Hoy no he madrugado. Ayer noche fui de
concierto.Y no es que uno sea de ir de conciertos, y menos nocturnos, pero
paternidad obliga y mi hijo tocaba con su banda (los fabulosos Johnny Gafapasta) en un antro del Carmen a la 1 de la mañana (¡nada más y nada
menos!). Quedó pendiente para otro momento empezar la lectura de Arraianos (un
Méndez Ferrín que hoy sí comencé y que estoy disfrutando enormemente) y el
enfrascarse con la segunda temporada de Fargo (la primera me pareció espléndida
y tengo ya ganas de ver la segunda). Quedaron pendientes, como digo, esas citas
y quedó pendiente el sueño que se intentó recuperar en esta mañana de domingo.
Así que cuando me eché a la calle ya era casi hora de vermú. Me sonó el móvil.
Una amiga me avisaba de que uno estaba en el periódico, citado y, para mayor
gloria, caricaturizado. C. se empeñó en comprar enseguida La Nueva
España. He de confesarte que yo era más reticente (me entran sudores fríos cada
vez que me veo en tesituras tales). Ese yo amablemente deformado del dibujo que me encontré impreso me
resultó divertido, hasta el punto de que casi logra reconciliarme por fin con
el tamaño de mis orejas. La lectura del texto, aun sabiendo que era tuyo,
preferí posponerla a la sobremesa. Así que después de las lentejas, me
arrellané en el orejero con el sol a mis espaldas y leí con enorme y ruborizado
gusto lo que tan generosamente has escrito de uno. Ciertamente no sé
cómo agradecértelo. si hasta me he pasado por arco del triunfo esa humildad que
suele achacárseme y he compartido tus palabras por el vanidoso universo
facebookiano. José Luis, José Luis, me estás convirtiendo en un poeta social (a
la actual manera). Si alguien me tiene hoy ya por engreído, redirigiré el dedo
acusador hacia el culpable de mi nuevo carácter. Un abrazo muy fuerte (que ruego hagas
llegar también a don Mortiner).
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