viernes, marzo 02, 2007

De perfil

No quisiera contribuir al ruido. Alimentar la crispación. Nombrar al bicho. Dejar que el fiel de la balanza corporal se incline hacia el intestino dejando en el aire a la razón. No quisiera lanzar arenga alguna desde el fondo enlodado de ninguna trinchera. Me gustaría enfrentarme a los hechos sin más prejuicio previo que el que me inspira el profundo asco por la violencia. Oír respetuosamente a quien argumenta. Ignorar al que vocea. Aplicar, si fuera posible, aquella práctica propuesta por Anatol Rapoport –de la que ya se ha hablado aquí-, que tenía como objeto escribir un buen comentario crítico sobre el trabajo de un oponente, pero que bien puede aplicarse a otro ámbitos de discusión: “Primero se ha de intentar re-expresar la posición del contrario tan clara, vívida y justamente que el oponente diga: gracias, me gustaría haberlo expresado así de claro. Luego, se han de listar todos los puntos de acuerdo (especialmente si no hay asuntos de acuerdo amplio y general) y, tercero, se ha de mencionar cualquier cosa que hayamos podido aprender del contrario. Sólo entonces está permitido proferir palabras de rechazo o de crítica”. Mi contrario, el de todos en esta historia, no debería ser otro que ese mundo airado, cruel, totalitario e irracional que beatifica a asesinos en serie. Interpretar sus posturas –insanos escorzos viscerales-, parafrasearlas en exégesis de acercamiento según la teoría de Rapoport es, decididamente, un esfuerzo inútil. Sí cabría intentarlo, en cambio, entre quienes comparten o respetan la decisión gubernamental y los que no la entienden o la rechazan de plano. Aunque me temo que no hay voluntad ninguna para tal esfuerzo. Porque esa trabajada anemia del preso ha debilitado también a muchos: la compasión obligada es flaqueza, la crítica interesada, mezquindad moral. Quedan expuestos al fuego cruzado, entre otros, quienes siendo contrarios a la medida adoptada y proviniendo además de los ámbitos de la izquierda, muestran su rechazo sin paliativos, pero sin perseguir tampoco rédito espurio alguno. Por ahí andamos, casi de perfil.

8 comentarios:

FPC dijo...

Mucha razón tienes. No son ajenos a esta situación los que no supieron perder como antes no habían sabido ganar. Pero en todo caso, dan ganas de apearse de estas discusiones porque el diálogo se va haciendo imposible. No recuerdo que sobre estos temas (sobre los que, como en casi todo, soy un poco incorrecto y no poco radical) haya podido hablar con muchos de mis amigos, justamente porque el prejuicio va, como indica su nombre, por delante del juicio. A pesar de los intentos de entendernos.

Un abrazo.

Alexandrós dijo...

De los tarados, que los he conocido, te podría contar cuánto nos desprecian. De los otros, los que no dialogan, que también los he sufrido, qué poco les importa el mundo si a ellos les va bien. El resto, de perfil, como siempre.
Un abrazo

Portarosa dijo...

Pues salgamos todos de perfil, a engrosar las filas de los sensatos, en la medida de nuestras posibilidades.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Amén. Todo lo que decís me confirma algo que creo hace mucho tiempo. Hay una especie de garantía negativa de racionalidad para nosotros, los perfilistas, o los perfilitas, o los perfílicos, que parecemos funambulistas pero no lo somos porque el funambulismo es un oficio y lo nuestro es seguir por necesidad, por prudencia y por coherencia el camino que, a nuestro pesar, resulta ser el más delgado y más difícil. Esa garantía negativa es que llevaríamos las hostias -las estamos llevando- de las dos Españas y, si me apuráis, de las tres. Es consolador saber que hay otra gente que tiene su patria en su perfil. Espero que seamos más que todos los cafres de todos los colores que he leído en las últimas horas en los foros, pero sinceramente, me da que no. Un abrazo (de perfil) a todos.

Mabalot dijo...

Excelente, Diarios, ahí lo has clavado; estamos en fuego cruzado, sí, un poco perplejos por todo este circo que no debía ser circo, y en realidad parece que no estamos, que no existe nadie de perfil, aunque casi no exista otra cosa, creo, a pesar los profesionales de la manifa-reactiva, de los gritos de las "víctimas" y los "torturadores", de los "torturadores" y las "víctimas", palabras que se intercambian unos otros, lo que haría gracia sino fuese tan aburrido y repugnante.

Una curiosidad; De Juana "se emocionó" cuando la ambulancia que le llevaba entró en "el Euskal Herria" (El País, hoy).
Por lo que se ve el corazón de este no es rojo, como el de las personas normales, sino que tiene estampada una ikurriña.

Saludos.

Anónimo dijo...

Aprovecho para contestaros, parte de un comentario que acabo de colgar del blog de Portorosa.

La verdad es que me apetecía reflexionar sobre el asunto -nos bullen a todos demasiadas cosas por dentro estos días-, pero, al mismo tiempo, me invadía una paralizante pereza. Tiene uno la impresión de que estamos cayendo todos en el error de manifestarnos no por dialogar, sino sólo para escucharnos a nosotros mismos, como para reafirmarnos en lo que pensamos al decirlo en alto. Hay demasiada gente instalada en las trincheras. El viejo dicho de que se es dueño de los silencios y esclavo de las propias palabras, tiene una variante casi grotesca en España, la de que por muy estúpidas que sean las palabras que alguien diga, si es alguien considerado relevante, enseguida muchos se sienten en la necesidad de hacerlas suyas, de esclavizarse bajo la estupidez del timonel -político, columnista o tertuliano-. Así nos va.


Pero a pesar de todo, supongo que algo hay que hacer para merecernos un país más habitable, más sensato; un lugar que se vaya haciendo no según las ocurrencias del gobierno de turno o el capricho de la minoría airada que se levante de patas en cualquier esquina del Estado; una sociedad que pueda acceder a una información menos parcial y alineada; donde la discrepancia, argumentada, sensata y educada, pueda ser posible incluso entre los nuestros -valga la expresión, aunque no la comparta-. Aunque no sé el qué.

Un abrazo a todos.

Petrusdom dijo...

El problema quizás resida en que para muchos el odio sale rentable y todo lo que lo fomenta vende muy bien en algunos medios políticos, pero yo por ahora confío en el sentido común de la gente (antes decían el pueblo).

Anónimo dijo...

He visto en su blog, Petrusdom, que hace un acertado símil entre odio y horror a propósito de El corazón de las tinieblas. Coincido con Vd. en que el odio no debería ser nunca rentable. Como todas las energías negativas, consume a quien lo genera y a quien lo sufre. Gracias por su visita.