La abulia te deja tan inerme como las noches en blanco del verano. No hay quien salga de ella. Es igual que esas arenas movedizas que a veces engullían a los protagonistas de las películas de nuestra infancia. Para más inri el día está gris y huele a pañal húmedo. Me siento frente a la pantalla como por inercia. Y busco cualquier suerte de escapatoria: un poema corto y afilado; un cuento tan mondo como el hueso de una aceituna; una casa de paredes blancas y tejado de pizarra; la sorpresa de un correo inesperado. Asilos todos. De palabras o de distancia. Sólo deseo leer lo justo y vivir allí en las escasas horas de sol y en los raros días de paz.
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