Me animó a conocerlo mi buen amigo J. Deberías de leer
. Creo que te gustará. La busqué, la tuve entre las manos y no me decidí a comprarla por sus muchas páginas. Pensé que quizás fuera mejor acercarme a Amos Oz a través de alguna obra más breve. Me llevé a casa
. Me fascinó. Contaba una bien urdida historia, pero sobre todo lo hacía con una aparentemente fácil sobriedad poética. Hablaba de Teo, un hombre pragmático, inteligente e irónico de casi sesenta años, un tipo, además, con mucha vida a las espaldas. En uno de sus viajes por Latinoamérica conoce a Noa, unos cuantos años años más joven que él. Ambos narran la misma historia desde perspectivas diferentes. Nada extraordinario hay en lo que se cuenta: una relación de pareja, su vida en una población de la Israel fronteriza con el desierto y el arranque de una iniciativa bien intencionada, la creación de un centro de atención a drogadictos. A propósito del desarrollo de ese proyecto se habla del entusiasmo y de la decepción. Nada o todo. Según cómo se cuente. Todo aquí.
. Quizás uno de los más hermosos libros que haya leído nunca. Una novela autobiográfica que resume en su título los ejes sobre los que gira: el amor hacia su madre y la oscuridad en que lo sumió el suicidio de ésta cuando Oz tan sólo tenía doce años. Pero una novela que es mucho más. La diáspora judía. El nacimiento de Israel –siempre recordaré la sobrecogedora manera en cómo se narra la votación de la Sociedad de Naciones que da vía libre al nuevo estado-. El entusiasmo de una generación de pioneros. La reflexión sobre la tierra y su reparto. El amor por los libros. Una novela que habla de una extensa y culta familia procedente del este europeo que aparentaba normalidad, pero a la que le rondaba la tristeza y el desgarro. Hay un relato sobre el huerto del patio de los padres de Oz. No se logra en él planta alguna. Metáfora misma de la esterilidad de la vida de un bibliotecario culto hasta la excelencia y sin embargo incapaz de progresar en su trabajo, de las cuitas de una madre enferma de melancolía y de los remordimientos de un niño que se evade de la sordidez de todo aquello que le rodea con la lectura compulsiva de cuantos libros caen en sus manos.
Dos años después de la muerte de su madre, Amos se fue a vivir a un kibbutz. Deseaba convertirse en un joven bronceado, musculoso y comprometido con la construcción del nuevo estado. En ello estaban empeñadas las nuevas generaciones del pueblo de Israel. Creían necesario sustituir al judío sobreviviente del exterminio nazi, resignado, fatalista y pusilánime, por un nuevo hombre con voluntad de resistencia, con determinación para echar raíces, para labrar un hogar o morir en el empeño. Emerge entonces un conflicto político que llega hasta hoy. Amos Oz, reconocido pacifista que lucha desde hace años por la convivencia de los pueblos judío y palestino, nos los explica desapasionadamente en su novela.
Me parecen, en particular, memorables las evocaciones de la madre, una inteligente y seductora mujer que le contaba a su hijo mágicas e improvisadas historias a la noche. Sobrecogedora la profunda tristeza que la invadió en los últimos años. Su insomnio, su ansiedad. Amos Oz lo recuerda todo con una mezcla de compasión y rencor. Le guarda un amor profundo. Pero no olvida que su muerte lo dejó sólo cuando era todavía un niño.
Una historia de amor y oscuridad, como todas las grandes historias de cualquier tiempo, es un libro profundamente triste y a la vez increíblemente hermoso.
He leído después otros dos libros de Oz:
Una pantera en el sótano y
De repente en lo profundo del bosque. La primera es una narración ambientada en 1947, vísperas de la retirada británica de Jerusalén. Tiene por protagonista a Profi, trasunto en cierta manera del propio Oz cuando era adolescente. Habla de un niño de doce años que vive en las afueras de Jerusalén y al que se le acusa de traidor por los integrantes de la Organización LOM (Libertad o Muerte), una ingenua agrupación formada por el propio Profi y un par de amigos más al comienzo de las vacaciones de verano. La intención de aquellos pequeños era rebelarse contra el poder británico y expulsar al invasor. Su casual relación con el sargento Staphen Dunlop, policía inglés destacado en Jerusalén, le convierte por ello en traidor a los ojos de sus amigos. El propio Oz describía en una entrevista lo que cuenta esta novela:
En la novela Una Pantera en el sótano, Profi tiene más de un enemigo. Sus mejores amigos, sus socios en el grupo clandestino imaginario, también se convierten en sus enemigos. Su padre es un enemigo. Sus profesores... Él pasa por todo el ciclo de la traición, porque cuando entabla amistad con el sargento británico se convierte en un traidor para sus amigos chovinistas. Luego, cuando se enamora de la chica y le revela todo, traiciona a su amigo británico. Para después terminar traicionando a la chica cuando cuenta a sus padres la visita nocturna que recibe ésta cuando se queda a cuidarlo una noche. El chico pasa por todo el ciclo. Lo único que permanece inalterable es su amor hacia las palabras. Profi descubrirá que su patria es la lengua, y su razón de ser queda en las palabras con las que juega. El sentido del humor es una traición porque te ríes de cosas que otros toman muy en serio. Pero es una traición redentora porque el humor es un antídoto contra el fanatismo. A mí me llaman traidor, al igual que a mi personaje, Profi, porque yo cambio. No me quedo en el mismo lugar. La gente que nunca cambia piensa que si alguien lo hace es un traidor. Yo soy muy filosófico, pienso que el título de traidor es un tipo de condecoración.
De repente en lo profundo del bosque es lo que en hebreo se llama una aggadah, esto es, una parábola. Se trata, pues, de un texto simbólico. De una alegoría. Narra la historia de un pueblo sobre el que ha recaído una extraña maldición: la desaparición de todos los animales. La noche deja sumido al pueblo en el más absoluto silencio. Y por el día tampoco se advierte rastro de animal alguno. Hay, no obstante, entre los adultos quienes se niegan a olvidar que oyeron antaño el canto de los pájaros, que gozaron de la compañía de perros fieles, que cazaron jabalíes en los bosques o criaron ovejas en sus prados. La maestra Emmanuella aún dibuja animales para los niños, a quienes aquellas formas se les antojan extrañas invenciones. El viejo pescador Almón añora el tiempo en que llenaba de peces sus redes ahora siempre vacías. La panadera echa en vano migas a los pájaros que nunca volverán. Algo sucedió en el pasado. Hay niños que preguntan y adultos que se enfadan. Recordar resulta doloroso. Hasta que Maya y Mati, dos niños empecinados en encontrar la verdad, desobedecen a sus padres y parten en busca de los animales. Y los encuentran. Cuál es la enseñanza de todo ello. Todas las parábolas la tienen. Que es preciso ser valientes, estar dispuestos al riesgo, enfrentarse a las mayorías que piensan uniformemente. Se hace necesario vivir en comunidad. Ser aceptados. Pero no a cualquier precio. Hay otro mundo y a él puede llegar, según Oz, quien se revela a veces, aunque lo haga sólo por un instante, quien busca con los ojos del espíritu, quien sabe escuchar con los oídos del alma y tocar con los dedos de la mente.
Han sido, pues, unos meses de inmersiOz.
Y he vuelto a la superficie feliz con el descubrimiento.