Domingo de elecciones. Nos levantamos tarde. Ha estado lloviendo. A eso de las doce nos vamos a votar. Mucha gente. Sobre todo personas de edad avanzada. Apoyados en el mostrador de las papeletas, extendemos la naranja del senado y marcamos tres cruces. Doblarla después e introducirla en el sobre es una labor complicada. Preside la mesa la vecina del segundo. Una rubia alta algo equina que deja siempre en el ascensor un persistente rastro de perfume dulzón. Dice mi nombre en voz alta. Como queriendo memorizarlo. Yo tampoco sé cómo se llama. Nadie me pregunta a la salida sobre mi voto. Compramos el pan y el periódico. Tomamos el vermú. Están televisando el partido del Sporting. Finalmente empata. Me temo que tampoco será este año el del ascenso. Después de comer le echo una mano a mi hijo con los deberes. Se levanta un momento a afilar el lápiz. Lo oigo sollozar en la cocina. Está quieto frente a la jaula del hámster. Max está tendido sobre el serrín. Las patitas estiradas. Tiembla casi imperceptiblemente. No responde a las caricias. Al final de la tarde forro una caja de jarabe con papel de envolver. Escribo el nombre del ratón. Se lo lleva mi mujer a un parque cercano. Lo medio entierra bajo un laurel. Llamo a un amigo de mi hijo. Viene pronto. Les pongo una película y hago palomitas. A la noche seguimos los resultados electorales. Creíamos ya dormido al niño y sin embargo le oímos levantarse al baño. Bajamos el volumen de la televisión. Se le oye llorar de nuevo. Me acuesto a su lado e intento intuir qué sentimiento le arranca el llanto. Quizás el miedo.
18 comentarios:
no suelo dejar rastro pero te sigo. hoy me ha conmovido tu post: las emociones de mi hijo con algunas muertes pequeñas y cercanas están todavía vivas en mi memoria. el corazón va de prisa pero siempre hay algún recodo del camino donde ha dejado algo prendido...
La vida es "ansí": unos a unas cosas y otros a otras. Pensé alguna vez que sería una idea aprovechable hacer un libro que siguiera la pista fragmentaria a los personajes y actos de un libro conocido una vez llegado a su término. Nada original ni especial. Pero me vuelve a la mente con esa mención a tu hijo y sus segundas lágrimas: qué fue de Max en su caja del parque, cómo volvió a su casa la vecina equina y si recordaba tu nombre, qué perfume usaba y por qué lo eligió, qué fue del Sporting ese año. Y qué votaste, y sus secuelas. Todo eso compone la novela de la vida. A veces conmovedora, otras inane. Tú sabes ver más allá. Gracias.
Un abrazo.
Qué bien, Diarios. Qué bien, FPC. Qué gusto da leeros,
Bellísimo.
Pinceladas de la vida que nos dejan las palabras, las que, verdaderamente, llegan al alma.
Un abrazo.
Las microhistorias de nuestras microvidas. Muy hermosa
Tu hijo, querido Diarios, olvidará, con el tiempo, al pobre Max. Pero nunca la sensación de calor, protección y amor de sus padres aquel día, aquella noche.
Gracias por compartir estas pinceladas de vida.
Un abrazo.
Diarios, gracias por linkearme!
Pues no sabe lo que me alegra, Jin, de que en esta ocasión haya dejado rastro. Me ha dado la oportunidad de visitar su bitácora, que me ha parecido muy bella.
Un fuerte abrazo.
Ayer por la tarde, FPC, cuando acompañaba a Álvaro, mi hijo, a su clase de inglés, mirando hacia el suelo -supongo que algo avergonzado o emocionado por lo que iba a preguntar-, quiso saber dónde había enterrado su madre a Max.
El perfume de mi vecina tiene la empalagosa persistencia de lo ostentosamente caro. No creo que se acuerde de mi nombre.
El Sporting me temo que seguirá un año más en el infierno.
Voté con ilusión y he recibido los resultados con esperanza (y contrariado por la injusta ley electoral que sufrimos).
Apuntes para un segundo capítulo de esa novela que tan sugerentemente imaginas.
Un muy fuerte abrazo, amigo.
Manuel, tú si que tienes mérito. Lo tuyo es obligadamente diario, profesionalmente diario, y siempre manteniendo el listón muy alto.
Un abrazo.
Gracias, María Jesús, no sé si es bello. Procura ser, eso sí, sincero.
Un cordial saludo.
El formato de las bitácoras, como bien sabes querido Alexandrós, se acomoda bien a esta suerte de nanoliteratura.
Ahí andamos ambos.
Un abrazo.
Ojalá, Amart, no caigan en el olvido esos cuidados cuando transite esas edades difíciles en que los padres dejamos de ser dioses para ser tan sólo bridas.
Un fuerte abrazo.
Buenos días...
Es probable que un día el niño lea todo lo que escribes y el sentimiento que lleva todo lo escrito cuando se trata de él, es una buena herencia, no lo dudes.
Eso sí, la adolescencia la vas a vivir de todas, todas. No vas a ser el gran privilegiado ¡¡faltaba más!! y acabarás hasta el gorro del niño...y el niño del padre, mucho más.
Te aseguro que el niño no va a olvidar, siempre se acordará de Max y es bonito que llore, que quiera saber donde está.
Mi gato -boliche - murió cuando yo tenía 10 años y me acuerdo perfectamente de el.
Saludos
Luna
No hay nada que añadir. Ya lo han dicho todo (y muy bien dicho) los demás amigos...
Me alegro de que te gustasen la "Historias naturales".
Un abrazo.
PD: Espero que nos cuentes el temporal...
Hacía tiempo que no podía sentarme a leer tu blog con calma y hoy he sacado un hueco porque quería ver cómo contabas el temporal, compruebo que aún lo estás "rumiando" ....repetir lo que ya está escrito es poco original así que no lo haré, el problema es que no se me ocurre nada para poder agradecer tanta belleza y gusto por lo más íntimo de lo cotidiano.
Pasmada. Un abrazo a tod@s
Conmovedor y preciso. Las palabras justas para contar una historia humana y sencilla que toca el corazón.
Un abrazo
Gracias, Miguel. Ya sabes en cuánto estimo tus comentarios.
Un abrazo.
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