M. me envía este enlace del diario colombiano El Tiempo. En su correo, me dice: En Colombia llueve y llueve. Todo se inunda. La realidad es más irreal que un cuento de García Márquez.
El invierno convirtió al municipio de Sucre en la 'Venecia' colombiana
Por Alberto Mario SuárezLa cancha de baloncesto del colegio Las Mercedes es una pecera gigante, donde decenas de bocachicos plateados, mojarras rojas y hasta una nutria nadan todo el día, mientras los niños reciben clases, arrumados, en el segundo piso. El profesor de filosofía, Isidro Álvarez, mira desde el techo del plantel cómo naufraga su pueblo, Sucre (en el departamento del mismo nombre), y sentencia: "No hay duda: esto es Macondo". El maestro, que lleva puesto un collar marcado con la leyenda 'pata de agua', como les dicen a los nativos de este municipio, cuenta que las inundaciones comenzaron el 7 de agosto pasado, cuando cayó un diluvio y el río Cauca, crecido, se metió por el caño Mojana. Todo quedó entre el agua. La escuela, la alcaldía, la Policía, el hospital, la iglesia, el restaurante Alfredosky, el hotel Venecia y las 5.000 casas nadan en el Cauca, que no sólo inundó el casco urbano, sino también los 36 corregimientos, 27 veredas y dos caseríos. Hoy, no hay una calle de este pueblo -donde el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez pasó parte de su adolescencia con sus padres- por donde no naden peces de colores. Casi la mitad de los 33.994 damnificados abandonaron sus viviendas y se refugiaron en Barranquilla, Magangué y Sincelejo. La otra mitad armó unas tarimas de maderas en sus casas, que llaman tambos, y siguió la vida al ritmo de las canoas, que ahora sirven para llevar a los niños al colegio y los muertos, al cementerio. Desde bien temprano, en la calle Junín, al frente de un pequeño puerto a donde llegan los viajeros de la región, se ve a decenas de 'mototaxistas' que cambiaron sus motos por canoas. "Aquí tenemos 'motocanoas'. Nos inventamos esta 'película' porque podemos hacer lo mismo que con las motos: llevar a la gente al hospital, a los sitios del pueblo, por 1.000 ó 2.000 pesos", explica Heriberto. El sacerdote Eduardo Arce confiesa que la situación es muy extraña: "Jamás había visto peces nadando dentro de una iglesia". La parroquia está cerrada. Las bancas yacen apiladas unas encima de otras. Las misas se realizan en la Casa del Adulto Mayor y las puertas sólo se abren cuando alguien muere. Los curas, para no mojarse, no se ponen sotana sino jean y botas pantaneras. "El último que sepultamos fue un señor al que degollaron, misteriosamente, en una cuadra que está abandonada. Nos tocó llevarlo en canoa hasta el cementerio, porque ya tenía tres días de fallecido", cuenta el padre Arce, otro damnificado del invierno. El camposanto es una piscina cubierta de plantas acuáticas que tapan las bóvedas más bajas. Las familias les rezan a sus muertos desde las canoas. A unos remos de allí está el colegio Las Mercedes, que funciona a medias. La mayoría de los niños que estaban en primaria dejaron de ir a clases desde finales de julio. En los salones de preescolar, primero y segundo, el agua les llegaba a las rodillas. En cuarto y quinto era igual. En esa institución estudiaron varios hermanos de García Márquez, afirma el profesor Álvarez antes de subrayar que en estas mismas calles, ahora inundadas, los hermanos Chica Salas asesinaron hace casi 60 años al joven Cayetano Gentile, el personaje en el que se basó 'Gabo' para escribir Crónica de una muerte anunciada. "De aquí salieron muchas de sus historias -agrega Álvarez-. Mira que en el cuento de Isabel viendo llover en Macondo dice una parte que el agua rompió las sepulturas y los pobrecitos muertos están flotando en el cementerio. En Aracataca -donde nació el escritor- el cementerio no se inunda. En Sucre sí". Aguas abajo, en el hospital, el jefe de recursos humanos, Rafael Salas, dice que debido al invierno se han presentado brotes de fiebre, enfermedades cutáneas y distintos males virales, por lo que han enviado a Sincelejo a más de 270 pacientes. Cuando las lluvias arrecian, las canoas alcanzan a entrar al hospital y a dejar a los enfermos en la sala de espera. En maternidad tuvieron que montar unas camas sobre otras para poder atender a las parturientas sin que se mojaran. "En el área de urgencias, una niña se cayó de la camilla y terminó en el agua, pero no pasó a mayores", recuerda Salas. En la alcaldía trasladaron las oficinas de la Personería