Uno empieza a tenerle querencia a esa terapia de aguas que dicen viene de Roma. A ese dejarse golpear por chorros violentos que vivifican. A ese dejarse amansar en marmitas tibias. A esa dejarse exprimir por vapores hirvientes. El agua ha sido siempre una recurrida metáfora. Lluvia, oleaje y ríos; tristeza, avatares, vida. Le busco también a esta novedad balnearia su reflejo: ¿placenta?
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