A Conde-Duque y Pasmada (ellos lo pidieron).
Nos cantaba mi padre de pequeños “a la mar fui por naranjas, / cosa que la mar no tiene; / vine todo mojadito, / de olas que van y vienen”. Hace mucho tiempo ya que mi padre no canta. Que apenas habla. Que no se acerca siquiera a la playa. Le tomó definitivamente distancia al verse ridículamente desvalido cuando hace un par de años una pequeña ola le llevó el bastón en la orilla sin que pudiera hacer nada más que verlo flotar mar adentro. Si se hubiera acercado estos días hasta el Muro, tal vez se hubiese sentido hipnotizado por la marejada, quién sabe si hasta se hubiera olvidado de su débil condición de anciano enfermo. Una fuerza así, tan desproporcionadamente indómita, convierte en iguales a tullidos y sanos. Incluso nos devuelve al principio de los tiempos, cuando los dioses no eran sino los despóticos desmanes de una naturaleza vasta, violenta e ingobernable. El lunes, una ecuatoriana mantenía firme frente al océano la silla de ruedas sobre la que se acurrucaba una vieja algo asustada. Nos vamos a mojar, acertó a decir la inválida desde el cobijo de su manta. Su cuidadora sonrió condescendiente. Hasta aquí no llegará, no se preocupe. Y de repente, con la consistencia de la lava pero tan ligera como ráfaga de viento, una ola espesa se arrastró desde la playa hasta el paseo y empapó enteros a los paseantes curiosos. Nos reímos como colegiales. Era el nervioso alivio con que una penitencia leve absuelve el atrevimiento sin malicia. Si hubiera estado allí mi padre, en otro tiempo, hace años, seguro que al volver a casa le hubiera cantado a mi madre “vengo todo mojadito / de olas que van y vienen”. Antes, lo doy por cierto, se hubiera tomado un vermú. O dos. Y se hubiera reído abiertamente del mar. Pues nunca fue partidario del miedo ni de los dioses. Ni del de ahora ni de los de antaño.
6 comentarios:
Cuando leo lo que escribes me dan ganas de visitar el lugar. He cerrado los ojos y me he visto allí, en el Muro, el agua ha mojado mis katiuskas y he corrido corriendo de las olas, incluso he visto a tu padre...
Saludos
Luna
Muchas gracias por escribirlo y por la dedicatoria.
Apetece tomarse ese vermú con tu padre y ver las olas tras el cristal.
Un abrazo.
Tiene que haber sido un buen tipo, tu padre.El primer sorbo de mi próximo vermú vendrá precedido de un brindis simbólico, A su salud.
Un abrazo.
Pues nada, Luna, anímate que aquí se te recibirá como mereces.
Un abrazo.
Gracias a tí, Conde, por tus comentario. Mi padre ya no está para andar de vermús, pero aquí está su vástago para lo que gustes.
Un abrazo.
Todo un detalle, Amart.
Brindaremos juntos cualquier día.
Un abrazo.
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