Llevaba años sin saber de él
pero lo reconocí nada más verlo.
Siempre fumó del mismo modo,
levantando la barbilla
y echándole el humo con desdén al mundo.
Recorrió un montón de millas para encontrarme,
alguien le había hablado de dónde vivía
y a qué me dedicaba.
Quizás sólo vino por ver si era cierto,
por saber si su viejo amigo,
aquel cantante de voz oscura y mala bebida
madrugaba todos los días
para vender piensos y cortacéspedes
en un galpón de un pueblo perdido en el oeste.
Dejé un cartel a la entrada
avisando de que volvería pronto.
Nos tomamos juntos una cerveza en la cantina.
Apenas si supimos de qué hablar.
Stephane Furber, Daphne.
Editorial Mondantordi, Argentina, 2007.
Traducción de Mariana Lotti.
2 comentarios:
¿Otra traición a la propia juventud? (Ya sabes que yo estoy de parte del adulto.)
Gracias por darme a conocer a Furbes. Estupendos todos los post de la etiqueta.
Un abrazo.
Mérito (la etiqueta) o demérito (la traición) de don Stephane, querido Malambruno.
Otro abrazo para ti.
(Retomaremos las lecturas, también las de Candaya, después de una semana en la Villa y Corte).
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