Ya me advirtieron de que no buscara a Blimp en la película. De que no aparecía. Blimp es una categoría. Un paradigma. Se dice en The Oxford Dictionary que el Coronel Blimp es un character invented by the cartoonist David Low representing a pompous, obese, elderly figure popularly interpreted as a type of diehard or reactionary. Esto es, Blimp representaba al pomposo, al tradicionalista y al reaccionario. En efecto, el Coronel Blimp nació hace más de setenta años en las páginas del Evening Standard, de la mano del dibujante satírico David Low, quien perfiló un personaje que se convirtió en un icono de la Gran Bretaña de entreguerras.
Michael Powell y Emeric Pressburger constituyen una de las sociedades creativas más brillantes del cine británico. Juntos escribieron, produjeron y dirigieron conjuntamente las películas inglesas más arriesgadas y experimentales de los años de la II Guerra Mundial y la posguerra. Entre ellas, El espía negro (1939), Los invasores (1941), Coronel Blimp (1943), A vida o muerte (1946), Narciso negro (1947), Las zapatillas rojas (1948) y Corazón salvaje (1950). Según parece es difícil deslindar las contribuciones de ambos personajes a su obra colectiva. Se afirma que por lo general Pressburger armaba las películas y gestionaba su producción, y que Powell redactaba el guión inicial, dirigía en el plató e imaginaba las ideas visuales. Hasta que los nazis lo expulsaron de Alemania, Pressburger había trabajado en la UFA, la principal productora alemana. Powell, por su parte, se había ido curtiendo en películas de bajo presupuesto. Al encontrarse, se mezcla la artesanía visual de Powell con las preocupaciones filosóficas de Pressburger. Pues bien, en medio de la Segunda Guerra Mundial, Michael Powell y Emeric Pressburger ruedan una película memorable, Vida y muerte del Coronel Blimp. Se narra en ella la trayectoria vital de un hombre bueno y anticuado en el mejor sentido de la expresión, Clive Candy. Asistimos por medio de un largo flash back a su ejemplar historia de amistad durante medio siglo con un oficial alemán, Theo Kretschmar-Schuldorff, un relación casi fraterna pero paradójicamente nacida tras un duelo en el que ambos se hieren y a raíz del cual, además, se enamoran de la misma mujer, una Deborah Kerr rutilante que llega a interpretar tres personajes diferentes en el film. La amistad entre ambos militares permanecerá intacta a pesar de tener que enfrentarse durante la I Guerra Mundial. Y se fortalecerá aún más en los años posteriores a la toma del poder por el nazismo, al huir de su país Theo Kretschmar-Schuldorff, refugiándose, con la intercesión de Clive Candy, en el Reino Unido. La idea sobre Blimp expuesta por la película es mucho más benévola que la generalmente admitida para tal expresión. Se le aplica al protagonista por considerarlo un hombre anclado en convicciones militares demasiado caballerescas para las crueles prácticas bélicas impuestas por el enemigo en la II Guerra Mundial. Muestra, pues, esta deliciosa historia una firme manera de estar contra viento y marea, una manera noble que finalmente se desvela ingenua e inapropiada cuando el adversario no adopta modos tan versallescos de comportamiento. Asistimos por ello a una elegía melancólica de la esta edulcorada personalidad Blimp que Powell y Pressburger nos presentan en su obra. Esa melancolía de lo imposible tiene que ver con la pérdida de valores que de repente, y en el tráfago de los acontecimentos bélicos derivados del expansionismo nazi, se vuelven caducos. Hablamos, por el ejemplo, del valor o del honor. Y muy especialmente del respeto hacia el otro, aun incluso cuando circunstancialmente se halla en la trinchera de enfrente. Vida y muerte del Coronol Blimp es un película hecha en plena guerra, pero que no persigue la sensibilización patriótica a través de trampas melodramáticas o personajes hiperbólicos, sino que reflexiona elegante e inteligentemente sobre la inevitable manera en que la guerra y el tiempo transforman creencias y convicciones. Que habla, además y sobre todo, de la vida, del amor, de las esperanzas y de la amistad.
Michael Powell y Emeric Pressburger constituyen una de las sociedades creativas más brillantes del cine británico. Juntos escribieron, produjeron y dirigieron conjuntamente las películas inglesas más arriesgadas y experimentales de los años de la II Guerra Mundial y la posguerra. Entre ellas, El espía negro (1939), Los invasores (1941), Coronel Blimp (1943), A vida o muerte (1946), Narciso negro (1947), Las zapatillas rojas (1948) y Corazón salvaje (1950). Según parece es difícil deslindar las contribuciones de ambos personajes a su obra colectiva. Se afirma que por lo general Pressburger armaba las películas y gestionaba su producción, y que Powell redactaba el guión inicial, dirigía en el plató e imaginaba las ideas visuales. Hasta que los nazis lo expulsaron de Alemania, Pressburger había trabajado en la UFA, la principal productora alemana. Powell, por su parte, se había ido curtiendo en películas de bajo presupuesto. Al encontrarse, se mezcla la artesanía visual de Powell con las preocupaciones filosóficas de Pressburger. Pues bien, en medio de la Segunda Guerra Mundial, Michael Powell y Emeric Pressburger ruedan una película memorable, Vida y muerte del Coronel Blimp. Se narra en ella la trayectoria vital de un hombre bueno y anticuado en el mejor sentido de la expresión, Clive Candy. Asistimos por medio de un largo flash back a su ejemplar historia de amistad durante medio siglo con un oficial alemán, Theo Kretschmar-Schuldorff, un relación casi fraterna pero paradójicamente nacida tras un duelo en el que ambos se hieren y a raíz del cual, además, se enamoran de la misma mujer, una Deborah Kerr rutilante que llega a interpretar tres personajes diferentes en el film. La amistad entre ambos militares permanecerá intacta a pesar de tener que enfrentarse durante la I Guerra Mundial. Y se fortalecerá aún más en los años posteriores a la toma del poder por el nazismo, al huir de su país Theo Kretschmar-Schuldorff, refugiándose, con la intercesión de Clive Candy, en el Reino Unido. La idea sobre Blimp expuesta por la película es mucho más benévola que la generalmente admitida para tal expresión. Se le aplica al protagonista por considerarlo un hombre anclado en convicciones militares demasiado caballerescas para las crueles prácticas bélicas impuestas por el enemigo en la II Guerra Mundial. Muestra, pues, esta deliciosa historia una firme manera de estar contra viento y marea, una manera noble que finalmente se desvela ingenua e inapropiada cuando el adversario no adopta modos tan versallescos de comportamiento. Asistimos por ello a una elegía melancólica de la esta edulcorada personalidad Blimp que Powell y Pressburger nos presentan en su obra. Esa melancolía de lo imposible tiene que ver con la pérdida de valores que de repente, y en el tráfago de los acontecimentos bélicos derivados del expansionismo nazi, se vuelven caducos. Hablamos, por el ejemplo, del valor o del honor. Y muy especialmente del respeto hacia el otro, aun incluso cuando circunstancialmente se halla en la trinchera de enfrente. Vida y muerte del Coronol Blimp es un película hecha en plena guerra, pero que no persigue la sensibilización patriótica a través de trampas melodramáticas o personajes hiperbólicos, sino que reflexiona elegante e inteligentemente sobre la inevitable manera en que la guerra y el tiempo transforman creencias y convicciones. Que habla, además y sobre todo, de la vida, del amor, de las esperanzas y de la amistad.
1 comentario:
No sabes qué bien me viene tu post para un trabajo sobre cine que estoy haciendo. Gracias a mares y un enorme beso norteño.
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