Paseo temprano. Me acerco justo hasta la casa de Rosario Acuña. Desde ese rincón oriental de la bahía se puede observar eso que llaman la skyline de la ciudad. Nace suave en el cerro. Se arista sobre San Pedro. Y entre Cimavilla y el rascacielos de Bankunión deja un cuenco de vacío. En medio se alza una lejana chimenea pintada en franjas rojas y blancas, como anunciando peligro. Debe de ser la térmica de Aboño. Deja una boina de humo. La gráfica urbana sigue luego febril a lo largo de todo el paseo marítimo. Tiene un perfil escalonado. El de la infame mampara de ladrillo que en los años sesenta levantó la codicia de algunos con la indiferencia de casi todos. Mirando así la playa, con rabia inútil ante el desmán irreparable, se intuye que por muy violenta que venga la mar, siempre acabará rendida. Resignada, como todo, al sin remedio de la orilla.
11 comentarios:
Gijón, supongo. No he estado nunca. Me apetece mucho ir...
Un saludo, Diarios.
no has estado?....cuidado que eso está tipificado como delito.
Siendo objetiva te diré que no hay lugar con más magia...siendo objetiva eh?...
Desde el Rosario Acuña todo se ve distinto, hasta el horizonte de cada uno parece que se dibuja con más calma.
Pasmada. Un abrazo a todos y gracias Diarios por mantener este rincón. Un respiro estupendo
Gracias por la vista... rememora uno cosas que tienen con ver con el propio paisaje, con las visitas anteriores a la ciudad, con amigos lejanos y alguno mucho más reciente y más cercano en muchas cosas.
Un abrazo
Conde, no sé a qué estás esperando. Hazle un hueco a este rincón en medio de tus viajes a Roma (y a Berlín y a Amsterdan...). Y no dudes en llamarme cuando vengas.
Un abrazo.
Pasmada, me da que ejercemos ambos de gijonudos (a mucha honra ¿no?).
Un abrazo.
Fpc, ya sabes que se te quiere por estos lares y que siempre se te recibirá como mereces.
Un abrazo.
No conozco Gijón capital, siempre ando por los pueblos.
Me gusta la foto.
Buen día
Llevo el mismo nombre que esa playa. Cuando mis padres me llevaron a ella por primera vez, debía de tener 8 años, mi emoción era grande y no por conocer el mar que no me era ajeno, sino por el ansia de ver cómo sería el lugar que compartía nombre conmigo. Me bañé
No erán las aguas del Jordán,
que eran las de su nombre.
Podría haber introducido el post así, querido Occam.
Me imagino que llevarás por nombre el onomástico, Lorenzo, y que para el apócope, el san, andarás haciendo méritos (y no llevando a la probeta, dios te libre, pócimas herejes).
Un abrazo desde justo al ladito de ese arenal.
Como no soy poseedor de alma -por ateo practicante- dudo que pueda llegar a santo, pues es esa una condición que se reserva a quienes poseen tal sinsustancia.
Por lo demás en el laboratorio intentamos salvar a los cuerpos, especialmente sus partes más nobles (me refiero obviamente al cerebro) de la indiferencia. Y lo confieso usamos todo tipo de pócimas y brebajes.
Con el Santo además del nombre comparto la aficción por las carnes a la parrilla
Occam, ese comentario es por sí mismo una entrada. Y de las buenas. Aunque no me negarás que irreverente. Pobre San Lorenzo.
Un abrazo, científico.
Publicar un comentario