Una rúa
empedrada con cantos pulidos
que brillan
bajo la lluvia
y nos
desbocan los pies.
Pequeñas
casas de azulejos mellados
que fueron
arruinándose a la vez que
las vidas
de quienes las habitaban.
Cuando todo parecía perdido,
este
paisaje íntimo de derrotas
se salpicó por el color de los grafitis,
de las
acuarelas colgadas en las galerías,
de las
especias en los bistrots,
de las
bicicletas y de las flores.
Y en
Bombarda la música se volvió suave,
las conversaciones
pausadas,
el arte
liviano
y la
noche casi clandestina.
JCD
JCD
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