lunes, mayo 16, 2011

Postal desde Nueva

Nueva es un pueblo hermoso. Hasta se le nombró el más bonito de por aquí hace años. Con el tiempo se ha ido convirtiendo en un lugar de temporada. Muy de estío. Con ambiente de veraneantes en alpargatas, sombrero de paja y bermudas, con pandillas de adolescentes, críos en bicicleta y turistas de casa rural. El domingo paseamos por sus calles. Lucía un sol espléndido que resaltaba el colorido de las flores en las macetas y de las fachadas alegres. Muchas casas todavía están vacías. Por las orillas del río se concluyen las reparaciones del desbordamiento del invierno. La vía estrecha del ferrocarril parece en su soledad aguardar a un tren que llegase sólo en los días de verano. En el centro del caserío colgaban como banderines de una fiesta pasada las pancartas de los políticos. En unas pequeñas vallas de quita y pon, lucían los rostros de los candidatos como carteles de un de circo de paso. Bajo el sol de la primavera en un pueblo silencioso, con un andén sin maletas y unas calles apenas sin gente, sabiéndose al borde del mar y en domingo, ese atrezzo de campaña sonaba como el ruido de los posos turbios que a veces arrastran desde muy lejos las pleamares.

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