lunes, marzo 05, 2007

Antes del eclipse

Al anochecer la luna estaba casi llena. Observarla entre los árboles desnudos era como ver asomada a la ventana de mi infancia el rostro lechoso de la abuela Anastasia. Y era también como si el tiempo se lo hubiera desbordado con arrugas profundas, con la leña en la que ardería el eclipse.

6 comentarios:

FPC dijo...

Conducía a esas horas, pero el cielo, volviendo de Lekeitio, iba disipando las nubes y dejaba ver una luna redonda e indescifrable. A riesgo de perder el eje de la carretera, miraba una y otra vez mientras mis acompañantes charlaban de algo a lo que yo no prestaba atención. Era la luna del eclipse, sí, también la de la infancia.

Quién sabe de cuántas otras cosas más. Durante un instante imaginé a los hombres paleolíticos que pudieron mirarla entre aterrados y extasiados. La diosa de la noche.

Un fuerte abrazo.

Daniel Pelegrín dijo...

Yo bajaba de la Cinemateca camino de casa, y en la Praça das Flores levanté la mirada hacia el cielo como si alguien o algo me llamase. Y ahí estaba, con la sombra que proyectamos, una luna de estaño y brasa, anillada.

Anónimo dijo...

Ay... este post me ha emocionado mucho. Yo escribí algo similar (no tan bien como tú, claro está) hace tiempo.

Querido Diario, te deseo una excelente semana.

Rox.

Canoso dijo...

Sin mucha ilusión comencé a mirar la luna esa noche, y poco a poco me hipnotizó. No pude dejar de mirarla mientras duró todo el eclipse.

Bonitas líneas.

Anónimo dijo...

Supongo que la fascinación que en todos se despierta ante algunos espectáculos naturales reside en que transcurren con total indiferencia hacia nosotros, ajenos a nuestra existencia, a la de quienes se sorprendieron ante ellos hace miles de años y a la de quienes se maravillarán nuevamente siglos después de que no seamos, los de ahora, más que ceniza.

Gracias por vuestros comentarios y un saludo a quienes visitáis estos Diarios por primera vez (Azófar y Canoso -Lisboa y Sevilla-).

Alexandrós dijo...

Yo hablaba. Afuera llovía