martes, marzo 20, 2007

Urueña

Leo en EL PAÍS del sábado una pequeña noticia sobre Urueña. La titulan Pasión por los libros y en ella se cuenta que este pequeño municipio vallisoletano ha entrado a formar parte desde hace sólo unos días de las denominadas book-towns, una pequeña red de localidades europeas enfocadas al turismo de la lectura y el sector editorial. Se le han abierto de repente diez librerías gracias a este proyecto institucional. Algo sabía de todo ello porque el año pasado, por estas fechas, visité Urueña y se estaban acondicionando algunas de sus casas para tal fin. El pueblo es muy hermoso. Está en Tierra de Campos, conserva su muralla y es lugar idóneo desde donde emprender la llamada ruta de los Montes Torozos. Apenas lo habitan doscientos vecinos. Eso sí, algunos tan ilustres como el folklorista Joaquín Díaz, el músico Luís Delgado o el cantante Amancio Prada. Tiene un museo etnográfico, otro de instrumentos musicales y una de las más bellas jugueterías que uno pueda imaginarse. De aquel viaje me he puesto a leer, por recordar, algunos párrafos que entonces escribí sobre el lugar:

Al final de la tarde y en un alcor coronado de cielos azules e hilachas de nubes, vimos a lo lejos una muralla bien conservada, apenas sobrepasada por las construcciones de su interior y a cuyos pies se desplegaba una alfombra verde por la que serpenteaba la carretera que nos la iba acercando. Así descubrimos Urueña, con la apariencia de un cofre de piedra. La paseamos a esa hora en que ya no quedaba mucha gente por sus angostas calles de casas bajas y muros de mampostería, ladrillo o adobe. Esas rúas tienen nombres que se explican en los azulejos de sus esquinas. Del Oro, donde se hallaban los cambistas. Marbana, que parece era apellido gallego asentado en Villalpando. Corro Bolinche, por ser allí donde se reunían los vecinos para jugar a los bolos. Lagares, porque cuando las bodegas no estaban en las casas, se hacía un barrio de lagares en una zona alejada del centro. Corro de Santo Domingo, y es que Tomás López, famoso cartógrafo, menciona un monasterio de dominicos en Urueña, lo cual podría explicar esta advocación. Catahuevos, por ser el sitio donde los recoveros solían catar los huevos que estaban frescos poniéndoselos en el hueco del ojo y mirando la luz del sol. Real, o también llamada Principal por cruzar la villa de Sur a Norte enlazando las dos puertas de su muralla. Corro de San Andrés, al hallarse en este lugar la iglesia de San Andrés hasta que en el siglo XIV sobrevino su derrumbe. Del Azogue, que era el nombre del mercado diario, que solía estar cerca de la parroquia más importante, siendo el centro de la vida social de la villa. De las Cuatro Esquinas, las de la Parra, la Real, la del Corro de San Andrés y la del Oro. Plaza Mayor o de las carnicerías. El paseo nos llevó hasta la muralla de poniente. Desde allí vimos como el sol se licuaba en mercurio espeso sobre los campos. Se hizo de noche y enfrió repentinamente. Cenamos en el pequeño comedor de la casa rural donde habíamos reservado alojamiento. Hubo ensalada de canónigos, queso y nueces, albóndigas de arroz y merluza, codornices escabechadas y cuajada de oveja. El vino de la casa era espeso, pero untoso y de buen paso en boca.

A la mañana nos recomendó el hospedero una exposición temporal que sobre el juego de la oca permanecía abierta desde unos meses atrás en la Fundación Joaquín Díaz. La oca es como la vida, dijo. Sus peligros, los propios de nuestro paso por el mundo. Sus sesenta y tres casillas, la edad media que se alcanzaba cuando el juego se inventó. Abrió el museo a las diez. La mañana aún no se había entibiado y el frío era intenso. Nos recibió en la casona que alberga los fondos de Joaquín Díaz una guapa moza que nos fue detallando lo que allí se custodia: una colección divertidísima de coplas de ciego, una biblioteca bien nutrida a disposición de los especialistas de la materia, bastantes grabados sobre los trajes regionales de toda Castilla y un magnífico muestrario de instrumentos tradicionales de la zona (rabeles, flautas, castañuelas, violines, matracas, guitarras, acordeones…). Nos acercamos después al Museo de las Campanas, cerca de la calle del Azogue. Allí se explica tanto la historia de las campanas como la forma en que se funden, qué tipos existen, cuáles son sus principales aleaciones o cuáles sus toques más habituales. Se exponen alrededor de dos docenas de campanas y atiende el lugar Aurora, que se mostró encantadora con los niños.
Fuimos luego a la juguetería Oriente. Enredamos entre los cachivaches. Hay mucho juguete de cuerda, reproducciones acertadas de aquellos trastos de hojalata anteriores incluso a nuestra propia infancia. Venden también recortables, espadas de madera, peonzas, muñecas de cartón, cocinitas y cacharros, títeres, canicas, carruseles, cajas de música... La tienda es diminuta pero está abarrotada de pequeñas maravillas que casi nos sorprenden más a los mayores, por su poder de evocación, que a los propios niños. Mi hijo eligió un robot de hojalata y cuerda. Compramos también unas peonzas y un carrusel con música. Al salir intentamos rodar las peonzas. Sólo después de muchos intentos, y cuando al fin recordamos que la cuerda ha de enroscarse en sentido inverso, como la memoria, logramos nuestro propósito.

