lunes, diciembre 05, 2016

De Deletréame


El viernes y el sábado nos pasamos por el Deletréame, segundo festival de poesía organizado por la incansable Ana Lamela. Asistimos al espectáculo preparado por Alejando Céspedes en torno a su último libro, Voces en off y, al día siguiente, a una charla con Berta Piñán.
Foto de Citoula
Céspedes es siempre brillante. Cuando escribe, cuando recita, cuando interpreta. Si en un mismo escenario desarrolla esas tres facetas, la de escritor, la de recitador y la de actor, el resultado no puede ser sino un éxito. De público, de aplausos, de belleza. Después de mil batallas, nada parece imponerle, ni el reto de montar un audiovisual laborioso, medido y siempre acorde a lo que transmiten sus versos, ni la puesta en escena añadida en la que actúa como maestro de ceremonias, cantando, diciendo y interactuando con los personajes proyectados en la pantalla. Las tablas —y son muchas ya las que ha pisado— dan soltura, sí, pero cuando además se tiene una voz como la Céspedes, puro embrujo, todo debe ser más fácil. Fácil la representación de lo que Voces en off propone, pero mucho menos fácil adentrarse para el espectador, para el lector, en esa poesía que aspira a desbordar el molde confortable con el que trabajan la mayoría de los poetas: experiencia o intuición ahormada en una versificación libre o pautada. El concepto aquí se pretende más ambicioso, multidisciplinar. La indagación es ontológica y requiere la complicidad intelectual, que no sentimental, del lector. Trasladar ese pulso al reducido ámbito de una puesta en escena de una hora y salir triunfante necesita mucho talento, Céspedes lo tiene, pero posee también una enorme capacidad de trabajo, un rigor de orfebre.
           
Lo del sábado era una propuesta diferente, mucho más clásica: charla en el escenario de Ana Lamela con Berta Piñán y lectura intercalada de algunos poemas de la canguesa. Para que este formato resulte atractivo al espectador es necesario que la conversación tenga química o avive polémicas —que en ambos contextos se gana la atención de quien escucha— y que los poemas se lean a tiempo y que con la recitación, si cabe, mejoren —nunca que pierdan garra o sentido—. En la charla no faltó feeling, Ana Lamela le puso cariño y Berta Piñán tuvo una inmejorable disposición para explicar sin impostura alguna su poesía, para contextualizar sus poemas y, sobre todo, para decirlos, sonando siempre sinceros y medidos. Unos versos los suyos que, aunque siempre se han mantenido en el comedimiento expresivo, han ido esencializándose aún más con el tiempo. Una poesía que uno descubrió con sus Noches de incendio (antología imprescindible no sólo en el ámbito de la poesías asturiana, sino en de la poesía que se ha hecho en este país en los últimos decenios), que tuvo continuidad en La mancadura, un libro definitivamente claro en el trazo, hermoso y sustancial, que habla sin aspavientos, de lo importante, : la genealogía de cuanto nos ha formado, familia, vida y lecturas.
            Hubo en Deletréame mucho más que esto y apuesto a que algunas otras propuestas tan recomendables como las que uno aquí apunta. Es una bendición para esta ciudad que se generen tantas y tan recomendables iniciativas en torno a la poesía. Sólo falta que entre quienes las impulsan se generen ámbitos de colaboración que amplifiquen el eco de todo lo organizado.

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