del primero al segundo piso, y ahora comparten un cuarto con el Concejo. Y en los pasillos de la misma planta se instalaron las secretarías de Planeación y Educación. "La Alcaldesa se fue para Sincelejo y sólo viene los jueves", informa un empleado de la administración. Para otros, la vida sigue normal. La mujeres, con sus sombrillas de siempre, van de compras en las 'motocanoas', mientras algunos caminan por improvisados andenes de tablas. El peluquero hace sus cortes entre el agua, el café Internet está levantado en un tambo y atiende hasta la noche, y en el Alfredosky los comensales se sientan con el agua a las rodillas y les arrojan la comida que les sobra a las arencas (peces pequeños, como sardinas), que velan como perros. Los niños tampoco se han dejado ganar de la inundación ni del tedio que produce no tener un sitio seco para jugar un partido de fútbol o a las escondidas. Cuando acaban las clases, Luis Alfredo se dedica al juego de moda: pescar en la cancha de baloncesto. Amarra un hilo a un anzuelo con "un animalito" y espera a que pique una mojarra, un bocachico o un moncholo. La inundación del pueblo es un tema de todos los días. Pedro Sampayo, director de Emergencias de Sucre, dice que las crecientes ocurren todos los años, entre octubre y diciembre, pero antes sólo llegaban hasta la periferia.El funcionario añade que el desastre es consecuencia de la sedimentación del río Cauca. Otros señalan al Invías por obras de infraestructura que habrían quedado mal hechas. Y no falta quien ofrezca una explicación mágica. Alfredo Rafael Támara, administrador de Alfredosky, dice, como si se tratara de una profecía, que desde hace mucho tiempo esta inundación se veía venir. "Ya el profesor lo había dicho en su libro, que este es 'El país de las aguas' ", dice sobre el libro del mismo nombre, escrito por Álvarez para mostrar la influencia de Sucre en la obra de 'Gabo'. Aunque el maestro no buscaba ser profético, muchos se quedaron con el título y le achacan el desastre que viven. "Acá creen que yo soy como un chamán", dice el escritor, burlón, sentado en una mesa del restaurante de Alfredo. "Hasta un señor me dijo que por culpa mía era que estábamos inundados. Me tocó decirle que se leyera el libro", se queja. Y Andrés Artencia, dueño del hotel Venecia, donde está el único inodoro que funciona en todo el pueblo (usarlo cuesta 500 pesos), cuenta que la mayoría de los pescadores creen que si a la Luna se le ve una 'línea' delgada a un costado es que se viene la lluvia. "Acá la gente cree más en la Luna que en el Ideam", remata entes de reírse. La tarde termina y las canoas hacen su últimos recorridos. Por las calles inundadas se ve a policías patrullando en una. Uno de los uniformados, de apellido Arroyo, confiesa que fue difícil aprender a manejar el nuevo transporte: "Para ir a cualquier lugar toca coger la canoa y aquí la mayoría de los policías somos de otra parte. Lo más difícil era llevarla derechita; al principio me iba para los lados y 'me reventaba' contra las puertas de los negocios". Las luces se encienden, pues la energía eléctrica no se ha suspendido, y en el balcón del hotel Venecia Artencia y su amigo Víctor pasan otra noche contando historias de brujas, de espantos que se aparecen si uno sale de un velorio antes de medianoche y de la extraña luz que persigue a los pescadores en la ciénaga. Según Víctor, pocos se animan a salir en la oscuridad. Los bebedores se quedan, a lo mucho, hasta las 9 ó 10 de la noche en el par de bares que tienen las mesas entre el agua, y en la calle "ya casi no se ven peladitas". "A mí me produce dolor todo esto de la inundación -admite Víctor-, pero uno tiene que ponerle sentido del humor. Mire: si usted va por la plaza ahora y se cae al agua todo el mundo se caga de la risa. Ni siquiera le dan la mano. Usted se tiene que parar y luego llegar a la casa y sobarse. Aquí es así; parece mentira, pero es así". Las crecientes en casi todos los ríos del país tienen en alerta roja a sus poblaciones ribereñas. El Cauca ha provocado inundaciones desde La Virginia (Risaralda), pasando por Venecia hasta La Mojana sucreña, en la parte baja. El Magdalena provoca inundaciones desde Honda hasta Puerto Wilches (Santander) y Cantagallo, en el sur de Bolívar. Hay alertas en otros ríos más pequeños como en el San Juan (Chocó); el Negro (Cundinamarca); Nare (Antioquia); Sogamoso y Carare (Santander), y Gualí y Guarinó (Tolima).
No hay comentarios:
Publicar un comentario