15 comentarios:

FPC dijo...

Otra vez, otra vez gracias. Tengo en mente ir a Urueña pero gracias a tu descripción es como si hubiera estado ya.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Ahhhh, qué bella entrada!

Sólo eso... y excelente día.

Portarosa dijo...

Qué apetecible. Y bien contado, que si no no lo sería.

Un abrazo.

Daniel Pelegrín dijo...

De verdad que dan ganas de hacer una escapada a Urueña. Salud.

Anónimo dijo...

Se percibe el eco de los viejos pueblos, donde manda la piedra. En ese paisaje suena bien su prosa.
Y me ha recordado una palabra que llevaba años sin oír: 'recovero'. Cuántas veces escuché a un familiar cercano la exclamación: "¿...pero desde cuándo van a enseñar los pollos a los recoveros?" para resumir una situación absurda o sin sentido.
Un saludo.

Anónimo dijo...

El viaje a Urueña lo hicimos el año pasado por estas fechas. Anduvimos por pueblos como San Cebrián de Mazote, Tiedra, Monasterio de la Santa Espina o Medina de Rioseco, desde donde hicimos un pequeño recorrido en barco por el Canal de Castilla. Dormimos tres noches en Urueña, cuyos atardeceres son una maravilla de luz y silencio.
Nos alojamos en una pequeña casa rural muy acogedora a la entrada del pueblo, Pozolico. En resumen, un muy recomendable destino.

Respecto a los recoveros, Juan Domingo, confieso que era la primera vez que oía -que la leía- la palabra, que, por otro lado, creo que suena bien y a castellano viejo. El dicho del que hablas la emplea de modo ingenioso. Ojalá sirva para conservarla -me temo que, como dice Alex Grijelmo de muchas otras, se trata de una palabra moribunda-.

Todas las calles del pueblo tienen junto a su nombre parte de su historia. La de Catahuevos es, como se dijo, la de ser lugar donde se cataban los huevos, comprobando su frescura.

Un abrazo a todos y gracias por vuestras visitas y comentarios.

Miguel Sanfeliu dijo...

Pues habrá que ir a Urueña. Dicen que también estaba Requena como posible book-town, pero no tengo noticias de que se haya llevado a cabo.
Bello texto...

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hace un par de días, y después de haber colgado esta entrada, leí en la sala de espera del dentista, un reportaje en una revista (no recuerdo cuál era -posiblemente un semanal de periódico-) sobre estos libro-pueblecitos. Había uno en Irlanda que parecía de cuento. Lo que no sé es cómo podrán gestionarse estas iniciativas para que resulten rentables.
A ver si en el futuro se incorpora Requena, Miguel.
Ah, hasta Urueña puedes probar de nuevo la aventura motera.
Un muy cordial saludo.

Anónimo dijo...

Buenas tardes.
Viví en Valladolid parte mi adolescencia y visité practicamente todos sus pueblos.
Me entusiasmaba el sistema de compuertas del canal de Castilla, alguna vez vi por la zona de Palencia, los bueyes a los lados del canal transportando carga, me gustaba pasear bajo los soportales de Medina de Rioseco. Conocí Urueña lleno de lodo y en las bodegas ta daban a probar el vino.
Por la zona hay palabras muy hermosas, a mi me gustaba especialmente la palabra "mancar"
¿Conoces el sistema de calefacción llamado gloria? Es el único lugar donde se usa y es espectacular.

Gracias y un saludo

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Luna, estoy encantado de recibirte.
Me gustaría que hablaras del significado de la palabra "mancar". En Asturias la utilizamos para expresar que algo hace daño.
¿Y la gloria? ¿Cómo funciona?
Espero tus respuestas.
Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

¿También se dice así por donde vives? no es muy habitual.

Si, mancar es hacerse daño.

La gloria estaba en la pieza principal de la casa, donde se hacía la vida, fuera de la cocina.
El suelo estaba hueco, tenía una puertecita y allí se metía paja, restos de las comidas, serrín, troncos de árboles y partir de ahí se distribuía el calor por todo el suelo de la casa, había que andar descalzos o con calcetines, el calor de abajo arriba, era delicioso y una forma de reciclar maravillosa.
Quizás ya no se haga así.
Saludos

Anónimo dijo...

Por lo que cuentas es un sistema parecido al hipocausto latino, un sistema calefactor muy ingenioso que se suele llamar la atención cuando se visitan los restos arqueológicos de las villas romanas.
Un saludo, Luna.

Anónimo dijo...

Ahora que el artículo queda un poco atrás, me gustaría decirte, que llevo algún tiempo leyendo.
Me gustan la mayoría de tus artículos,llenan de paz.
Hablas de muchos lugares que conozco y cuando los releo, me parece estar de nuevo caminando por ellos, por sus calles, bebiendo agua de sus fuentes....los reencuentro de nuevo en mi memoria.

Gracias

Saludos

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Luna, nuevamente gracias. Y por cierto, quizás precisaría aclaración lo de las artes gráficas, ¿no?

Anónimo dijo...

He intentado decirlo en privado y no puedo.
....es mi profesión

Saludos