionario de voces y giros).  Si por un casual hubiera alguien al otro lado y esto le produjera una ligera vacilación, no lo dude, parafraseando a Fernando Savater en una crítica de hace demasiados años: si tienes dos pares de pantalones, vende unos y ve corriendo a por Subsuelo, de Marcelo Luján."

Francisco Javier de la Fuente Galván

sábado, agosto 06, 2016

Amanece en O Chao

Así debió de ser la duda del Creador: un instante de niebla sobre el mundo justo cuando iba a amanecer. Nunca nada fue tan real y a la vez tan impreciso: porque no de otro pan se alimenta nuestra vida, que del pan que desmiga la incertidumbre.